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“¿Puede venir un amigo a dormir?”: el dilema familiar sobre si dejar que los adolescentes tengan sexo en casa

Una adolescente.

David Noriega

“Mamá, papá, ¿puede venir un amigo a dormir a casa?”. Es una de las preguntas más temidas por los padres de hijos adolescentes que empiezan a explorar su sexualidad, pero también abre la posibilidad de cederles un espacio seguro donde mantener sus primeros encuentros. Los expertos en sexología vienen a señalar que lo más importante, más allá de dejar o no la casa, es cómo se aborda la educación sexual en la familia antes de llegar a la adolescencia y que cada una gestionará la cuestión de forma diferente.

El vicepresidente de la Asociación Estatal de Profesionales de Sexología (AEPS), Mikel Resa, indica que “en familias donde, desde pequeños, se aborda el tema de la sexualidad de forma natural, es más probable que, en el momento en que vaya a tener esa posibilidad de llevar a alguien a casa, el adolescente lo plantee. Sería un poco extraño que lo hiciese si no se ha hablado nunca del tema”.

“Es, sobre todo, un tema de confianza”, reconoce María Capellán. Ella tiene una hija de 17 años, con la que procura hablar “de todo tipo de cosas” y a la que está dispuesta a dejar que esté en casa con su pareja, cuando llegue el momento. “Mi madre y mi suegra me lo permitieron, ¿cómo se lo voy a negar a mi hija? Lo intentaríamos normalizar, poniendo ciertas normas, pero normas en casa ya las tenemos ahora” razona. Desde su punto de vista, esta postura supone darles a los jóvenes “un espacio seguro”. “Le hemos dicho, incluso, que si le hace falta le pagamos un hotel, pero que no se vaya en mitad de la calle”.

“Si durante mucho tiempo se crea un vínculo de confianza, alguien puede plantear mantener relaciones sexuales en casa”, explica Resa. Pero, en todo caso, “tenemos que plantearnos nuestras propias emociones” como padres, y expresarlas: “Como padre me crea mis dudas. Por una parte hay un entorno de seguridad y confianza, pero por otra puede que en mi casa me dé cierto reparo”. Por eso, “no podemos decirle a nadie que haga teatro y sea quien no es. Si te genera una situación de malestar, no lo hagas”, recomienda, porque “la educación es buscar entre todos lo forma de gestionarlo lo mejor posible”.

Así, cada familia aborda el tema de diferente manera y no siempre hablándolo abiertamente. “Hay padres que se van un fin de semana o les dicen que van a ver una película y tardarán tres horas en volver. Es su manera de dar permiso sin decirlo explícitamente”, indica la psicóloga y sexóloga María Victoria Ramírez, de lasexología.com. En otros casos, “ni se lo plantean, porque es algo que les duele, un símbolo de que su hijo se hace mayor”, añade la directora del Instituto de Pedagogía y Sexología Soma de Bilbao, Ismene Camarero.

Sea como fuere, “si decides darles el ‘sí’ o el ‘no’, desde el punto de vista de la educación afectivo-sexual, los motivos tendrían que ser más educativos que ideológicos. Es decir, si consideras que la casa no es el lugar para tener sexo y que tus hijos deben ‘buscarse la vida’ y no darles todo masticado, perfecto; si lo haces porque te parece que es indecente o es una falta de respeto, les estarás mandando el mensaje de que tú no eres la persona con la que tienen que hablar de sexo si algún día lo necesitan”, desarrolla el vicepresidente de la Asociación de Especialistas en Sexología (AES), José Bustamante

Encuentro erótico más amplio

“Que los adolescentes tengan la posibilidad de encontrarse íntima y tranquilamente es algo que abre muchas posibilidades”, indica Camarero. “Cuando compartimos intimidad, compartimos nuestra fragilidad, nuestros cuerpos y hay pequeños detalles que requieren tiempo y estar muy presente en el otro”, explica. Por eso, cuando no se dispone de ese espacio íntimo y tranquilo se producen “encuentros muy concretos, más rápidos y que tienen que ver con la sexualidad más masculina, que tiene una eyaculación y termina, donde ni los hombres ni las mujeres están descubriendo las posibilidades de un encuentro”, señala la experta.

Camarero apunta a que “hay una idea que los jóvenes reciben desde fuera, centrada en la penetración, y otra que se puede transmitir desde casa, de que un encuentro erótico es algo mucho más amplio”. “Hay una presión social para que todo acabe en coito”, coincide Ramírez. Por eso, “la familia debe ir transmitiendo actitudes que permitan al chico o la chica tener un concepto de sexualidad amplio”, señala.

Además, ofrecer la casa sin haber abordado la sexualidad previamente puede suponer para los hijos una presión añadida. “Igual con 16 años no les apetece hacer el coito y prefieren toquetearse y darse cuatro besos. Si de repente le das un condón y le dices que se puede traer a la novia a casa, le estás presionando y transmitiendo lo que se supone que tiene que pasar, dando por hecho además que es heterosexual”.

“Es algo que queremos hablar abiertamente, pero no sabemos cómo enfocarlo, porque le resulta violento”, reconoce Charo Juanena, que tiene una hija de 15 años. En su caso sabe que cuando se plantee la posibilidad de que la chica vaya a casa con su pareja, lo aceptará. “Es un poco difícil saber cómo vas a reaccionar, pero me gustaría pensar que bien. Todo depende de si lo que trae a casa es una cosa normal. En ese caso, no habrá ningún problema”, afirma antes de señalar que cuando ella era adolescente “en casa no se hablaba de sexo, como en muchas familias de la época. Además, el sexo se veía como una cosa tabú. Yo no quiero que mi hija viviera el sexo como yo, porque bien llevado, es bueno”.

Charo acude a talleres sobre sexo organizados por el AMPA del instituto de su hija y que imparten profesionales del Instituto Soma. “En esas clases lo hablamos y nos dicen que el sexo son muchas cosas, más allá de la charla”, explica. Precisamente, los sexólogos apuntan a que es imposible no hacer educación sexual en la familia. “Incluso en el silencio estamos haciendo educación sexual”, señala Resa. Bustamante pone algunos ejemplos: “Cuestiones tan sencillas como abordar una pregunta sobre sexualidad, aprovechar el embarazo de alguien cercano para hablar de sexo, nombrar a los genitales por su nombre, no censurar el contacto exploratorio de los niños y las niñas e, incluso, no cambiar de canal sin explicaciones cuando aparezca un beso, un desnudo o una escena de sexo en televisión, son ejemplos de como abordar la sexualidad”.

“En casa intentamos abordar estos temas con normalidad, no tanto como que vamos a tener una charla sobre el tema, porque se mueren de vergüenza y no la tienes”, indica María. Así, ha mantenido conversaciones con su hija en “momentos más distendidos”. “Si sale cualquier noticia por televisión la comentas. Por ejemplo, si sale un abuso le decimos que a la primera señal, nos avise”, explica. Para Ramírez, la educación sexual supone también “educar en igualdad, enseñarles que son queridos y valiosos, lo que fomenta la autoestima, y les permite ir a las relaciones sexuales más seguros, con capacidad de negociar y de decir que sí o que no, sin dejarse llevar por lo que hacen otros”, indica.

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