Este no es el artículo que tenía previsto, pero no puedo dejar pasar los tristes sucesos de Lorca. Trabajo allí desde 2008 y he visto como sufría terremotos e inundaciones. A veces decía, para bromear, que ya solo me quedaba el incendio, pero jamás pude imaginar el giro de los acontecimientos.
Cuando llegué a Lorca en 2008 me encontré con un inmenso olor a purines que inundaba la ciudad y hacían la vida imposible. Tal era aquel que las cartas al director abundaban en los periódicos y las quejas atravesaban toda la población que vivía con las ventanas cerradas. Aquella situación se ha ido paliando con los años. Las denuncias al y del Seprona y una mayor conciencia cívica han acabado con aquel olor insoportable en el centro de la ciudad. Tanta fue la presión y el olor que los cebaderos comenzaron a desplazarse hacia otros lugares del término municipal dando lugar a múltiples manifestaciones de vecinos hartos del hedor y del poco respeto a la vida en común. Con los años la situación se fue mejorando en la ciudad y agravando en las pedanías, tanto que en 2016 el PP organizó una comisión para conciliar las explotaciones con la vida en común. Pero, ¿quién aguanta a un cebadero a pocos metros de su casa? Por higiene y salubridad han de estar lejos de los núcleos urbanos. Es por estos dos motivos por lo que en el pleno abortado se iba aprobar, en consonancia con la legislación europea, nacional y autonómica, que las nuevas explotaciones de porcino estuvieran a una distancia mínima de 1.500 metros de los núcleos poblados, colegios, hospitales, 500 de manantiales y 100 de cauces y ramblas, para evitar olores y la transmisión de enfermedades contagiosas (una zoonosis como la que vivimos).
Estas medidas no son aplicables a las explotaciones ya existentes para las que únicamente se establece la imposibilidad de ampliación si están a menos de 1.000 metros del casco urbano. A pesar de que los criterios estaban claros, los dos partidos políticos que gobiernan la comunidad (los antaño tránsfugas deben ser readmitidos en Vox según sentencia judicial) han mentido y desinformado durante estos días a los ganaderos (como uno de ellos ha reconocido), soliviantándoles para que sucediera lo que pasó, un motín que tendrá consecuencias legales. Todo ello obviando la salud de los ciudadanos, las quejas de otra parte de la población sobre los olores. Unos hedores que llevaron a unos amigos, en 2008, a los que recomendé los desfiles bíblico-pasionales, a decirme: todo muy bonito, pero nos fuimos, aquella peste no había quien la aguantara.
No es una ganadería sostenible aquella que imposibilita que los demás crezcan, la que resta dinero al turismo con sus insalubres olores, la que para triunfar exhibe impúdicas muestras de violencia sin atender a las reglas de la vida en común dejando otro meme más con el que se identifica una Región, mientras el Gobierno regional se deja miles de euros en FITUR, para promocionar qué. Nuestro futuro no es ese sector primario que, protegido por el Gobierno regional, acaba con todo alimentándose con mano de obra barata y no formada. Mano de obra que parece querer cultivar este Ejecutivo hurtando la necesaria inversión en educación que nos hace tener los peores resultados del país y la mayor tasa de embarazo adolescente.
Es deleznable quien se muestra contrario a cumplir las reglas mínimas de convivencia expresada en la legislación y que ha decidido aunarse con la extrema derecha para acabar con las instituciones democráticas. No es el campo lo que ha estallado, lo que ha colapsado son las reglas que hacen posible la vida en común. No hay nadie en su sano juicio que quiera que nuestras ciudades huelan a mierda. Pero bueno, después de ver cómo se han cargado la marca Murcia, el turismo del Mar Menor y cómo van a por el turismo de la Red Natura con su política medioambiental con las canteras, ya no me parecería raro que acabaran con las procesiones de Lorca y dentro de un poco más con Marina Cope. Al paso que vamos la Región terminará siendo un vertedero.