Según Rousseau, los individuos se unen para defenderse del entorno natural y del daño que les pueden ocasionar otras personas. Esta unión constituye una estructura, el estado, con un alto potencial de convertirse en un ente opresor para los ciudadanos que lo constituyen.
Aunque a lo largo de la historia las funciones del estado se han ido multiplicando, los conflictos que plantea su existencia siguen siendo los mismos siglo tras siglo: la maximización de su eficacia y la minimización de la opresión que ejerce sobre sus ciudadanos (dejando al margen el problema de las relaciones exteriores).
Fijándonos en dos extremos, podemos encontrar un modelo de estado mínimamente opresivo en el promovido por la ideología liberal. Este estado interviene poco en la sociedad y en la economía, permite que las fuerzas del capital se desplieguen libremente y confía en que una mano invisible regule tanto la dinámica productiva como las dimensiones económica y social. En este contexto, aunque el estado oprima poco, las desigualdades en cuanto a riqueza y en cuanto al tipo de relación con los medios de producción favorecen que unos individuos exploten a otros. Éste es el modelo de estado defendido por la derecha política.
En el otro extremo podemos encontrar un modelo de estado intervencionista que intenta controlar la economía, como en el mercantilismo, o que incluso trata de extender su control a la sociedad constituyendo regímenes totalitarios. Este modelo de estado puede resultar más opresivo al monopolizar la economía y suplantar la acción social hasta el punto de asfixiar la libre iniciativa del pueblo. Por otra parte, este estado tiene una mayor capacidad de proteger a unos individuos frente a otros, que es lo que busca la izquierda política.
En el mundo occidental del siglo XXI no nos situamos en ninguno de estos extremos, sino en una inestable posición intermedia fruto de la dialéctica entre las opciones polares. Además, los sistemas de contrapesos y controles limitan la opresividad del estado. En cualquier caso, hay cuestiones en las que los intereses del estado creado para servir al pueblo chocan frontalmente con los de éste.
El sostenimiento económico del estado se realiza a costa del pueblo. El estado puede producir riqueza a través de sus propios medios, pero estos medios de producción de titularidad pública quedan detraídos de los bienes accesibles a los ciudadanos particulares. De forma mucho más significativa, el grueso de la financiación estatal procede de impuestos que el estado extrae del pueblo, privándole de forma directa de esa riqueza.
El funcionamiento del estado requiere que éste controle, en mayor o menor medida, al pueblo, lo que supone restringir sus libertades. Además, este funcionamiento va a ir orientado hacia unos objetivos determinados por una ideología que se impone al pueblo, independientemente de que esas ideas estén alineadas o no con los deseos o los intereses de la mayoría de ciudadanos.
Este choque entre estado y sociedad provoca reacciones como el anarquismo radical (o la pataleta de quemar contenedores de basura), la adscripción a instituciones antiestatales (como estados alternativos promovidos por ideologías nacionalistas, cultos religiosos e ideológicos de distinto tipo, etc) o la propuesta de debilitar el estado propia del argumentario liberal.
Otro frente de ataque al estado es el llamado tercer sector, constituido por instituciones sin ánimo de lucro económico, que desempeñan funciones públicas al margen del estado.
Entiendo que, a pesar de sus limitaciones e inconvenientes, el estado democrático que pertenece al pueblo, está regido por el pueblo, y trabaja para el pueblo, es la institución orientada a servir a la ciudadanía que mejor puede defender sus intereses.
Las ONGs pueden ejercer una función de tercero entre el estado y la sociedad para amortiguar conflictos de interés. Así, si el dinero obtenido por el estado mediante multas se canalizase por esta vía, se podría amortiguar la rapacidad recaudatoria del estado en este campo.
Sin embargo, cuando el tercer sector es financiado mediante subvenciones de dinero público, reúne las desventajas de la iniciativa privada con los inconvenientes del estado. Estas ONGs están dirigidas por ideologías que el pueblo no puede refrendar o rechazar en las urnas, no están sometidas al mismo control y escrutinio que las instituciones públicas, contratan y favorecen a unas personas u otras sin aplicar los mismos criterios de equidad que el estado y, sin embargo, cargan a los ciudadanos con su sostenimiento mediante impuestos. Desplazan al sector público asumiendo tareas que el estado podría desarrollar de forma mejor alineada con estrategias generales, con más equidad, y con profesionales mejor seleccionados.
El tercer sector se acaba convirtiendo en un caballo de Troya que el liberalismo utiliza para desmantelar el estado, quitándole funciones en los terrenos sociales, sanitarios, etc.
Entiendo que los ideólogos liberales promuevan el desarrollo de este tercer sector, sin embargo, necesitaría que me explicasen por qué políticos adscritos a partidos de izquierdas apoyan el debilitamiento del estado en favor de las ONGs. Creía que la izquierda buscaba la igualdad, facilitada a través del estado. Si la izquierda que tenemos no se dedica a eso, ¿a qué se dedica?
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