Niños y adolescentes, frente a la ansiedad de una nueva pandemia llamada guerra
Vera Pérez tiene siete años y una cabeza llena de experimentos científicos. Forma parte del Club de los científicos chiflados en la escuela pública Hernán Cortés de Madrid. Tiene la mascarilla puesta y algo de amarillo y azul en las manos. Dice: “Me enteré de la guerra porque mi amigo Fedir le contaba a las profes. Estaba muy triste”. En su cole han hecho un “mapa gigante” de Ucrania con mariposas amarillas y azules, y una frase: “No es correr detrás de las mariposas, es cuidar el jardín para que vengan hacia ti”. Vera no conoce el significado de la palabra “empatía”, pero ella y los compañeros de su clase la ejercen y la promueven: “Un niño dijo que las bombas pueden ponerse en cajas como de regalo y enviarlas a los rusos. Le das el regalo... y ¡pum! Ese niño y otro rieron. Fedir dijo que no tenía nada de gracia”, cuenta Vera.
En la escuela Hernán Cortes hay familias ucranianas y la dirección ha mandado una circular de cariño: “Desde el colegio tratamos de acercar a nuestros alumnos los valores del respeto, la ayuda mutua, la solidaridad y el compromiso. Por lo que os hacemos llegar nuestro apoyo a todos los que de un modo u otro estáis sufriendo el conflicto”.
Esta guerra no es una cosa de la tele, lejana, que cierras las noticias y no te enteras. En la clase de Vera y en la escuela hay damnificados en primera persona
La madre de Vera cuenta que su hija ha sido muy responsable durante este tiempo con las medidas de seguridad por la Covid-19. De hecho, en el parque la niña continúa usando la mascarilla por prevención. “Salimos del coronavirus y ahora una guerra... los niños encajan una y les viene otra”, dice Cristina Martín. “Esta guerra no es una cosa de la tele, lejana, que cierras las noticias y no te enteras. En la clase de Vera y en la escuela hay damnificados en primera persona”.
Unicef estima que en España residen unas 112.000 personas provenientes de Ucrania y unas 80.000 de Rusia. “Comparten cultura, tradiciones y muchas palabras, entre ellas la palabra paz. La geopolítica internacional los está enfrentando, pero eso no tiene por qué trasladarse a las aulas y los barrios”, explica este organismo en su web, en la que propone algunas pautas para abordar con los niños el tema de la guerra. El conflicto, explican, les puede “causar mucho estrés y desesperanza incluso en la distancia”.
Minimizar el peligro falsamente no les proporciona tranquilidad. Sin embargo, tener un comportamiento realista, pero tranquilo y sin dramatizar, les dará sentido de seguridad
Unicef anima a las familias y a la comunidad educativa a hablar con ellos cuando sospechemos que la guerra les está causando impacto. “Minimizar el peligro falsamente no les proporciona tranquilidad. Sin embargo, tener un comportamiento realista, pero tranquilo y sin dramatizar, les dará sentido de seguridad”, advierten. Y proponen algo interesante: “Recrear el desastre con juegos es una manera en la que los niños más pequeños pueden desarrollar un sentido de control y minimizar su ansiedad sobre un acontecimiento potencialmente traumático”.
Educar en la solidaridad
En la escuela infantil La Verbena de la Paloma, también en Madrid, unas 40 cajas están apelotonadas en el gimnasio. Hay un trajín interesante de madres y padres recogiendo a bebés, y también de madres y padres llenando cajas con niños más mayores. Una mujer rubia con los ojos azules está escribiendo en las cajas, en ucraniano, lo que contiene cada una. Algunas personas se le acercan y tres palabras después, las lágrimas se le escurren por la cara. Ella dice conmocionada: “Gracias por la ayuda. Yo lo que quiero es que mi familia salga de allí ya y que nuestros solados estén fuertes”.
El director, Eduardo Pastor, cuenta que fue una de las tres familias ucranianas que hay en la escuelita la que llamó a su puerta para pedir ayuda. “Aluche es un barrio de clase trabajadora y ya demostró generosidad donando comida con las colas del hambre en la pandemia”, dice emocionado, “ahora se están volcando en donar para Ucrania. Hay una familia de dentistas y han traído tropecientos cepillos y pastas. Otra familia trabaja en una empresa de transporte y nos ha ofrecido el camión hasta la frontera”.
Mi mujer y yo comentábamos los dramas que tenemos en el cole con varias familias ucranianas. De repente, mi niño de nueve años se puso a llorar sin consuelo. Fue un momento duro: se dio cuenta de qué es la guerra y perdió la inocencia de golpe
El director dice que los niños de la escuelita son muy pequeños “y no se enteran del conflicto”, pero “se les está educando en la solidaridad, la generosidad y el cuidado de los otros”. Lo que ven en casa hacen, y es indudable que estas madres y padres están educando en la paz y generosidad.
Los hijos del director llegan poco después a echar una mano. “El otro día estábamos cenando en casa con la tele puesta, mientras mi mujer y yo comentábamos los dramas que tenemos en el cole con varias familias ucranianas. De repente, mi niño de nueve años se puso a llorar sin consuelo”. Según el padre “el niño se dio cuenta de qué es la guerra y perdió la inocencia de golpe, fue un momento duro”, así que ahora recomienda que “de diez años para abajo deberían estar aislados de las imágenes de guerra y de los refugiados huyendo”. Pastor asegura que salir de la pandemia de Covid-19 y entrar en un conflicto armado es “demasiado impacto”, mucha conmoción y sobresalto en poco tiempo. “Mis hijos necesitan ayudar, porque como nosotros y el resto de familias de la escuela infantil, no podemos estar quietos mientras los vecinos están sufriendo”, asegura.
Tenemos que averiguar qué saben y preguntarles qué quieren saber, ya que a veces los niños quieren simplemente respuestas a cosas muy concretas. Ofrecerles mucha información les puede dar más ansiedad
Ansiedad por la incertidumbre
Margot Ripoll es psicóloga infantil especializada en trauma y visita en la Clínica Uditán. Considera que los niños y los adolescentes están sintiendo tanto por la pandemia como el inicio de la guerra “mucha ansiedad”, ya que lo viven como “una falta de control e incertidumbre”. Ripoll asegura que “a los niños les agobian las situaciones que no entienden o que les asustan”, así que “es importante que sepamos que somos su faro de referencia y en función a cómo ellos nos vean van a reaccionar”.
La psicóloga recomienda actuar con calma y responderles a las preguntas que necesitan saber. “Tenemos que averiguar qué saben y preguntarles qué quieren saber, ya que a veces los niños quieren simplemente respuestas a cosas muy concretas, como si Ucrania está muy lejos o si los misiles pueden caer aquí”. Ofrecerles mucha información les puede dar más ansiedad, así que buena idea es responder a sus preguntas con calma y darles sensación de seguridad y control. “Es también importante preguntarles cómo se sienten y validar sus emociones”, afirma Ripoll.
Acaban de salir de la pandemia y ahora la guerra. Nosotros podemos relativizar los fenómenos que nos golpean, y aun así estamos shockeados... A mis alumnos les parece que el mundo les está preparando una cada vez peor. Están sobrepasados
Desde el instituto de Carabanchel IES Iturralde, el profesor de Historia Miguel Fernández cuenta que antes del puente de Carnaval estaba abordando “la transición a la baja Edad Media”, pero el martes los alumnos le “esperaban como agua de mayo” para preguntarle sobre la guerra. Así que cambio el powerpoint con las plantas de las catedrales góticas por un mapa de Ucrania y Rusia: “Me preguntaban dónde está Ucrania, su historia reciente, por qué uno ataca y el otro se resiste, qué va a pasar con la gente o si ahora hay insti allí”, dice Fernández. La asignatura de Historia se ha convertido en las horas para abordar el conflicto: “Si la Historia con mayúsculas golpea a la puerta, si hay un caso actual que provoca la inquietud del alumnado, considero un deber analizarla y aportar herramientas para que comprendan el mundo en el que viven”.
Fernández es profesor de adolescentes con edades comprendidas entre los 12 y los 17 años, afirma que ellos y ellas “están viviendo la guerra con muchísima inquietud y preocupación, casi diría ansiedad”. “Han visto en la tele esas grandes caravanas de mujeres y niños saliendo del país y les ha impactado mucho”, pero ahora empiezan a cuestionar sobre “su propia situación”, ya que “han oído hablar al Presidente del Gobierno asegurando que ha mandado armas a Ucrania. Ahora consideran que ellos, nosotros, podríamos ser un objetivo”, señala el profesor.
La ansiedad crece y la preocupación de Miguel Fernández por el desánimo de esta generación es notable: “Acaban de salir de la pandemia y ahora la guerra. Las generaciones anteriores podemos relativizar, entre comillas, los fenómenos que nos golpean, y aun así estamos shockeados... Mis alumnos no tienen otra perspectiva y les parece que el mundo les está preparando una cada vez peor. Están sobrepasados”.
Hay que tratar de conectar con los valores positivos, afirma Margot Ripoll. “En la guerra no hay ninguno pero sí podemos contrarrestarlo con la solidaridad, la empatía, la cultura de la paz o el activismo”, asegura. Así que recomienda “ofrecer a los niños y adolescentes un recurso para gestionar las emociones, como sería trabajar por las soluciones como recolectar alimentos o atender a los niños o adolescentes refugiados cuando lleguen”. Tanto el profesor Fernández como la psicóloga consideran importante contarles que hay gente trabajando por la paz entre los dos países y que la guerra tiene siempre un fin. Y que esperamos que sea pronto.
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