“Tener que volver a cerrar es terrible, nos va a costar levantarnos de esta”, un recorrido por la Navarra confinada
La furgoneta blanca de la última serie de matrículas de Vitoria, la Y, salió a primera hora del viernes del pueblo 'fronterizo' de Araia, en Álava. En la autovía, uno, dos y hasta tres carteles rojos indicaban la entrada en territorio navarro por Ziordia. Ningún control ni barrera impidió el acceso al vehículo, que accedió al casco urbano de Alsasua, unos pocos kilómetros más allá, con la comodidad de siempre. Nada hacía indicar que lleva días operativo un confinamiento perimetral en la comunidad foral.
Tampoco Etzegarate arriba, en la muga con Gipuzkoa, hay señales de que esté vigente restricción alguna. De hecho, al otro lado del puerto se ubica la denomina 'zona roja', el punto con más incidencia del coronavirus de Euskadi. Allí se ha recomendado el confinamiento dentro de cada municipio pero, en la práctica, el formato coercitivo y el no obligatorio se controlan igual en las carreteras.
La estampa es distinta al llegar al casco urbano de Alsasua: bares, restaurantes y muchos comercios con la persiana bajada y muy poco movimiento de personas. Cuesta cruzarse con gente por la calle, tanto que recuerda a las imágenes que en el mes de marzo coparon portadas de informativos y periódicos: calzadas desérticas por el estado de alarma. En Alsasua, como en todos los municipios de navarra, la hostelería ha cerrado durante al menos 14 días, y los comercios no pueden permanecer abiertos más allá de las 9 de la noche. Además, se han limitado las reuniones a 6 personas, aunque desde el Ejecutivo foral se ha pedido que se reduzcan a las personas convivientes.
En una de las calles principales del pueblo, apenas una cafetería está abierta. “Yo vendo pan también, por eso puedo abrir”, cuenta la dueña del negocio. “Es todo muy triste tener que volver a cerrar es terrible. No sé de qué vamos a vivir, estoy vendiendo cuatro barras de pan al día y unos cuantos cafés para llevar, con eso no me da ni para pagar la luz”, lamenta. A una manzana de distancia, en otra cafetería, dos vecinos comentan la situación del pueblo con el café en una mano y el periódico bajo el otro brazo. “Es lo que hay”, se resignan. “Antes veníamos a tomar el café y leer la prensa aquí tranquilamente y ahora toca así, de pie en la calle”. Otro vecino sale al poco tiempo del establecimiento, también con su vaso de cartón humeante en la mano. “No entiendo esta medida, que cierren los bares en los que apenas ya había gente antes y no se controlen los supermercados, ahí si que se amontona la gente”, se queja.
Con el cierre de la hostelería, que solo puede abrir para servir consumiciones para llevar, se ha acabado el tradicional almuerzo de media mañana. “Yo empiezo a trabajar muy temprano y a esta hora me iba siempre a tomarme un café y un picho, a almorzar como dios manda, ahora me he tenido que buscar la vida y conformarme con este café”, lamenta Mikel. “El problema está por la noche, cuando más se bebe y los jóvenes hacen botellón, no ahora con un café. La culpa no la tienen los bares”, se queja. En la puerta de bar un cartel colgado de un negocio de Arbizu, un pueblo cercano, anuncia “menú del día a domicilio”, la nueva forma que han encontrado algunos para poder seguir con su actividad.
“Es nuestro último cartucho, si no funciona tendremos que cerrar”
A pocos más de 10 kilómetros de Alsasua, en Arbizu la actividad también se ha reducido al mínimo. Tan solo permanecen abiertas una tienda de ultramarinos, una charcutería y un pequeño supermercado. También mantiene en funcionamiento su catering Xabi. Con su mujer y su hermana han tenido que darle una vuelta al negocio para “poder seguir adelante”. “A partir del lunes empezamos con los menús del día a domicilio, estos días hemos estado pegando carteles por los pueblos de aquí al lado, es nuestro último cartucho, si no funcionada no nos quedará otra que cerrar”, cuenta.
Montaron la empresa hace pocos años, y hasta la pandemia “funcionaba muy bien”. “Servíamos comidas a empresas durante la semana y los fines de semana nos hacían muchos pedidos cuadrillas de amigos que se reunían en la sociedad gastronómica para comer”. El cierre de estos espacios de reunión social hace ya muchas semanas fruto de los brotes que se originaron en las fiestas patronales de varios municipios navarros supuso ya un duro golpe para el catering de Xabi, que ahora ha tenido que reinventarse para poder seguir funcionando. “Llevamos semanas con muy pocos pedidos, a ver si con estos menús a domicilio podemos sacar algo para al menos cubrir gastos”. Por el momento ya han recibido la llamada de los trabajadores de una empresa, que ante el cierre del restaurante al que solían ir a comer, han encontrado en el menú a domicilio una nueva forma de poder comer en el trabajo.
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