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La táctica del ventilador

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Cuando en marzo de este año, en Lorca, tras el acto en el que Ana Martínez Vidal y Diego Conesa expusieron en el patio del Palacio de Guevara sus intenciones negociadoras al presentar la moción de censura al PP, le pregunté al secretario general del PSRM-PSOE si le constaba que los seis diputados de Ciudadanos iban a respaldar la iniciativa, me sorprendió con su contestación: “Yo respondo por los 17 diputados de mi grupo”. Minutos después se supo que tres parlamentarios naranjas habían sido captados por el secretario general del PP, Teodoro García Egea, para desmontar la trama y frenar la citada moción.

A la imposibilidad de formar Gobierno en el verano de 2019, luego de ganar el PSOE las autonómicas tras cinco legislaturas, se unió después la frustración de que no prosperase la posibilidad de desbancar, de una vez por todas, a los populares del Ejecutivo regional, instalados en él desde 1995. Y, en ambos casos, por culpa de Ciudadanos. En el primero, al considerar al PP como socio preferente; en el segundo, por la indisciplina de sus diputados, divididos en banderías y dispuestos a firmar la iniciativa para luego desdecirse.

Las explicaciones dadas la pasada semana por Diego Conesa en el último comité regional socialista, filtradas mediante una grabación al diario La Opinión de Murcia, sobre la hipótesis por la que no salió adelante la citada moción de censura, sonaron a eso de poner en práctica la más elemental táctica del ventilador. Es decir, esparcir responsabilidades hacia otros para intentar quedarse incólume. Lo que no tiene mucho sentido es hacerlo sobre alguien que acaba de sentarse en la mesa del Consejo de Ministros, reforzando así la confianza que el máximo líder tiene depositada en él, como es el caso de Félix Bolaños.

Hombre del núcleo duro de Pedro Sánchez, con tentáculos de poder no solo en Moncloa sino también en Ferraz, el abogado madrileño Félix Bolaños García, de 45 años, es ministro de la Presidencia desde que el presidente del Gobierno llevara a cabo la más reciente remodelación. Con anterioridad, desde junio de 2018, ocupó la secretaría general de la Presidencia del Gobierno, es decir, ha sido la mano derecha del jefe del Ejecutivo desde que este se convirtió en inquilino del Palacio de la Moncloa. Con esos antecedentes, se antoja un tanto pueril descargar sobre él toda la responsabilidad del fracaso de una iniciativa, en tanto en cuanto la obligación desde la Ejecutiva socialista murciana pasaba por advertir con suficiente antelación, mucha más decisión y efectividad que el grupo de Ciudadanos no era de fiar y que el consiguiente tortazo podría ser morrocotudo.

En unos tiempos en los que la figura del secretario general de los socialistas murcianos pasa por estar algo más que cuestionada, y en los que hay un sector crítico ávido de verlo puesto en un brete, resulta poco diligente tirar piedras contra el propio tejado, máxime cuando se pasa por ser alguien de adhesión inquebrantable al sanchismo, pero al que no le duelen prendas a la hora de criticar a uno de sus máximos valedores. O esto es una imprudencia o bien una inconsciencia, porque no alcanzo a atisbar el término medio. A ello se añade el comunicado posterior, que resulta de aurora boreal, con ese confeso “no estuve acertado”. Añadir que “la falta de concreción haya podido llevar a errores en la interpretación” parece que ahondara más en la herida. Y ya no digamos utilizar el desafortunado símil de “atar a la pata de la cama” a la hoy consejera-portavoz Valle Miguélez, como forma de asegurar que esta votara a favor del cambio.

Lo que es evidente es que la intervención de Conesa en el pasado comité regional rayó en el despropósito, convirtiéndose en un peldaño más en la agónica carrera cuesta abajo de cara a las autonómicas y municipales de 2023, para las que las encuestas ya auguran un amplio triunfo de las derechas, propiciado en parte por los errores garrafales del rival. Los verdaderos motivos por los que Joaquín Vela abandonó en mayo la alcaldía de Las Torres de Cotillas, que trascendieron en ese mismo comité, constituyen un nuevo salto al vacío. A estas alturas, no necesitará el líder de los socialistas murcianos mirar muy lejos para comprobar que se puede estar en política sin pisar tantos charcos en tan corto espacio de tiempo. A la Glorieta, por ejemplo, donde hay un alcalde mesurado y paciente, al menos para los dos próximos años, al que flaco favor se le está haciendo con seriales telemáticos como el protagonizado el jueves desde Princesa.

Cuando en marzo de este año, en Lorca, tras el acto en el que Ana Martínez Vidal y Diego Conesa expusieron en el patio del Palacio de Guevara sus intenciones negociadoras al presentar la moción de censura al PP, le pregunté al secretario general del PSRM-PSOE si le constaba que los seis diputados de Ciudadanos iban a respaldar la iniciativa, me sorprendió con su contestación: “Yo respondo por los 17 diputados de mi grupo”. Minutos después se supo que tres parlamentarios naranjas habían sido captados por el secretario general del PP, Teodoro García Egea, para desmontar la trama y frenar la citada moción.

A la imposibilidad de formar Gobierno en el verano de 2019, luego de ganar el PSOE las autonómicas tras cinco legislaturas, se unió después la frustración de que no prosperase la posibilidad de desbancar, de una vez por todas, a los populares del Ejecutivo regional, instalados en él desde 1995. Y, en ambos casos, por culpa de Ciudadanos. En el primero, al considerar al PP como socio preferente; en el segundo, por la indisciplina de sus diputados, divididos en banderías y dispuestos a firmar la iniciativa para luego desdecirse.