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Los Gobiernos que no amaban a las mujeres (Parte I)
¿Por qué las mujeres en España continuamos desempeñando el rol de cuidadoras domésticas, cuando tenemos un nivel educativo superior al de los hombres y vivimos en una sociedad democrática que reconoce la igualdad legal entre hombres y mujeres? O, dicho de otra forma, ¿por qué en España los hombres continúan sin asumir, ni incorporar los cuidados y las actividades domésticas a sus vidas? ¿Tienen los poderes públicos alguna responsabilidad en esto? Con el Plan MAMI parece que sí.
En las sociedades desarrolladas, el capitalismo y el patriarcado viven una relación de fusión. Es difícil hacer una “radiografía” política y social de nuestra sociedad actual sin tener en cuenta ambos conceptos y cómo afectan indistintamente a hombres y mujeres. Si en el siglo XVIII la organización y explotación de la fuerza laboral fue fundamental para el desarrollo del capitalismo en Occidente, hoy, la organización y explotación de la fuerza de trabajo femenina en los cuidados y en las actividades domésticas se presenta como la condición que, además de reproducir los hilos capitalistas, mantiene las posibilidades estructurales de los hombres de continuar operando en la sociedad como el sujeto por antonomasia.
Para la mayoría de las mujeres, las consecuencias de este proceso se libra en una lucha polarizada entre la percepción que la sociedad tiene de ellas como “complementos útiles” de los hombres y el amor entendido como amor a la comunidad, antes que como amor propio.
Pese a que nuestra sociedad haya alcanzado la igualdad legal, no se trata sin embargo de una igualdad real y efectiva. El machismo persiste de forma sutil, en relaciones simbólicas y aparentemente invisibles, que, no obstante, son identificables en el análisis de la realidad social (roles de género, estereotipos sexistas, división sexual del trabajo, etc).
Sean más o menos conscientes los individuos sobre esta estructura sexista, ésta debe entenderse como un proceso objetivo pilotado por los poderes políticos, supuestamente garantes y promotores de la igualdad entre hombres y mujeres. Esta cuestión, tan simple como fundamental en las sociedades democráticas, parece ser un tema baladí para el gobierno municipal murciano que no ha tenido reparos en denominar Plan MAMI al Plan Municipal de Acondicionamiento de Medios Infantiles, pues claro, éstos son cosas de las MAMIs.
El Plan MAMI esconde toda una estrategia patriarcal que agudiza las desigualdades y exalta el modelo de feminidad tradicional, mientras esconde a las mujeres reales, esas que sobreviven en empleos precarios y a tiempo y cotización parcial y sacrifican sus carreras profesionales ante la negativa de los gobiernos y empresas de proporcionar medidas laborales en pro de la conciliación familiar.
Pero, el MAMI no solo es sexista al reducir a las mujeres a meras cuidadoras/reproductoras, sino que también posee tintes homofóbicos, pues invisibiliza y borra del espacio público a todas esas parejas gays que se divierten con sus hijos e hijas en parques y plazas.
Las ocurrencias del gobierno municipal murciano prescinden, asimismo, de la incorporación e intervención corresponsable de los hombres en los cuidados y tareas domésticas. Esta situación medible en datos no es esperanzadora. Valga el ejemplo de las cifras arrojadas por el Instituto Nacional de la Seguridad Social, en los primeros nueve meses del año pasado con respecto a las prestaciones económicas por maternidad. De 210.655, 206.884 correspondían a permisos disfrutados por la madre y 3.771 a permisos disfrutados por el padre.
Este es un buen ejemplo de cómo, en lugar de promover acciones positivas para conseguir la igualdad real, los gobiernos naturalizaran los roles sociales y culturales de hombres y mujeres, evitando así la construcción de una sociedad más justa e igualitaria que ponga en jaque los abusos de los sistemas capitalistas y patriarcales.
Hay que situar a los cuidados y a las actividades domésticas en el centro de los modelos socioeconómicos modernos y justos, en los que padres y madres compartan los cuidados, promover una actitud crítica de la ciudadanía hacia los papeles sociales naturalizados y revalorizar las necesidades y demandas de las mujeres frente a las propuestas conservadoras, regresivas y tradicionales dispuestas sobre los sexos.
Desde este punto de partida, el movimiento feminista, otros movimientos sociales y el conjunto de la ciudadanía tenemos la obligación de ofrecer crítica, resistencia y alternativas ante estos “planes” de los gobiernos que favorecen la desigualdad y la violencia institucional hacia las mujeres y minorías sexuales.
Denominar a un plan municipal de atención a la infancia “Plan MAMI” frente a poder ser visto como algo gracioso es un signo, además de ignorancia, de favorecer la desigualdad y la violencia institucional hacia las mujeres y minorías sexuales.
Loola Pérez
Loola PérezForum de Política Feminista de Murcia
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