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La conciliación ha fracasado: empleada, congela tus óvulos (y te hacemos un descuento)

Proceso de congelación de óvulos.

Ana Requena Aguilar

En Caixa Popular, una cooperativa de crédito de la Comunidad Valenciana, la plantilla tiene flexibilidad en su hora de entrada y salida diaria. Al permiso de paternidad de un mes se le añaden otros 15 días que corren a cuenta de la empresa. Hasta dos días de vacaciones pueden fraccionarse en mañanas o tardes libres. Los trabajadores pueden acogerse a ofertas, por ejemplo, de guarderías. Y desde hace unos días, las trabajadoras pueden también acceder a descuentos en la congelación de óvulos, pero también en otros tratamientos de reproducción asistida. La entidad es una de las empresas adheridas al Club de las Primeras Marcas, que acaba de firmar un acuerdo con el Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI) para hacer estas ofertas. 

Las sospechas de que esa posibilidad supone, de facto, una presión sobre las mujeres para que posterguen su maternidad y una intromisión en su vida privada tienen fundamento. ¿Por qué una oferta concretamente para congelar óvulos? “Los motivos por los que pueden acogerse a esta medida son muchísimos, como por ejemplo preservar los óvulos por un tratamiento médico como puede ser un cáncer o no tener pareja en ese momento. Son muy numerosos para enumerarlos y obviamente privados”, dicen desde el Club. Aunque el acuerdo se firmó para promocionar esta medida en concreto, el IVI explica que cualquiera de estas empresas puede acceder también a las ofertas en otros tratamientos de reproducción asistida. 

Pero, ¿son siempre privados esos motivos?, ¿por qué las mujeres deciden congelar óvulos? Desde el IVI reconocen que la motivación más generalizada es la relacionada con “factores sociales”, con especial mención a la “búsqueda de la estabilidad laboral y económica”. En el Club subrayan que estos tratamientos son siempre privados y que las empresas no conocerán quién acude a ellos. Señalan también que muchas de estas empresas tienen en marcha planes de conciliación amplios. “Aplazar la maternidad entendemos que ni beneficia ni perjudica a la empresa. En todo caso beneficia a la persona que se acoge a esta posibilidad voluntariamente”, dicen.

La socióloga Constanza Tobío pone negro sobre blanco: “Está demostrado que la progresión laboral de las mujeres avanza más si no tienen hijos. Es decir, sabemos que te va a ir mejor en tu carrera si no los tienes, en términos generales”. Los hijos estorban. Pero, ¿y si se concibe como una medida dentro de un plan de conciliación más amplio?, ¿qué más les da que seas madre con 32 que con 40? “No creo que haya muchas empresas con ese tipo de planes. En cualquier caso, las empresas no suelen pensar a tantos años vista, piensan en el presente. Hacen esto y luego ya veremos”.

Las técnicas de reproducción asistida permiten hoy lo que hace tiempo era impensable. “El cambio tecnológico y sanitario ha hecho que las mujeres tengan más poder de decisión sobre el momento de ser madres. En ese sentido es un avance interesante, un paso más allá de lo que en su día fueron los anticonceptivos”, afirma Tobío. El problema, matiza, es el uso social que se haga de esos avances “dentro de nuestras prácticas sociales y dinámicas laborales”. “Como oferta empresarial puede entenderse como un elemento de presión. Lo que desde luego significa es el fracaso de la conciliación: como no funciona, te ofrezco congelar los óvulos para postergar los hijos”.

Un empleo a cambio de negar tu cuerpo

En su libro 'Quién quiere ser madre', la escritora Silvia Nanclares hace, desde la experiencia personal, una reflexión sobre la llegada a la maternidad de una generación de mujeres que, entre las promesas lejanas de un buen trabajo y la falta de información adecuada sobre qué significaba eso de edad fértil, se encuentran rozando los 40 con dificultades para concebir. “La edad fértil no se tiene en cuenta en ningún plan de empleo o igualdad. Históricamente nuestra incorporación al mercado laboral se ha hecho negando nuestros cuerpos, siguiendo la línea que marca el género masculino. No demonizo la congelación de óvulos, pero es un poco parche, lo que necesitamos es una política integral”.

Una política integral que vaya más allá de una empresa concreta, por muy buena voluntad que pueda tener. “Lo privado acaba lavando los trapos sucios de lo que no se aborda desde lo público. Desde el momento en que esta opción la plantean las empresas es algo tramposo”, piensa Nanclares. Porque, ¿quién asegura que tus condiciones vayan a ser mejores a los 40 que a los 33? “Hay una proyección a un futurible que a lo mejor no es así. A lo mejor luego tienes menos flexibilidad para tener un hijo o a lo mejor ya te plantas en otras edades más complicadas para reinsertarte en el mercado”, plantea la escritora.

Otra pregunta ronda, además, el debate: ¿quién puede congelar sus óvulos? A 2.500 euros el tratamiento (y puede que una mujer necesite más de uno), no todo el mundo puede permitirse acceder a estas técnicas. A Ángela (nombre ficticio) le echaron una mano sus padres para pagar la congelación. En su caso, vitrificó varios óvulos por motivos que no tenían que ver con su trabajo: la falta de acuerdo con sus parejas sobre tener o no hijos y ciertos motivos de salud la convencieron de hacerlo. No temía tanto lo que sucediera con su carrera laboral.

Laura, en cambio, pudo hacerlo por la sanidad pública. Cuando le diagnosticaron un cáncer, la cirujana le recomendó que lo hiciera: “En el momento en que te diagnostican es en lo último que piensas, piensas en curarte, no en formar una familia. Menos mal que la cirujana me insistió”. El tratamiento de quimioterapia puede conllevar fallo ovárico, de ahí la recomendación. Es uno de los pocos casos en los que la sanidad pública sufraga el tratamiento. “Si no, no hubiera podido hacerlo. No creo que todo el mundo pueda acceder a ello”.

El caso de Laura pone de manifiesto que los costes para cualquier mujer que congela sus óvulos serán mayores cuando decida usarlos: “Es lo que cuesta el tratamiento hormonal asociado, pero también luego, si los descongelas, lo que cuesten los tratamientos que tengas que hacerte”. Lo que parece un mero trámite en el presente se complica.

“No se trata solo de congelarlos, puedes hacerlo y que aún así cuando quieras usarlos, no funcione”, añade Silvia Nanclares. “La progresión laboral de las mujeres avanza y que las empresas ofrezcan esto es también señal de que ya no se quiere o puede prescindir de lo que aportan muchas mujeres”, dice Constanza Tobío. Solo que, en lugar de cambiar las dinámicas laborales, pretenden que sean las mujeres las que, otra vez, cambien. Así, como reza el título de la novela de Nanclares, ¿quién quiere ser madre?

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