Refugiados: ¿por qué tanto silencio?
Hemos regresado de nuevo a la Isla de Lesbos, a los campos de refugiados de Moria y Monte de los Olivos y la situación ha empeorado considerablemente desde este verano que estuvimos, aunque pensábamos que eso sería imposible. Ya no hay unos diez mil refugiados, ahora hay unos veinte mil, hacinados en pequeñísimas tiendas de campañas, donde tienen que estar una media de seis personas.
Los que están llegando no tienen agua ni luz, teniendo que soportar un frío tremendo, la lluvia y la humedad, que recala todo, hasta los huesos. Nos enseñaba un refugiado un aparato de aire, porque su hijo pequeño tenía asma y no podía utilizarlo porque no tenía luz, y nos lo decía con toda la desesperación de un padre que sabía que en un ataque asmático su hijo podía fallecer.
En los diferentes viajes que hemos hecho a estos campos de refugiados hemos ido constatando las condiciones inhumanas e indignas, que nada cambiaba, pero, estas condiciones inhumanas e indignas son aún mayores.
Y ante esto, nos preguntamos ¿por qué tanto silencio? ¿Cómo es posible que estas condiciones inhumanas e indignas se estén dando durante años sin que se produzca una reacción ciudadana que diga “¡basta ya!”. Esto no lo podemos consentir. Entre otros factores, hay un proceso de silenciamiento, de ocultar estas terribles realidades, de indiferencia ante este drama y sufrimiento humano.
Se trata de acallar las guerras provocadas por los gobiernos de las grandes super potencias, por las multinacionales, que se han convertido en los actuales señores de la guerra y que los millones de personas que las sufren, que son las víctimas, se queden en sus países de origen y que la única esperanza sea el desplazamiento a alguna zona más tranquila, asumiendo la violencia, el hambre, la sed, las enfermedades y las heridas o, incluso, la muerte.
¿Cómo podemos ser tan cínicos? Los bombardeamos, les quitamos sus recursos, asesinamos a sus hijos y ¿queremos que no huyan a otros países? Le decimos que no vengan a Europa cuando nosotros haríamos lo mismo, que no es otra cosa que intentar, por todos los medios, poner a salvo a nuestras familias. ¿ No se entiende que la gente huya de la guerra, del horror de la guerra?
Es muy triste que la vida de miles de refugiados ya no importe. ¿Qué mundo hemos hecho para que este drama humano se silencie? Visibilizar este sufrimiento es apostar y reclamar la sensibilidad, la conciencia y la dignidad; es escuchar el grito de las familias, de los niños y niñas que solo quieren una acogida humanitaria y contribuir al bienestar del país de acogida, que desean volver de nuevo a su país cuando sea posible.
Visibilizar este drama humano es apostar por el fin de las guerras, por el respeto entre los países y nunca utilizar la guerra y la violencia. Visibilizar este drama humano es denunciar las condiciones inhumanas e indignas de estos campos de refugiados, condiciones que es establecen de esta manera intencionadamente, para que se produzca un retorno voluntario a países que aún están en guerra y destruidos. Visibilizar este sufrimiento humano es denunciar la práctica de la deportación, que es una violación del Derecho Internacional.
Quisiera terminar este artículo agradeciendo la acogida de estos refugiados que nos brindan su confianza, la cercanía, el cariño y la ternura de los niños y niñas que quieren que juguemos con ellos.
Desead que la inhumanidad y la indiferencia no tengan la última palabra.
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