El Ayuntamiento de Murcia, con innumerables y acuciantes problemas sociales, medioambientales y de servicios e infraestructuras que atender, ha destinado estas semanas una ingente cantidad de dinero público para llenar la ciudad de sangre de toro. La que impregna el cartel de la Feria Taurina, innegablemente descriptivo de la tortura que se promociona, que copa el alumbrado público, está presente en miles de folletos, en los escaparates de los comercios (incentivados por premios en metálico) y en 100.000 abanicos.
Vano esfuerzo. El derroche de dinero público no retorcerá una tendencia inequívoca: la industria del maltrato animal agoniza. Sus lamentables espectáculos tienen cada vez menos público. Lo vimos hace unas semanas, cuando una campaña nacional, con retransmisión de TVE incluida y visita del monarca jubilado, no consiguió llenar ni la mitad de la plaza de toros de San Sebastián en la “esperada” vuelta de la carnicería taurina a la capital guipuzcoana.
Por contra, el cambio político que comenzó a germinar esta primavera ha llevado a muchos pueblos a demostrar que es más que posible divertirse sin corridas ni encierros, que la violencia contra los animales no es ni ética, ni segura, ni rentable socioeconómicamente. Los municipios que han innovado con fiestas alternativas como la de correr delante de una ‘piedra’ de gomaspuma gigante y rodante, o la de lanzarse calle abajo resbalando sobre flotadores, han acaparado el interés mediático nacional y serán imitados por decenas el verano próximo. Otra buena idea la daba hace unos días los componentes de una carroza en las fiestas de El Raal, imitando una corrida pero con jóvenes disfrazados de toro. Fueron todo risas (un vídeo viral lo demuestra) y no se molestó a ningún animal.
Frente a esta nueva España que sorprende, ilusiona y respeta, los ‘festejos’ taurinos han dejado otro verano más un reguero de muertes. Siendo este año especialmente numerosos los accidentes que han costado la vida a los asistentes a estos actos, como el vendedor de cupones que falleció corneado en Bullas.
Murcia ha perdido con la Feria Taurina iniciada este martes otra oportunidad para sumarse al cambio que irreversiblemente viene. El que traerán los jóvenes que abrumadoramente desprecian el maltrato animal y dan la espalda a esta barbarie, por mucho que se empeñen en lo contrario los más rancios poderes públicos.
Desde Cambiemos Murcia seguiremos reivindicando unas fiestas distintas. Innovadoras, verdaderamente populares y radicalmente respetuosas. Serán otros quienes tendrán que explicar por qué se mantiene el mismo modelo de costumbrismo sangriento en nuestras Fiestas. Aquellos que recurren a argumentos anacrónicos para justificar su desfase cultural, quienes les apoyan desde la supuesta oposición y quienes miran para otro lado.
Margarita Guerrero es concejala de Cambiemos Murcia en el Ayuntamiento de Murcia
El Ayuntamiento de Murcia, con innumerables y acuciantes problemas sociales, medioambientales y de servicios e infraestructuras que atender, ha destinado estas semanas una ingente cantidad de dinero público para llenar la ciudad de sangre de toro. La que impregna el cartel de la Feria Taurina, innegablemente descriptivo de la tortura que se promociona, que copa el alumbrado público, está presente en miles de folletos, en los escaparates de los comercios (incentivados por premios en metálico) y en 100.000 abanicos.
Vano esfuerzo. El derroche de dinero público no retorcerá una tendencia inequívoca: la industria del maltrato animal agoniza. Sus lamentables espectáculos tienen cada vez menos público. Lo vimos hace unas semanas, cuando una campaña nacional, con retransmisión de TVE incluida y visita del monarca jubilado, no consiguió llenar ni la mitad de la plaza de toros de San Sebastián en la “esperada” vuelta de la carnicería taurina a la capital guipuzcoana.