Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.

El noveno escalón

Escalera anual

0

Este es el sexto cuento de la serie 'Mari contra la pobreza'. Mari vive en un barrio murciano, trabaja de camarera, tiene dos hijos (Jaime y Jorge) y un dinosaurio. El dinosaurio (que podría ser el mismo que sale en el cuento de Augusto Monterroso) representa la fuerza interior de Mari, la fuente de energía que le permite enfrentarse a todos los problemas cotidianos que provoca vivir en situación de pobreza. Mari comparte el protagonismo de estas historias con sus amigas Tamara y Henriette. Ellas representan a todas aquellas mujeres que pelean a diario contra la pobreza y queremos que sea el reconocimiento de la EAPN-RM a su valor y esfuerzo. Este cuento vuelve a contar con una ilustración original de la artista Laia Domènech.

No siempre le resulta fácil dar con la luz de la luna. Cuando la noche está nublada, acaba por rendirse y vuelve a los pies de la cama de Mari para intentar conciliar el sueño a pesar de la frustración. Por suerte, en Murcia no hay muchas noches así. Las nubes escasean en esta zona del mapa. Otras noches, una de cada 28, ni lo intenta porque hay Luna Nueva y ningún hilo de luz plateada atraviesa la noche.

Lo habitual es que el dinosaurio tenga suerte y acabe por encontrar un lugar en el que tumbarse debajo del satélite para darse un baño de luz lunar. Otros lagartos prefieren dormitar bajo el sol y calentar su sangre fría bajo el astro rey. A él también le gusta ese calor estelar que le atraviesa las escamas poco a poco y le reconforta el cuerpo.

Pero le gusta completarlo con el frío cósmico que se le cuela entre la piel cuarteada y le serena el espíritu. Pone mucho empeño en que no pase un día sin tomar prestado un poco del brillo del sol y otro poco de la luna. Luego, comparte esa claridad con Mari y resulta así un poco más fácil atisbar las pequeñas grietas por las que atravesar los problemas nuestros de cada día.

A Mari y a sus amigas les gustan más los baños de sol que de luna. De hecho, ahora mismo está con Tamara y Henriette tomando el sol en lo alto de la azotea del edificio. Llevan un buen rato y no hay forma de que escuchen las quejas y lamentos del dinosaurio.

En Murcia, se puede tomar el sol en cualquier época del año. Suena a eslogan de crema bronceadora o de agencia de viajes pero es también una maldición climática. Las tres amigas aprovechan algunos ratos libres para subir a la azotea del edificio en el que vive Mari y, entre antenas de telefonía y trasteros ilegales, se dejan inundar de luz solar. A Mari le gusta tomar el sol porque le recuerda a un par de años en los que, siendo ella pequeña, pudieron permitirse pasar unas semanas en la playa. Su madre se embadurnaba por completo de una crema de zanahoria muy de moda por aquel entonces y se tumbaba inmóvil al sol durante horas. Todos los protectores solares le recuerdan esos momentos aunque no ha vuelto a encontrar ninguno con un olor tan dulce como el que usó su madre aquellos años.

-Seguramente, habrán prohibido esa crema por llevar alguna sustancia cancerígena o algo por el estilo- le decía Tamara cuando hablaban del tema.

A Tamara, en realidad, no le gustaba tomar el sol. Las acompañaba porque estar con ellas sí le gustaba pero siempre buscaba una sombra en la que protegerse.

-Estáis locas -les espetaba de vez en cuando–. No entiendo cómo os puede gustar poneros debajo del brasero con el calor que hace. ¡Estamos en octubre y sigue haciendo calor!

En cuanto a Henriette, el sol solía dejarla algunos minutos en silencio. Bajo su efecto, emociones contradictorias se ponían en marcha en su interior. Igual se acordaba de cuando terminaba las clases a mediodía y volvía de la universidad bajo el sol abrasador de su país (y entonces, de alguna manera, se sentía de nuevo como en casa), que igual se acordaba de las caminatas interminables en mitad del desierto durante un viaje que amenazaba con no acabar nunca (y entonces, de alguna manera, se sentía una extranjera que ya lo sería toda la vida).

Aquella mañana de principios de octubre, el dinosaurio las escuchaba hablar desde el rincón en el que había caído por imprudente. Dos noches antes, había sido luna nueva y, urgido por la necesidad de no pasar más tiempo sin su baño de plata, a la noche siguiente, el lagarto escaló por dónde no debía y cayó entre dos trasteros con la mala suerte de hacerse un daño horroroso en una de las patas.

Había pasado la noche entera sin poder salir de donde estaba y se creyó salvado cuando escuchó llegar a Mari y compañía. Pero estaban tan enfrascadas en su conversación que no escuchaban sus llamadas de auxilio. Una vez que agotaron el tema recurrente de qué hacer de comer, pasaron a hablar del otro tema recurrente: los hijos.

Tamara participaba en la conversación como una más pero, de vez en cuando se le escapaba una sonrisa de superioridad y alivio. Le fascinaba el amor que Mari sentía por Jaime y por Jorge y el que Henriette sentía por Indurance pero sentía que ella estaba en posesión de una libertad de la que sus amigas ya nunca dispondrán. Los hijos te cargan con toda clase de cadenas, pensaba Tamara para sí misma, y no todas eran materiales.

La preocupación constante que veía en sus amigas por sus hijos le parecía agotadora, solo de pensar que le tocara cargar con ese peso emocional le hacía temblar de terror.

La conversación de esa mañana tenía un poco de carga emocional y otro poco de carga material. Mari estaba preocupada por cómo llevaría Jaime los nervios de la EBAU. El curso ya había empezado y todavía no tenían claro cómo serían las pruebas de ese año. Por si fuera poco, había decidido estudiar una carrera que tenía una nota de corte muy alta y se había vuelto a pelear con su novio.

El curso había empezado con drama académico y amoroso. Mari llevaba un rato largo haciendo cuentas, y no solo con las notas medias del Bachillerato y la EBAU. Ese año se había tenido que gastar el dinero que no tenía en libros de texto y material escolar. Por no hablar de la insistencia de Jorge en que le apuntara a una academia de dibujo que había cerca de casa. No era muy cara pero, con todo el dolor de su corazón, le había tenido que decir que no.

-Yo no digo que la cuesta de septiembre no exista -les dijo-. Menuda cuesta. Todavía no entiendo cómo puede costar casi 50 euros un libro de texto. Y menos mal que las criaturas se conforman con ese ordenador prehistórico que tenemos en casa que el día que me pidan uno nuevo, le tendré que pedir al jefe hacer turnos dobles.

Al escucharse decir en voz alta la palabra “prehistórico”, Mari se sintió ligeramente distraída, Pensó en el dinosaurio y en que le había preocupado no verlo a los pies de su cama esa mañana. Habitualmente era lo primero que veía al levantarse, esos ojos que brillan como dos ascuas metálicas. Sin querer preocuparse en exceso, siguió hablando.

-La cuesta de septiembre te mata pero la gente habla de ella como si no hubiera más cuestas en todo el año. Ya estamos en octubre y en casa seguimos con el mismo apuro.

-El año entero es una cuesta -sentenció Henriette.

-Doce meses, doce escalones -añadió Tamara.

-¿No escucháis algo? -preguntó Mari-. Es como si alguien nos estuviera llamando.

Al mismo tiempo que Mari preguntaba, Henriette sintió que la cabeza se le giraba hacia la derecha, como si alguien hubiera tirado ligeramente de un hilo atado a su barbilla.

El dinosaurio se sentía tan agotado que apenas podía alzar la voz y sus rugidos eran poco menos que el maullido de un gatito recién nacido. Se le ocurrió entonces cambiar de táctica. No todo el mundo va por la vida con un dinosaurio que le procura ánimo y claridad al empezar el día.

A Tamara, por ejemplo, la rodea allá adonde vaya una suerte de brisa que hace las veces de escudo protector suavizando los disgustos y malos pensamientos que la atosigan. La brisa, cuando hace falta, se torna viento y ayuda a Tamara a actuar con contundencia y decisión si es necesario.

Como aquella vez que le tuvo que parar los pies al indeseable que la estuvo acosando un tiempo. A ella le estuvieron doliendo los nudillos varios días pero el indeseable no volvió a aparecer.

En cuanto a Henriette, es un milagro que no se tropiece a todas horas porque su cuerpo está entrelazado con hilos multicolores. Son hilos que salen de las palabras que pronuncia, o de las que piensa, o de las que lee. Según el idioma, son de una textura u otra. Hilos que se entremezclan con las letras, que se enredan entre sus dedos, sus cabellos y sus piernas. Estirando mucho la cola, el dinosaurio consiguió tirar de uno de esos hilos que la brisa de Tamara había llevado hasta el agujero en el que se había caído.

-Lagarto torpe -le dijo Tamara-, ¿cómo has acabado ahí?

-Yo pensaba que los dinosaurios nunca se caían -se sorprendió Henriette.

-Sabía yo que algo te había pasado, ven aquí, anda -y con la ayuda de sus amigas, Mari rescató al dinosaurio. 

  -----------------------------------------------------

Según la Encuesta de Condiciones de Vida del INE, un 8% de la población de la Región de Murcia llega con mucha dificultad a fin de mes. Una dificultad que se repite mes tras mes. En septiembre, cuando los gastos relacionados con la educación se disparan, las dificultades aumentan notablemente en muchas familias. Para que la educación fuera realmente gratuita, habría que asegurar el acceso a todos los recursos educativos: sean libros de texto, material escolar o dispositivos electrónicos.

Un porcentaje similar al anterior (un 7,7%) de familias murcianas no puede permitirse tener un ordenador personal. Estudiar o hacer los deberes con un móvil no es lo mismo que hacerlo con un ordenador. El conjunto de propuestas de EAPN Región de Murcia en cuanto a Educación, se pueden consultar aquí.

 Según datos del informe “La equidad educativa en España y sus comunidades autónomas en PISA 2022” (elaborado por Esade y Save the Children), el alumnado desfavorecido de la Región de Murcia tiene 9,4 veces más probabilidades de repetir curso que los de alto nivel socioeconómico a igualdad de rendimiento académico.

Si tu situación socioeconómica es mala, tu historial académico sufrirá las consecuencias. Con un mal historial académico, será difícil encontrar un buen trabajo. Sin un buen trabajo, será complicado salir de la mala situación económica en la que estás. Así funciona el círculo vicioso de la pobreza.

Sobre este blog

Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.

Etiquetas
stats