Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.
Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.
Madrid. Nueve de la mañana de un día de primeros de julio. El éxodo de los veraneantes ha restado ajetreo a las calles. Cincuenta, sesenta, setenta personas se amontonan frente a la puerta de un establecimiento. Se mezclan los sudores y los alientos, impacientes. “¡Que abren, que abren!”. En segundos, la concentración se disuelve y avanza en formación capilar. A la vanguardia, esa señora. La de siempre. La del bolso adherido al costado y las piernas cortas pero rápidas. La que ocupaba la portada de los informativos el primer día de las ansiadas rebajas de verano. ¿Quién no la recuerda?
Hace tiempo que dejó de acudir a esa cita ineludible de búsqueda entre montones de retales y peleas por la última talla 46. Pero las rebajas siguen llegando cada año. Puntuales. Atractivas.
Estamos de rebajas, señores.
También están de rebajas las promesas, por cierto. Qué bonito término y qué poco respetado. Fíjese, están ahí, al lado de los robots de cocina y las lavadoras al 40%. Si no se la lleva, se arrepentirá. Luego no vuelva a por ella, que me la quitan de las manos.
Como la promesa del ministro Montoro de aumentar la financiación de las Comunidades Autónomas en 10.000 millones de euros para 2016. Promesa que, a su vez, ha llevado a los gobiernos autonómicos a prometer mejoras sociales en educación, sanidad o ayuda a dependientes.
De ahí que Pedro Antonio Sánchez, nuestro flamante presidente autonómico, haya asegurado en la primera sesión del Debate de Investidura que, entre otras cosas, se reducirán los impuestos y que ¡oh, sorpresa! se abrirá el aeropuerto de Corvera. Para esto último no ha puesto fecha. Que será político, pero no tonto.
Y, si me aprieta un poco, le doy un perdón de regalo. Mucho más barato que pedir permiso ¡A precio de saldo, oiga!
Quizá también Pedro A. Sánchez tenga que pedirlo algún día, si es que le imputan por el ‘caso Auditorio’. Sabe que ahora no es momento de hacerlo. El perdón cotiza a la baja y es mejor esperar. O quizá tampoco lo pediría entonces. Total, hasta que uno no se vea entre rejas, no tiene por qué ser culpable de nada. Y, algunos, ni por esas.
Que se lo digan al nuevo Gobierno de la Generalitat Valenciana que, nueve años después, ha pedido perdón a las víctimas del accidente de metro de 2006. Que Francisco Camps, presidente por aquel entonces, lo hiciera, eso ya era más engorroso. Tantas citas con el sastre le dejan a uno poco tiempo para trivialidades.
Para colmo, a más de uno le tocará también pedir perdón por manifestarse. A estos les saldrá más caro. Concretamente, el precio que fije la ‘autoridad competente’. Eso nos pasa por no ser aforados.
¡No se vaya todavía! ¡Que se pierde el producto estrella! La honradez, a medio céntimo de euro el kilo. Pero de los euros buenos, no de los de las pesadillas helénicas. Baratísima, ¿verdad? Tirada, dirían muchos. Sí, por los suelos. La honra nos suena a decimonónico, y faltarle al respeto es el pan nuestro de cada día.
Algunos la buscan en las nuevas formaciones políticas. Esas que empiezan a viciarse con los efluvios del poder y se parecen cada vez más a las antiguas. Tanto, que hasta se dan la mano para, dicen, sacar a la honradez de la sección de descuentos. Darle el valor que se merece, y un escaparate para ella sola.
¿Ve? Así, a lo tonto, ya tiene las bolsas llenas y la cartera vacía. ¿Nada más? ¿Está seguro? Gracias por su visita.
Eso sí, piénselo dos veces. Si en casa se da cuenta de que estas promesas, este perdón y esta honradez no le sientan bien, tendrá que quedarse con ellas. Ya sabe que en España no le reembolsamos su dinero.
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