El caso es que todos lo sabían. Todo el mundo en Cartagena, tanto los partidarios como los detractores, sabían que el proyecto de construcción de un macropuerto de El Gorguel estaba muerto desde hace muchos años. Lo único que ha hecho el Ministerio de Transición Ecológica (Miteco) es darle carpetazo definitivo en este mes de mayo de 2024. Pero rasgarse ahora las vestiduras forma, simplemente, parte del folklore político regional al que no hay que hacer demasiado caso, y menos en este mes en el que hemos tenido la enésima campaña electoral en donde todos prometen y todos acusan al otro o de no comprometerse o de no haber hecho lo prometido. Nada nuevo bajo el sol.
El caso es que el debate sobre el macropuerto de El Gorguel es bien interesante. Porque argumentos de peso los ha habido, y muy sólidos, a favor y en contra. Los argumentos a favor estaban claros: haber construido el macropuerto de El Gorguel en Cartagena habría atraído un ingente comercio de buques de contenedores y habría multiplicado su capacidad, consiguiendo tener un puerto con capacidad para 5 millones de TEUs. Pasaríamos de ser un puerto mediano como el actual a competir en la liga de las grandes instalaciones portuarias europeas de Algeciras, Valencia, Barcelona, Amsterdam o Rotterdam. Exageraciones aparte (la promesa de 40.000 puestos de trabajo no se la cree en realidad nadie), lo cierto es que si hubiera llegado a funcionar con la capacidad proyectada (ese es otro cantar también) el Gorguel habría sido un revulsivo para la economía de la ciudad y de la comarca. Yo creo que eso es innegable.
Los argumentos en contra también estaban claros. De haberse construido ese macropuerto, habría supuesto la enésima catástrofe ecológica de esta región, porque se ve que no tuvimos bastante con la destrucción de la Bahía de Portmán o con la degradación del Mar Menor. Según las organizaciones ecologistas, se destrozaría no sólo la Cala del Gorguel sino también la contigua de Cola de Caballo, y se ocuparían 336 hectáreas sobre el mar, con 4,5 km de diques, justo a las puertas de la Bahía de Portmán. Exageraciones aparte también (los supuestos nidos del camachuelo trompetero esgrimidos como argumento de un bando son tan ridículos como los quiméricos 40.000 puestos de trabajo que esgrime el otro), lo cierto es que el proyecto en El Gorguel es muy discutible por su elevado impacto ambiental, tanto marino como terrestre, en el entorno del Gorguel y la Sierra de la Fausilla, que gozan de las máximas figuras de protección ambiental, como LIC y ZEPA, y forman parte de la Red Natura 2000 por sus grandes valores naturales. A ello hay que sumar el fuerte impacto negativo que tendría en el patrimonio geológico, reconocido como LIG, y en el patrimonio y el paisaje minero que también gozan de la máxima protección como BIC.
Hay que añadir que parece que la propia Unión Europea no habría aprobado nunca un proyecto así. No sólo por el impacto ecológico, sino porque en determinados ámbitos hay serias dudas de que el impacto económico hubiera acabado siendo tan positivo como se promete. Hay por ahí un informe del Tribunal de Cuentas de la UE del año 2016 que cuestionaba las ayudas a los puertos españoles, y advertía de inversiones multimillonarias en algunos de ellos que se habían desperdiciado sin obtener el beneficio esperado. Los casos de los nuevos puertos de El Musel en Gijón y, sobre todo el de la Coruña, un proyecto terminado y fracasado que ha acabado arruinando a la propia autoridad portuaria, son palmarios.
También hay que indicar que el CES regional, en donde están representados los agentes sociales tanto empresariales como sindicales, dio su apoyo hace años al Gorguel, y que hay un frente político de defensa del proyecto que es ya un poco tardío, un poco oportunista y un poco desesperado. Porque el proyecto, lanzado en 2005 por la Autoridad Portuaria de Cartagena, ha conocido tres presidentes del gobierno de dos partidos distintos y ninguno de esos gobiernos lo ha acabado respaldando: ni Zapatero (PSOE; 8 años en el poder), ni Rajoy (PP, 6 años) ni Sánchez (PSOE, otros 6, de momento) le hicieron nada de caso al Gorguel. El caso es que las instancias regionales se han gastado millones de euros sufragados con dinero público en estudios que avalaban las bondades del macropuerto y que no han valido para nada, y ya parece claro que no hay que seguir por ese camino estéril, porque se han perdido 20 años y se ha despilfarrado dinero persiguiendo una quimera que todo el mundo sabe que no se va a hacer.
Al final, el gato al agua se lo ha llevado el puerto de Valencia, que sí tendrá ese macropuerto que atraiga el comercio de contenedores, en donde por lo visto no anidan los camachuelos trompeteros o donde, simplemente, cuentan con políticos más hábiles que los de aquí y con organizaciones ecologistas menos eficaces que las murcianas.
No perdamos más el tiempo con El Gorguel y exijamos a las autoridades regionales y nacionales que compensen a Cartagena por esta pérdida insuflando inversiones y proyectos sólidos al puerto de Escombreras que, por lo visto, parece la única alternativa viable y posible.
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