“Si te quejas, si te manifiestas, si respondes estás siendo víctima de la ideología”, “en los colegios no debe haber ideología”, “los centros deben ser apolíticos”, “no doy mi opinión sobre cuestiones políticas”, “no entiendo de política”, “estás adoctrinando”, “ni los unos ni los otros”, “todos son iguales”, “yo no opino sobre eso”, “no hablo de eso”, “prefiero no pensar en eso”.
No pienses, no hables, no opines, no digas, no salgas a la calle, no exijas, no reclames, no te movilices, no cambies las cosas.
Lo de Murcia me recuerda a la película El tren de la vida (Train de vie, 1998) del rumano naturalizado francés Radu Mihailenau. En ella, un pueblo entero pretende huir de los nazis simulando el traslado de presos judíos en un viejo convoy remozado. Algunos vecinos van de nazis y los demás hacen de prisioneros. El conflicto comienza, lógicamente, cuando los hombres que interpretan a los nazis se meten tanto en el papel que terminan maltratando a los que fingen ser deportados.
Pues bien, Murcia es un poco así. El pobre ochocientoseurista se cree terrateniente y vota lo que votaría un terrateniente; el vecino del 5ºD, que lleva todo el invierno sin poner la calefacción, se cree directivo de El Pozo y vota lo que votaría un directivo de El Pozo; y la mamá del cole de barrio obrero, que se cree muy señora y muy murciana, tan de banderita y de procesión, vota lo que votan las señoras muy murcianas de la Gran Vía. A lo nazi falso de Mihailenau pero comiendo marineras.
En esta pantomima de desajustados nos la jugamos a diario los que intentamos que la gente de los barrios adquiera conciencia de clase a riesgo de aguarles la fiesta y de romper con la magia de ese encantamiento neoliberal levantino en el que se hallan inmersos. Y en estas también nos encontramos con los docentes de la escuela pública, jodidos pero contentos. En el café de media mañana nos quejamos (vehementes, ¡ay!) de las ratios, de las horas y de los problemas de salud mental del alumnado, de la falta de personal en los equipos de orientación y de las penosas infraestructuras, de los espacios, del hacinamiento y de la burocracia. Pero a la hora de salir a la calle parece que la cosa no va con nosotros: No, no voy a hacer la huelga, que no vale para nada, compi, que he hecho muchas y fíjate. Es que mi cría tiene kárate. Es que tengo que hacer la compra. Total para el caso que nos hacen…
Y es que no es un problema solo de movilización social, que también; no es un asunto solo de respuesta ante los desmanes de un gobierno regional que ha abandonado completamente la escuela pública y a sus habitantes, que también; sino que es una cuestión relacionada fundamentalmente con la ausencia total de conciencia de clase.
Hasta que los y las docentes de la escuela pública no asumamos que estamos siendo explotados y que somos víctimas de relaciones sociales antagónicas no se dignificará la escuela pública y con ella la propia esencia de lo que es la educación. Pero define explotación. Pues mira: cada vez más lectivas, más alumnado, más papeleo; cada vez menos tiempo para educar, menos tiempo para enseñar a los chavales a ser críticos, menos tiempo para pensar, para opinar y para exigir lo nuestro.
Creo que estamos en un momento clave para marcar lo que va a ser el devenir de los servicios públicos en nuestra región y podemos hacer dos cosas: tragar lo que se nos impone tapándonos la nariz o tirar por el camino de en medio con la manta liada a la cabeza e intentar proteger lo único que va a permitir un futuro digno a los jóvenes de nuestra tierra. El chanchulleo del Gobierno regional en favor de la privada subvencionada en detrimento de la red pública es inmoral y escandaloso, nosotros sabemos bien que la segregación ya está empezando a hacer mella en muchos de nuestros barrios y esto es solo el principio, esperad a que comiencen las matriculaciones de los niños de dos años en los centros concertados. Menuda estocada que acaban de recibir los centros públicos con este regalo envenenado, amigos.
Mirad a los ojos a cada uno de vuestros chiquillos y decidles que no vais a luchar por su derecho a tener una educación en condiciones. Explicadles a la cara que lo que ahora estamos dejando escapar los va a condenar a una educación subsidiaria. Exponedles, despacito, que se van a convertir en víctimas de un sistema criminal que condena a las clases menos pudientes a estudiar en unos centros colapsados, ruinosos, guetificados e indignos. Intentad hacer todo esto sin torcer el gesto, sin pestañear, sin asomo de adoctrinamiento.
Es la hora de decir chimpún, se acabó, hasta aquí hemos llegado, señores, y es fundamental que se nos vea unidos en la calle el día 14 de marzo porque es urgente que el Gobierno regional reciba un mensaje claro y contundente: los y las docentes de la pública no vamos a dejar caer la educación en la Región de Murcia. Llevamos sosteniéndola sobre nuestras espaldas demasiado tiempo a costa de nuestra salud mental y la de nuestros chicos y chicas. No vamos a permitir que los desahucien.
No podemos responsabilizarnos de forjar la autonomía moral e intelectual de las próximas generaciones si no somos capaces de proteger los pilares fundamentales del sistema educativo. Salid a la calle el 14 de marzo, compañeros, no seáis como los falsos nazis rumanos.
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