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Sí a la peatonalización del Carmen

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Transito todos los días por el barrio del Carmen; lo atravieso en toda su longitud y, por tanto, tengo una idea hecha de lo que es y de lo que podría ser. Ahí están los lugares comunes empleados por los murcianos para referirse a este distrito de la ciudad de Murcia: ora que se trata de 'El Barrio' con mayúsculas y por excelencia; ora que constituye el paisaje más castizo de la ciudad… Nadie duda de las particularidades excepcionales de esta zona con tanta historia de la ciudad. Pero, precisamente, cuando se vive diariamente su realidad, es fácil que emerjan todos aquellos inconvenientes en su diseño actual que dificultan el desenvolvimiento de residentes y quienes –de una u otra manera- hacen vida allí. Sin duda alguna, el principal de estos problemas es el excesivo tráfico que soporta esta zona de la ciudad. Cualquier peatón que quiera caminar desde el jardín de Floridablanca hasta El Rollo verá su paso interrumpido por demasiados semáforos que entrecortan –más que en ningún otro punto de Murcia- su paso.

Esta ausencia de trayectos limpios genera un innegable estrés en el viandante que, de una manera casi preconsciente, se siente como una suerte de intruso en una jungla de asfalto y en medio de un volumen de tráfico ensordecedor. El impacto acústico es difícilmente soportable, y, con seguridad, el del Carmen constituye uno de los paseos por la ciudad de Murcia más áridos que cualquier habitante o visitante de Murcia se puede encontrar. El pensamiento generalizado, entre los murcianos, es evitar, en la medida de lo posible, el paseo por sus calles. Nadie cruza el Puente de los Peligros por placer para vivir el ambiente del Carmen. Porque, ciertamente, el excesivo tráfico y la atmósfera horrísona se convierten en factores con una gran capacidad de disuasión. Y lo paradójico de esta situación es que tal circunstancia suceda en una zona que tiene como centro neurálgico uno de los espacios con más encanto de la ciudad de Murcia: el jardín de Floridablanca.

De hecho, el crecimiento, durante las últimas décadas, del Carmen no se ha producido en torno a este histórico pulmón verde, sino al denso tráfico y a su transformación en confluencia de una multitud de vías de circulación que hacen embudo en sus calles principales.

Con este panorama, el proyecto de peatonalización del barrio del Carmen –incluido en el Plan de Movilidad Sostenible del Ayuntamiento de Murcia- se revela como una de las actuaciones más urgentes y necesarias que se hayan ideado para el entramado urbano de la capital durante las últimas décadas. De hecho, cuando los sucesivos inquilinos de La Glorieta han empleado expresiones como “transformar la ciudad” o trabajar en la “Murcia del futuro”, no siempre ha estado claro en qué estaban pensando, pero, desde luego, una medida como esta es de las que efectivamente permiten cambiar drásticamente –para mejor- el modelo de ciudad. Una ciudad no se transforma con medidas estéticas o acciones de superficie, sino tocando en aquellos puntos sensibles que pueden redefinir su organización y funcionamiento. Restar volumen de tráfico al barrio del Carmen y priorizar a los peatones por encima de los vehículos constituye una medida tan importante para el cambio de modelo de ciudad como lo han sido, por ejemplo, la peatonalización de Alfonso X y la recuperación de la mota del río.

Desde este prisma, resulta incomprensible la aparición de un núcleo de resistencia como el representado, en el presente caso, por la plataforma 'Cierran mi barrio', que, o no están informados bien o, interesadamente, están informando mal. El plan de peatonalización del Carmen permitiría su incorporación natural a la zona de ocio habitual de los murcianos, que ya no sentirían pereza por cruzar el Puente de los Peligros para adentrarse en una selva de coches, humo y cláxones desquiciantes. Los comercios de la zona, lejos de sentirse resentidos, verían incrementadas exponencialmente sus posibilidades. Un movimiento asociativo creado para defender el tráfico frente a la peatonalización no es del siglo XXI, sino del XIX. Él sí que no es sostenible, y no el proyecto diseñado por el Ayuntamiento para el Carmen, que supone acelerar la convergencia de Murcia con las mejores y más atractivas urbes europeas.

Transito todos los días por el barrio del Carmen; lo atravieso en toda su longitud y, por tanto, tengo una idea hecha de lo que es y de lo que podría ser. Ahí están los lugares comunes empleados por los murcianos para referirse a este distrito de la ciudad de Murcia: ora que se trata de 'El Barrio' con mayúsculas y por excelencia; ora que constituye el paisaje más castizo de la ciudad… Nadie duda de las particularidades excepcionales de esta zona con tanta historia de la ciudad. Pero, precisamente, cuando se vive diariamente su realidad, es fácil que emerjan todos aquellos inconvenientes en su diseño actual que dificultan el desenvolvimiento de residentes y quienes –de una u otra manera- hacen vida allí. Sin duda alguna, el principal de estos problemas es el excesivo tráfico que soporta esta zona de la ciudad. Cualquier peatón que quiera caminar desde el jardín de Floridablanca hasta El Rollo verá su paso interrumpido por demasiados semáforos que entrecortan –más que en ningún otro punto de Murcia- su paso.

Esta ausencia de trayectos limpios genera un innegable estrés en el viandante que, de una manera casi preconsciente, se siente como una suerte de intruso en una jungla de asfalto y en medio de un volumen de tráfico ensordecedor. El impacto acústico es difícilmente soportable, y, con seguridad, el del Carmen constituye uno de los paseos por la ciudad de Murcia más áridos que cualquier habitante o visitante de Murcia se puede encontrar. El pensamiento generalizado, entre los murcianos, es evitar, en la medida de lo posible, el paseo por sus calles. Nadie cruza el Puente de los Peligros por placer para vivir el ambiente del Carmen. Porque, ciertamente, el excesivo tráfico y la atmósfera horrísona se convierten en factores con una gran capacidad de disuasión. Y lo paradójico de esta situación es que tal circunstancia suceda en una zona que tiene como centro neurálgico uno de los espacios con más encanto de la ciudad de Murcia: el jardín de Floridablanca.