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La sirenita negra

Fotograma cedido por Disney donde aparece Halle Bailey como Ariel, durante una escena de la película en versión humana de "The Little Mermaid" ("La Sirenita"). EFE/Disney

Ángel Sánchez Bahíllo

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El 26 de mayo de 2023 se estrenará en los cines de Murcia la película 'La Sirenita', protagonizada por la actriz negra Halle Bailey. La elección de esta actriz ha generado polémica por su raza. Unos consideran que este personaje debería ser representado exclusivamente por una actriz blanca. Otros aplauden la elección del reparto por representar una actitud inclusiva. Quisiera reflexionar sobre ello.

La historia en cuestión es una adaptación de un cuento del escritor danés del siglo XIX Hans Christian Andersen, un blanco en un mundo de blancos en el que resultaba difícilmente concebible la diversidad étnica que vivimos en Occidente en el siglo XXI.

Un actor representa un personaje. En principio, la representación no depende de la existencia de características comunes entre el representante y lo representado. Un trozo de tela puede representar a un país, o una canción a una ideología política.

En cuanto a las artes escénicas, los actores de la Grecia clásica interpretaban personajes femeninos, e incluso divinos, sin que la diferencia entre su cuerpo y el referente que representaban supusiese un problema. En tiempos más recientes también tenemos ejemplos de actores haciendo personajes de otro sexo. John Travolta representó un personaje femenino en 'Hairspray' y Cate Blanchett hizo lo propio con Bob Dylan en 'I´m not there'.

También hay casos de actores que interpretan personajes de otras razas. Anthony Quinn realizó numerosos papeles 'exóticos' y en nuestra tierra, antes de la diversificación étnica actual, era frecuente que en las cabalgatas de Reyes un hombre blanco representase al rey Baltasar.

Una cuestión diferente es que el cine nos haya acostumbrado a que los actores se caractericen de forma muy similar a sus personajes, haciendo innecesaria la función de la imaginación, al aparentar sus rasgos de forma realista mediante maquillaje, efectos especiales y, por supuesto, mediante la elección de actores que 'encajen en el papel'. Ésta es una cuestión estética, no moral.

Algunos han querido moralizar esta cuestión, patrimonializando determinados personajes en nombre de ciertos colectivos. Así, se ha llegado a considerar ofensivo que un actor blanco represente a Baltasar o que un actor heterosexual represente a uno gay, y viceversa. También se ha promovido que actores que en su vida personal muestren unos valores distintos de los de su personaje, o de los de la sociedad del momento, sean apartados de dichos papeles. Creo que lo que se muestra aquí es un fallo de la función simbólica, en una sociedad crecientemente enloquecida, confundiéndose el representante con lo representado y exigiendo similitudes entre ambos. Además, se infiltran en este asunto intereses espurios, capitalizando determinados colectivos su similitud o identificación con determinados personajes para su propio beneficio.

Se ha llegado a acuñar el término 'apropiación cultural' para denunciar el uso de símbolos o características de una cultura por parte de miembros de otra. Más allá de la falsedad inherente a toda esencialización de una cultura, y a su identificación biunívoca con un grupo cerrado de personas, la situación es tan absurda como si los griegos nos acusasen de 'robarles' la democracia.

Creo que cualquier persona puede representar cualquier personaje, o concepto, independientemente de sus características físicas. Otra cosa diferente es la distorsión del personaje en sí. En 'West Side Story', Robert Wise y Jerome Robbins convirtieron a Julieta en puertorriqueña, transformando el conflicto familiar shakespeariano y actualizándolo a un escenario racial contemporáneo. La metáfora así producida produce una nueva significación. Esto puede gustar o no, pero tiene sentido. El arte se dedica a eso. Por el contrario, cuando Idris Elba representó a Heimdall en 'Thor', convirtiendo en negro a un dios nórdico, no estaba construyendo una metáfora, sino un pastiche que bajo la bandera de la inclusividad modificaba al personaje arbitrariamente.

No habiendo visto la nueva película de 'La Sirenita', ignoro si en esta película una actriz negra representa un personaje del mundo blanco de Andersen, lo que, al margen de consideraciones estéticas, no debería suponer un problema, o si Rob Marshall ha modificado el personaje. En el segundo caso, necesitaría entender qué pretende expresar el director con esa modificación para poder opinar al respecto. De momento, me sorprende la cantidad de opiniones rotundas que hay circulando al respecto antes de que la película se haya estrenado.

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