Hasta ayer parecía que la legislatura del ecocidio terminaba de la mano de Antonio Luengo como Consejero de Agricultura (también lo es, nos tememos que a su pesar, de Medio Ambiente) apuntándose el discutible y sorprendente mérito de lograr la casi destrucción de los órganos ambientales de la Comunidad Autónoma. A día de hoy, el Gobierno que ha presumido de la simplificación administrativa y ambiental, deja un colapso total para las empresas y los ciudadanos y, sobre todo, para la conservación de nuestro medio natural. Pero nos equivocamos: el presidente López Miras ha decidido apartar a Luengo de las competencias y crear una flamante, y atractiva socialmente, Consejería de Medio Ambiente, Mar Menor, Universidades e Investigación.
Durante su mandato en materia medioambiental, el consejero Luengo, solo o en compañía de otros, se ha ganado la medalla de ser el responsable político que ha generado las mayores trabas en asuntos ambientales de los últimos tiempos. Y si el año 2022 ha sido desolador en este aspecto, el 2023 comenzaba con clara vocación de superarlo y de colocarse como el peor en lo que a la gestión política del medio ambiente murciano se recuerda. El nuevo consejero, Juan María Vázquez Rojas, veterinario, profesor universitario y senador, al que damos los tradicionales (ufff) 100 días de gobierno para que ponga en marcha el necesario cambio en materia ambiental, deberá demostrar que la creación de la nueva consejería no es un producto de marketing electoral y sí una enmienda a la totalidad de tanto desastre pasado.
La organización del aparato ambiental de la Consejería de Agricultura y muchos etcéteras se ha hecho famosa por el desinterés con el que la asume el Gobierno regional. No olvidemos que tanto la Dirección General de Medio Natural como la del Mar Menor funcionan descabezadas desde hace meses, sin directores al mando. Y recordemos que los responsables de estas direcciones y de la de Medio Ambiente, ante la situación de bloqueo técnico, han solicitado en varias ocasiones, por todos los medios oficiales y extraoficiales a su alcance, la urgente contratación de personal, llegando incluso a filtrar documentos a la prensa a modo de descargo.
Ante la ausencia de dirección política, Luengo, como de costumbre, decidió mirar para otro lado, de forma que las competencias y la responsabilidad de estas direcciones las tuvo que asumir el todavía secretario general Víctor Manuel Martínez, otrora portavoz del partido del Gobierno. Martínez, nombrado candidato a la alcaldía de Santomera, se ha limitado a no dirigir nada ni a mostrar apoyo alguno destacable, adoptando el papel de cómplice silente de esta destrucción interna de la consejería, quizá a sabiendas de su destino político. Obviamente, desde que fue nombrado candidato municipal, su esfuerzo está dedicado a la política municipal y no parece que estos problemas le turben lo más mínimo.
En la práctica, ante esta situación de desgobierno y falta de medios, los departamentos ambientales de la Comunidad de Murcia funcionan gracias al empeño personal de unos pocos funcionarios, una parte importante de ellos interinos, que se dejan la piel día tras día en contra de lo que parece el criterio de sus dirigentes políticos. Y en estas condiciones es difícil trabajar.
Por si hubiera algún atisbo de esperanza, para añadir más dificultades y como regalo de Reyes al medio ambiente murciano, el consejero Luengo parecía querer dar la puntilla despidiendo a buena parte de los técnicos que ha impedido el bloqueo de su consejería en 2022. Con el inicio del año, nueve profesionales de diversas disciplinas ambientales han sido despedidos y al menos otros catorce lo serán en los próximos meses. Sin duda, el nuevo Consejero de Consejería de Medio Ambiente, Mar Menor, Universidades e Investigación tiene un primer expediente, y no menor, para cuando su nombramiento sea efectivo: conseguir dotar a las direcciones generales medioambientales del personal suficiente para que la protección de la naturaleza sea efectiva y para participar en el despliegue de todas las posibilidades de la Agenda 2030 (el primero de los objetivos no ha sido conseguido por ningún consejero anterior competente en la materia).
El personal despedido o en puertas de serlo fue contratado de forma dudosa, irregular, como se tiene por costumbre en las direcciones generales ambientales desde tiempos históricos. Contratos precarios, de pocos meses, con despidos constantes y largos periodos de tareas desasistidas. Estas son las trabas reales, esto es la verdadera causa del bloqueo de innumerables asuntos que se apiñan en archivos y discos duros. Prácticas laborales que provocarían el hundimiento de cualquier empresa en el ámbito privado o, como es el caso, el colapso manifiesto de cualquier administración pública.
Estas prácticas, ejercidas sobre una plantilla pírrica que ha soportado una desatención histórica, es particularmente preocupante en el escenario económico y climático en el que nos encontramos, que no parece alterar a los que gobiernan. Sin duda alguna, no solo urge recomponer lo desmontado, sino que resulta inaplazable asignar recursos suficientes al aparato ambiental, la situación es tal que parece necesario duplicar o quizá triplicar el número de técnicos ambientales para alcanzar unos mínimos de calidad en esta Región que se pretende moderna.
Estas son las verdaderas tablas del ya incompetente en materia ambiental, consejero Luengo. Las trabas son la ineficacia planificada e intencionada de la Administración. Sepa el ciudadano que detrás de ese registro en el que deposita su solicitud, su proyecto o su propuesta ambiental no hay casi nadie ni casi nada por dejación de la acción política.
Desafortunadamente, la verdadera imagen de la Región de Murcia es, a día de hoy, la del incumplimiento sistemático de plazos y compromisos ambientales; para los grandes asuntos pero también para los ciudadanos y las empresas. Díganme con qué cara nuestro presidente y el nuevo consejero de Medio Ambiente, Mar Menor, Universidades e Investigación, reclaman al Estado o a la Unión Europea supuestos derechos o beneficios cuando su carta de presentación es el incumplimiento ambiental sistemático e intencionado, el colapso en los plazos y la falta de ejecución presupuestaria.
Estas son las trabas ambientales reales, las que han paralizado la tramitación en la Región de Murcia y las que impiden el acceso a los recursos y a los mecanismos financieros, las que nos mantienen en el furgón de cola. Pueden aprobar el enésimo decreto de simplificación pero se olvidan de que sin medio ambiente no hay futuro, ni tampoco desarrollo. Esperemos que los cambios anunciados en la composición del Gobierno de la Región de Murcia sirvan para algo y no para rellenar primeras páginas de periódicos o iniciar los noticiarios de radio o televisión.
1