Anda el patio –– ¿o el gallinero? –– derechista revuelto con tanta candidatura que se adivina en el horizonte de las municipales y autonómicas. Los cronistas anticipan una dura pelea por conseguir posición predominante en el panorama que abarca a toda la derecha. Está, por un lado, en posición supuestamente dominante el de siempre, el PP. Le aprieta Ciudadanos. Entró en liza reciente, clara y decididamente los reconvertidos de Somos Región. Y aparece amenazante el espectro del dictador innombrable encarnado en Vox, cuyos éxitos de convocatoria reciente acongojan espíritus y sirven de recocijo en círculos de notabilísimos carcamales, tipo Casino de Murcia, Círculo Taurino y demás.
No hay que asustarse. Al final los votos para la derecha, con 'ona' o sin, en Murcia son los mismos: muchísimos. Demasiados, diría algún optimista. Los que siempre ha habido.
Cierto que el reparto puede variar mucho, pero el resultado final siempre viene siendo el mismo desde los tiempos aquellos de 1995: la derecha, más bien 'ona', manda romana en Murcia. Pues muy poca diferencia hay en la práctica entre lo que propugna Vox con lo de Somos Región, PP o Ciudadanos. Cuestión de símbolos y escudos de banderas. En la práctica, el dilema es falso.
No nos engañemos. El liberalismo murciano contemporáneo pasó a mejor vida con la retirada política de Antonio Pérez Crespo y compañía. Desde entonces, la derechona, sin ambages, se ha enseñoreado del espacio político y social. Esa zona dominante que fue predio del caciquismo católico de la CEDA, heredado tras la guerra civil por la nueva pequeña burguesía ligada a las camisas azules y luego a los movimentistas agrarios fervientes propagandistas del nacionalcatolicismo.
Miremos alrededor y no hay más que verlo. Se confunde don de gentes y afabilidad con un supuesto liberalismo que, en la práctica, no es tal. Gran ejemplo es el actual alcalde de Murcia, que más ligado no puede estar, por convicción y trayectoria, a los poderes nacionalcatólicos, que tienen de liberales lo que yo tengo de moderado.
Y tenemos de apóstol liberal-nacional a un ingeniero hijo putativo de Ansar que fue campeón mundial de lanzamiento de hueso de oliva, nada menos, y que el otro día, sin ir más lejos, aseguró que el aborto no es un derecho. Ergo, ¿qué es lo que está legislado? ¿un capricho?
Ambos personajes ejemplificados no son más que los últimos eslabones de una cadena en la que el actual mandamás regional no pasa de ser un accidente heredado de otro heredero de nivel anecdótico que dejó a su pueblo en un marasmo de obras inconmensurable. Porque antes, a partir de 1995 y gracias al triunfo del vicepresidente décimocuarto de la cámara europea, afloró de nuevo a la superficie regional algo que nunca había sido enterrado, gracias, entre otras cosas, a la tibieza socialdemócrata.
Aquel viejo caciquismo cedista había sido sustituido por el clientelismo, el nepotismo y el “yo soy pariente de tú sabes quién” en una sociedad en la que importaba e importa mucho quién eres y de donde vienes, suplantada la pureza ideológica inicialmente 'antirroja' de la posguerra por las relaciones, los favores recíprocos, el control de las administraciones públicas. A partir de 1995, el culto a la nueva riqueza ostentosa “que creaba riqueza para los murcianos” se unió al menú.
La (pen)última muestra visible: el boom del ladrillo y la cantidad de nuevos importantes sociales, cultivados con devoción por la clase política derechista, tuvieran o no el correspondiente cachorro con master o estancias académicas en Miami y similares. Porque aquí, de Harvard, Stanford, Yale o UCLA, pocos. Aquí, de la UCAM, con título regalado ––es decir, comprado––, los que más.
Porque lo liberal auténtico, eso ideológicamente equiparable a la derecha Europea, a los creadores del Estado del Bienestar, por ejemplo, y a la derecha con sentido de Estado, en Murcia no existe. Todo lo más, neocons gringos. Miremos la Educación, la Sanidad, los desahucios, los servicios sociales… y veamos cuáles son los verdaderos planteamientos de estos cuatro partidos cooptantes al granero derechista. Faltaría otro. No hay quinto malo, según el casposo taurinismo local. Desde luego, si apareciera ese postrer jinete, tampoco sería liberal. Sería la bomba, el superapocalipsis. Miedo me da.
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