Pésate antes que nada. He ahí el saludo inicial en todas las visitas a la matrona y a ginecología de Carolina Domínguez. Ella trabaja en un campo de verduras ecológicas, así que el movimiento y el esfuerzo físico son el pan de cada día. Peso: 105 kg. Altura: 1,68kg. Talla de pantalón: 48-50 (depende de lo curvy friendly que sea la marca). Para las tablas médicas, Domínguez tiene obesidad. Para la hortelana quedarse embarazada fue una lucha mental con los riesgos que podrían correr ella y su feto. El personal sanitario así se los expuso y “el sentimiento constante fue de culpa”, dice. “Tenía miedo de poner más peso por si dañaba al niño, o por si con mi sobrepeso salía más grande, o por si me subía la tensión o por si tenía azúcar gestacional”, cuenta. Nada de esto pasó.
Se subía a la báscula y aguantaba el chaparrón. En ocasiones el agua venía en forma de miradas o de palabras pasivo agresivas. La ansiedad y la tensión le subían. Tal cual le pasa a Carmen Barroso, que estos días está esperando a su segundo niño. En su primer embarazo pesaba casi 130 kg y perdió 26 kg: las nauseas fueron su mejor amiga y vomitaba tal cual trabajaba. Ahora roza los 100 y ha perdido 16. “La matrona del centro de salud no me dice nada porque me conoce y sabe que pierdo, pero cuando llegué al Hospital Universitario de Jerez, teniendo yo ya unas contracciones brutales, una ginecóloga me preguntó si me había puesto así de gorda o ya lo era”. Tono y mirada inquisitorial mediante. Barroso le explicó que lo había pasado muy mal y que había perdido mucho peso. “Ella, con saña, me dijo: pues más tendrías que haber perdido”.
Tres años después, aquellas palabras las sigue teniendo clavadas: “Mi marido salió a por una bebida y aquella señora, en lugar de acompañarme, de ayudarme, me juzgó y me encendió ira”. A Carolina Domínguez le estaban cosiendo la cesárea cuando el médico se “asomó por el telón”: “Si te quedas embarazada otra vez tienes que perder mínimo 15 kg”. A lo que la enfermera dio el estacazo final: “Doctor, hemos cosido a gordas más gordas que esta”. La mujer cuenta que estaba muerta de miedo, conmocionada por la cirugía de urgencia y apenada porque se llevaron rápidamente al niño y que aquellas palabras las recibió como una tromba de violencia.
En la Avenida de Arcos de Jerez está ubicada Sonia Up Shop Curvy, una tienda “de moda juvenil para preciosas chicas de talla grande”. La regenta Sonia Mercury y su activismo en redes sociales (y en el establecimiento) a favor de los cuerpos no normativos hizo que Carmen Barroso le pusiera palabras al tono despectivo de aquella ginecóloga: gordofobia.
Magdalena Piñeyro es autora de 10 gritos sobre la gordofobia (Vergara, 2019) y directora técnica de las Jornadas sobre Gordofobia y Violencia Estética del Instituto Canario de Igualdad del Gobierno de Canarias. “La gordofobia es la discriminación que sufrimos las personas gordas por el hecho de ser gordas, y se basa en una serie de prejuicios y estereotipos morales, estéticos y salutistas sobre los cuerpos gordos, muy arraigados en la sociedad”. La gordofobia afecta por completo a la vida de las personas gordas, desde el bullying escolar, el acoso callejero, la falta de acceso al empleo y hasta violencia médica.
Factores de riesgo, pero no determinantes
La matrona Rocío González Jiménez trabaja en el Hospital Gregorio Marañón. Dice que la obesidad es factor de riesgo en el embarazo por enfermedades como la preeclampsia (tensión arterial elevada que surge a partir de la semana 20 de embarazo y que puede producir daños en el hígado o riñones, así como Crecimiento Intrauterino Retardado (CIR) en el feto) o por el mayor riesgo de diabetes gestacional. “Asimismo, tras el parto, las mujeres que padecieron diabetes gestacional se ha demostrado que tienen un mayor riesgo de padecer diabetes tipo II a lo largo de su vida”. Respecto al feto, la evidencia científica dice que “puede haber complicaciones como malformaciones, especialmente del tubo neural como la espina bífida, además de un peor diagnóstico por la dificultad en la realización de las ecografías, ya que cuanto más tejido adiposo más difícil es conseguir una imagen de calidad”.
González Jiménez dice que a las mujeres con IMC (Índice de Masa Corporal) elevado se las relaciona con aumento en las tasas de abortos, mayor tasa de cesáreas en el parto, hipoglucemias del recién nacido o macrosomía que puede provocar lesiones durante el parto, por ejemplo, por una distocia de hombros. La ginecóloga Miriam Al Adib avisa: “Cuando decimos que son factores de riesgo son eso: factores de riesgo, es decir, aumentan el riesgo pero no son factores determinantes”.
Las matronas de los centros de salud hacen el seguimiento del embarazo y orientan sobre los hábitos alimenticios más saludables. En la primera visita del embarazo se realiza una anamnesis completa de la embarazada para detectar precozmente factores de riesgo o alteraciones físicas. “Se deben explorar hábitos dietéticos y dar recomendaciones adaptadas a cada mujer. Se consensúan pequeños objetivos para las consultas sucesivas y se recomiendan ejercicios”, explica González Giménez. Lo cierto es que a las mujeres obesas o con sobrepeso se les controla más el peso. “Se recomienda realizar el despistaje de diabetes gestacional con el test de O’Sullivan en gestantes con obesidad en la primera consulta prenatal”, añade. Si es normal se repite entre la semana 24-28 de gestación, que es cuando se realizaría a una mujer que no presenta factores de riesgo.
A la ginecóloga Miriam Al Adib no le gusta decir “controlar el peso”, ya que, considera, sitúa a las mujeres como objetos pasivos. “Estamos hablando con personas adultas y, más que controlarles el peso, hay que explicarles los beneficios de los buenos hábitos para tener mejor salud”. Afirma que no está en el papel de los profesionales hacer juicios de valor a las personas, “sino ayudarlas”. La doctora considera que “también es posible estar gorda y tener buena salud” ya que ésta depende de otros muchos factores como el tipo de alimentación, el estrés, si hay sedentarismo u otros hábitos añadidos poco saludables.
“Hay que explicar los riesgos y tender la mano para ayudar a disminuirlos, pero sin presionar, juzgar, avergonzar o culpar a las mujeres”, defiende. La doctora apuesta por dejar los juicios de valor al margen y ofrecer herramientas para mejorar los condicionantes de salud. “Esto no puede ser una dictadura de la salud”, afirma.
Desde hace un año, en Badalona, está en marcha el primer Centro de Nacimientos público de España. Pertenece al Hospital Germans Trías i Pujol, se llama Casa Laietània y es un punto medio entre un paritorio tradicional y el salón de una casa. Las mujeres con alto riesgo, como después de un primer parto por cesárea o inducciones, no son admitidas ya que es un centro de partos de bajo/medio riesgo, donde la atención es de baja intervención: no se canaliza por vía venosa, la auscultación es intermitente y no hay monitorización. Irene de Pedro es una de las matronas: “Tenemos como criterios de exclusión ciertas patologías. Hasta hace poco el límite del Índice de Masa Corporal era de 35, pero a raíz de una reclamación de una mamá hemos ampliado”. El IMC se calcula dividiendo el peso entre la altura (metros) al cuadrado. “Se relaciona el IMC elevado con mayor número de inducciones, más tasas de partos instrumentales, mayores tasas de desgarro, de riesgo de perdida del bienestar fetal”, dice. Ahora, las mujeres que tienen un IMC mayor de 35 y menor de 40 tienen como requisito imprescindible para la admisión que el incremento de peso durante el embarazo haya sido de cinco a nueve kilos.
“No estoy nada a favor de reñir a las mujeres en una etapa de tanta vulnerabilidad como es el embarazo. Muchas veces la sociedad no nos facilita un estilo de vida saludable. Y una mujer se presenta con su primer embarazo, normalmente entre los 35 y los 40 años, con unas rutinas y tendencias que es difícil cambiar en poco tiempo”, dice la matrona Irene de Pedro. Ella aboga por el acompañamiento “desde el respeto y la comprensión, con la máxima empatía” y defiende la necesidad de la prevención primaria en las consultas preconcepcionales.
La cuestión es cómo logramos que las personas tengan derecho a cuidarse. Magdalena Piñeyro invita a reflexionar: “¿Cómo garantizamos el acceso a alimentación saludable cuando vivimos en sociedades empobrecidas? ¿Cómo vamos a lograr que todas las personas tengan derecho al ocio, al deporte y al descanso en sociedades hiperproductivas? ¿Cómo cuidamos la salud mental de las personas gordas si están sometidas a la brutal discriminación, exclusión social y laboral, al bullying escolar y a la violencia médica?”.