“Los partidos que venían con el reclamo de la nueva política no han dado la talla”
Dolores Gorostiaga (Vioño de Piélagos, 1957) es una veterana de la política, con una trayectoria de más de treinta años en puestos de responsabilidad. A lo largo de su carrera ha sido concejala, diputada autonómica, parlamentaria nacional y senadora. También ejerció como consejera, vicepresidenta y portavoz del Gobierno de Cantabria durante dos legislaturas y fue secretaria general del PSC-PSOE más de una década, lo que la convierte en una voz muy autorizada dentro de su partido.
La dirigente socialista se convirtió en 2015 en la primera mujer que alcanzaba la Presidencia del Parlamento de Cantabria y, en esta recta final de su mandato, deja claro que no piensa en la retirada: “Hago política todo el rato, y voy a seguir haciendo política independientemente de dónde esté”, ratifica. Durante la entrevista con eldiario.es habla de una posible reforma constitucional, del movimiento feminista o de los riesgos de una radicalización en la vida política, pero tampoco evita, entre otros asuntos, la crisis interna del PSOE, tanto en Cantabria como en España. “Las primarias no pueden ser un campo de batalla entre compañeros. La generosidad corresponde siempre al que gana”, subraya.
Suele decir que no cree que haya “ni nueva ni vieja política, sino buena o mala”. ¿Ha habido buena política en Cantabria en los últimos años?
Pues yo creo que no, fíjate. Siempre sostengo que no hay vieja y nueva política, sino buena y mala política. Y se ha demostrado que los partidos que venían con el reclamo de la nueva política no han dado la talla. A los hechos me remito. Estamos viviendo una legislatura complicada, que está siendo convulsa. Lo que sí agradezco a los grupos parlamentarios es que estén intentando por todos los medios no trasladar sus problemas internos a los ciudadanos. A veces lo consiguen… y otras veces no. Está claro que los conflictos internos en los partidos hacen que se resienta la actividad parlamentaria. Eso no es buena ni nueva política, es mala política.
Esta legislatura se ha desarrollado en el Parlamento de Cantabria una comisión de investigación como la de Ecomasa, que se prolongó durante casi dos años, y han quedado pendientes unas cuantas más, como la que debería investigar la privatización del Hospital de Valdecilla. ¿Son útiles este tipo de comisiones o solo sirven para que los partidos se tiren los trastos a la cabeza?
La experiencia que yo tengo, tanto en las comisiones de investigación de la legislatura pasada como de esta, es que los diputados y las diputadas hacen un trabajo para el que no se presentaron a las elecciones y para el que no se comprometieron con los ciudadanos. Nosotros no somos ni jueces, ni fiscales, ni investigadores. Nosotros tenemos que hacer política. Está muy bien que en un momento determinado tengamos que profundizar en un tema, pero esa no es nuestra función principal.
La legislatura pasada se planteó lo que yo llamaba “la venganza de Don Mendo”, una especie de cruzada contra el Gobierno anterior, con una sospecha permanente que quedó en nada, como vieron los ciudadanos. Y esta legislatura se ha visto que, además del tiempo que lleva, se llega a una serie de conclusiones que demuestran que más que un afán de querer saber lo que pasó, al final se convierten en otra forma del “y tú más” de unos partidos contra otros. Yo no sé si nos lleva a algún sitio o si nos esclarece mucho las cosas.
Es un trabajo que hay que hacer, pero ni los grupos parlamentarios ni los medios que tenemos a nuestra disposición permiten que haya un rigor en la investigación. Yo creo que lo que aquí sirve es el diálogo, el acuerdo, el contraste de ideas y opiniones, el defender propuestas serias y rigurosas… Hay que hablar de política, y a veces tengo la sensación de que hablamos más en términos técnicos que en términos políticos. Soy de las que creen que el trabajo de los técnicos hay que tenerlo en cuenta siempre, pero llega hasta que hay que tomar una decisión política. Y ahí entra el compromiso de los que decimos dedicarnos a esto.
Hablaba del diálogo y la búsqueda del consenso como objetivo fundamental de la política. Ahora que está previsto que el Ejecutivo autonómico apruebe sus cuentas para 2019, ¿cree que hay margen para el acuerdo o la cercanía de las elecciones nos aboca a una prórroga del presupuesto?
Hay que decir que a lo largo de toda la legislatura ha habido mucha negociación. Todas las semanas se negocia intensamente. El Gobierno no tiene mayoría absoluta en el pleno y eso permite contrastar las opciones con el resto de grupos y llegar a consensos. Se ha llegado a muchos acuerdos, con unos y con otros, y eso se ve en las votaciones de los lunes. Hasta ahora se han aprobado todos los proyectos de presupuestos y yo estoy convencida de que este no va a ser menos, de que va a ser posible sacarlo adelante. El Gobierno deberá tener la cintura para poder negociar unos presupuestos que sean buenos para Cantabria y creo que la va a tener.
Decía que ha vivido una legislatura muy convulsa como presidenta, con situaciones que hacía tiempo que no se daban. ¿Cómo ha afectado al funcionamiento interno del Parlamento las crisis en la práctica totalidad de los partidos?
Como todo el mundo sabe, excepto el PRC, todos los grupos parlamentarios han sufrido la convulsión que se ha producido en sus respectivos partidos políticos, pero tengo que decir que han intentado no trasladar al debate puramente político en el Parlamento esos problemas internos, y es de agradecer. Aquí se guardan las formas. No hay nada que ocultar, porque todo es visible, y en lo único en lo que se ha notado algo es en que ha habido menos iniciativa política de la que yo preveía al principio de la legislatura. Yo preveía plenos los lunes completos, mañana y tarde, incluso algunos que tendríamos que hacer en dos días, y no ha sido así. Es un balance muy personal, pero creo que ha habido pocas iniciativas políticas por parte de algunos grupos y se nota en la duración de los plenos.
Hemos visto, después de muchos años, la aparición de la figura del tránsfuga en el Parlamento de Cantabria. A nivel institucional, y de cara a la recuperación de la confianza de los ciudadanos, ¿es un problema añadido?
Sí, está claro. A todos se nos llena la boca de regeneración democrática, pero luego nos quedamos quietos. Con la modificación de las bases de la Ley de Régimen Local conseguimos llegar a un acuerdo y legislar para que no se produjeran ese tipo de convulsiones dentro de un mismo grupo. Además, porque hay un porcentaje muy alto que depende de nuestro compromiso personal: nadie nos obliga a afiliarnos a un partido político, nadie nos obliga a ir en una lista electoral, y cuando lo haces es porque estás de acuerdo con un ideario y un programa político. Si rompes ese compromiso, lo lógico es que te vayas inmediatamente, pero no suele ser así.
El acta es de los diputados, pero lo cierto es que a nivel municipal está legislado y a nivel autonómico no se legisló ni se estableció una norma de obligado cumplimiento más allá de la ética. El caso de Cantabria es muy curioso, porque el diputado que abandonó las siglas por las que se presentó -Juan Ramón Carrancio, ex de Ciudadanos-, no tenía grupo parlamentario, sino que estaba en el grupo mixto. Si no, se hubiera convertido en diputado no adscrito. Independientemente de las situaciones particulares, creo que deberíamos ser capaces de ponernos de acuerdo sobre algo que dejamos a medias. Son competencias de cada una de las comunidades autónomas.
A los conflictos internos no ha escapado tampoco su partido, que vivió momentos de gran enfrentamiento a cuenta de las primarias para renovar su liderazgo. ¿Por qué este sistema acaba generando tantas tensiones en vez de servir para impulsar la participación?
¡Es verdad! Es un sistema complejo. Mira que nosotros empezamos a ensayarlo hace muchos años, y recuerdo que en aquellos momentos decían algunos compañeros de partido: “Ojo, que las primarias las carga el diablo”. Las primarias tienen que ser una fiesta de democracia, en la que cada afiliado del partido tiene un cauce para expresar su voluntad respecto a quién quiere que dirija el partido y qué programa político le gusta más o menos. Pero cuando sales de una situación con un partido estructurado de otra manera, las primarias se acaban convirtiendo en un campo de batalla más en el que dirimir no precisamente las diferencias políticas o de programa, sino en la mayor parte de los casos sobre las preferencias personales. Tienen que servir para abrir el partido, para que se acerque más gente, para que participen y aporten… pero hasta ahora no están sirviendo para eso.
¿Quizás el problema es el día después y la falta de integración posterior?
Claro. ¿Cómo es posible que en una situación política como la que estamos viviendo en estos momentos en España, en la que el bipartidismo parece haber pasado a la historia y en la que es muy difícil que haya un partido que obtenga una mayoría absoluta, seamos capaces de entablar conversaciones y relaciones para discutir programas y llegar a acuerdos de coalición, y no seamos capaces de llegar a un pacto entre nosotros? En muchos casos se desprecia a un 20, un 30 o un 40 por ciento de los activos que tienes, pero el que gana no se puede permitir prescindir de una parte tan importante.
A mí me enseñaron desde que entré por primera vez en el PSOE de Piélagos que la generosidad la tiene que tener el que gana. El que gana no puede olvidarse de los que trabajan, de los que le apoyan, de los que están en los ayuntamientos, en los parlamentos o en las agrupaciones locales trabajando no por unas personas, sino por unas siglas que nos sirven a todos como un paraguas para transformar la sociedad. Mientras no se normalice eso, las primarias no estarán dando el resultado que tienen de dar. Habrá que seguir ensayando.
Está claro que los militantes quieren participación, que no quieren decisiones unilaterales desde arriba, de ordeno y mando. Lo estamos viendo en otros sitios y no es una experiencia estupenda. Pero sí es cierto que hay que perfeccionar el mecanismo para que se convierta en un auténtico espacio de debate, de aportación y de oportunidad para atraer a mucha gente a tu proyecto. Las primarias no pueden ser un campo de batalla entre compañeros y compañeras, que además abren una brecha que tarda mucho tiempo en cerrarse o, en algunos casos, no se cierra nunca.
Usted se posicionó en la crisis del PSOE de Cantabria al lado de la anterior secretaria general, Eva Díaz Tezanos, y posteriormente con el diputado Ricardo Cortés en las dos primarias que ganó Pablo Zuloaga de forma consecutiva. ¿Se ha producido esa generosidad del que gana que mencionaba antes?
No, si conmigo no la tiene que tener… Yo creo que estamos en un momento muy incipiente, en una nueva andadura de una nueva dirección que ha optado por una forma de relacionarse con la gente, con los de casa y con los de fuera, que no se puede juzgar sin esperar antes a los resultados. La generosidad tiene que ser con todos los militantes. Yo creo que no puedes estar tranquilo cuando una parte de tu familia está enfadada contigo, o no tiene espacios de relación contigo. Pero tienes que ser tú quien propicie esos espacios de reconciliación. Por tanto, tiene que ser la dirección actual la que propicie espacios de encuentro y creo que sería muy inteligente por su parte hacerlo. Estamos viviendo un momento dulce, en el que las siglas del PSOE están en alza. La ola es favorable al Partido Socialista Obrero Español, y cuando pasa eso, es favorable en todos los lugares de España. Estamos en un momento dulce, en el que tiran las siglas, el PSOE tira para arriba. Para aprovechar esa ola y cogerla bien, cuanta más gente te empuje, mejor.
¿Cómo es la situación interna en el PSOE de Cantabria en estos momentos? ¿Se ha recuperado la normalidad?
Hay una situación menos tensa, la verdad. No sé si por acción de unos o por inacción de otros, o porque ahora somos conscientes de que este camino lo tenemos que andar todos juntos… Pero insisto: la generosidad corresponde siempre al que gana.
La política vive en España momentos de grandes cambios. ¿Podría imaginar hace unos meses que Pedro Sánchez estuviera ahora en La Moncloa y Mariano Rajoy ejerciera como registrador de la propiedad?
¡Las cosas en política cambian muy rápido! A veces te van las cosas muy bien y, una decisión equivocada, te hace caer. O al revés: sabes aprovechar el momento político y das la vuelta a la situación, porque los tiempos en política son fundamentales. Por eso digo que estas cosas hay que aprovecharlas y tenemos que poner todas nuestras energías en hacerlo para seguir transformando la sociedad.
¿Y puede acabar la legislatura Pedro Sánchez con la situación de debilidad que vive el PSOE en el Congreso y el Senado o cree que sería más recomendable convocar a los ciudadanos a las urnas?
Yo creo que él está empeñado en acabar la legislatura y, a estas alturas, creo que todos sabemos que cuando Pedro Sánchez se empeña en algo… lo consigue [sonríe].
¿Cómo ha vivido desde la distancia los acontecimientos que se han producido en el último año en Catalunya, con la aplicación del artículo 155 o el encarcelamiento de dirigentes políticos?
Como ciudadana libre de este país lo he vivido con muchísima preocupación. Como presidenta del Parlamento he tenido muchísimas horas de trabajo con los letrados de la Cámara estudiando al detalle toda la situación, para tener también una posición formada. Ahí estaba un artículo de la Constitución del que nadie hablaba y que ha tenido que desarrollarse. Lo he vivido con preocupación porque creo que la política se resuelve con política. Desde el momento en el que judicializamos la vida política, estamos introduciendo una serie de elementos que ya no controlamos nosotros.
Veo también una cerrazón gravísima en los nuevos dirigentes de Catalunya, que fueron los que hicieron que se aplicara el 155. Hay situaciones que no entiendo. Los nacionalismos a ultranza nunca han sido buenos. Tenemos un marco legal para discutir lo que haga falta, que es la Constitución. Y también para reformarla, si es lo que hace falta. Pero las decisiones unilaterales que se han tomado desde Catalunya me producen preocupación y perplejidad. Parece imposible que en una mente humana pueda tener cabida esa exacerbación de un sentimiento y de una ideología que a lo único que lleva es al enfrentamiento.
La ideología es buena, hay que defenderla con argumentos, pero llegados a esos límites, la historia nos ha demostrado que no trae nunca nada bueno. Espero que la inteligencia y el diálogo se imponga frente a una situación en la que hay gente en la cárcel, no por sus ideas, que no son presos políticos, están ahí por no respetar las normas básicas de convivencia que tenemos que respetar todos. Es muy triste.
¿La salida pasa por otorgar un mayor autogobierno? ¿Por reducir la crispación y rebajar la polarización?
Si yo tuviera la solución, estoy segura de que no estaría ahora como presidenta del Parlamento de Cantabria, estaría actuando como mediadora. Hay un error de base, y es haber dejado que llegue a este extremo. Una vez llegado hasta aquí, es mucho más difícil resolverlo. Creo que el diálogo tiene que ser permanente, constante, para buscar la manera de imprimir serenidad y sensatez, pero también te digo que lo veo complicado. En el momento en el que tu radicalización con respecto a una idea o un sentimiento lleva a un enfrentamiento entre los ciudadanos a los que quieres representar, te tienes que dar cuenta a la fuerza de que estás equivocado totalmente. Tiene que ser dificilísimo vivir en ese clima.
Ha apostado en varias ocasiones por reformar la Constitución “sin miedo, con esperanza y diálogo” y ha pedido introducir cambios “con valentía, generosidad, rigor y altura de miras”. ¿Cree que es el momento adecuado para afrontar ese reto?
Por desgracia, creo que no. Hace muy pocos días celebrábamos unos encuentros con reputados constitucionalistas para hablar de la posible reforma de la Constitución y de la incidencia que podría tener eso en el desarrollo del parlamentarismo autonómico. Las reflexiones fueron interesantísimas y se apuntaron distintos temas que hay que estudiar, reformar, perfeccionar... pero la conclusión de todos era: “Sí, pero…”. La sensación general es que no parece que el clima político vaya a favorecer mucho ese espacio.
El PSOE tiene una propuesta, que se aprobó en la Declaración de Granada. Yo espero que las próximas elecciones generales despejen un poquito más el panorama y los partidos políticos que tengan la oportunidad de conformar un nuevo Gobierno y una nueva mayoría parlamentaria sean capaces de afrontar con tranquilidad, con rigor, con paciencia, adaptar nuestra Constitución a los tiempos que vivimos. La sociedad ha evolucionado muchísimo en este tiempo y yo no sé si hemos evolucionado con ella lo suficiente. Todas las conclusiones apuntan a que es verdad que hay que modificar la Constitución. Eso no quiere decir que haya que darle la vuelta como un calcetín, pero sí adaptarla a los tiempos.
Precisamente sobre ese clima político del que habla, parece que vivimos un crecimiento de los extremismos, de la radicalidad, en muchos lugares del planeta. ¿Le preocupa que esa tendencia se consolide en España en las próximas elecciones como una nueva alternativa que complique aún más el diálogo?
Yo espero que no. Es verdad que nos está preocupando a todos, a nivel internacional. Antes, cuando hablaba de Catalunya, decía que no podemos alimentar más esa radicalización, porque lo único que hace es alimentar a oportunistas. Da pie a esta serie de pseudopartidos que defienden unas ideologías extremistas que hacen que se te pongan los pelos de punta. Es volver a rebatir determinados argumentos que creías erradicados de la sociedad. Espero que no crezcan porque confío en la sensatez de los ciudadanos, que es mucho mayor de lo que creemos. Aunque me preocupa la efervescencia de esas propuestas radicales, que nos tiene que hacer pensar en qué hemos fallado para que eso ocurra.
Ha sido la primera mujer en ocupar la Presidencia del Parlamento de Cantabria. ¿Cómo está viviendo la revolución feminista que parece estar en marcha en estos momentos en prácticamente todo el mundo?
No sé si es por edad o por qué, pero la verdad es que me ha ido tocando ser la primera en muchas cosas y yo siempre he manifestado que eso es gracias a que ha habido muchas antes que han estado trabajando desde los movimientos feministas para que se normalice la situación de las mujeres en cualquier lugar, así como la representatividad de las mujeres en las instituciones, en las empresas, en los partidos, en los sindicatos…
Yo el 8 de marzo me llevé una alegría enorme cuando vi por primera vez aquel movimiento en toda España, y también en Cantabria. Me alegré mucho cuando vi la mezcla de generaciones, cómo había chicas jóvenes, mayores… Vi a nietas, hijas, abuelas. Vi a las mujeres haciendo ver a la sociedad que este movimiento es imparable. Soy de las que piensan que las que estamos tenemos que abrir la puerta desde dentro. Y espero que así sea.
Tenemos una Ley de Igualdad en el Parlamento, que va a aprobarse en los próximos meses, y ya advierto que la ley por sí sola no sirve. Tenemos que ser conscientes de que hay que seguir reivindicando permanentemente nuestros derechos y hacer ver que hay determinadas cosas con las que, o acabamos, o no somos una sociedad madura. Por ejemplo, la violencia de género.
Creo que hay que estar permanentemente alerta y no dar marcha atrás. Hay algunas cosas que considerábamos eternas y, en una situación de crisis como la que hemos vivido, hemos visto que nos las pueden quitar. Hay que luchar con uñas y dientes para reivindicar la igualdad efectiva entre hombres y mujeres. Leyes, sí, pero necesitamos una concienciación social y una educación en igualdad que no nos haga retroceder ni un centímetro.
Y a nivel personal, ¿cuál quiere que sea su papel en la próxima legislatura? ¿Se ve con ganas y fuerza para repetir o piensa ya en la retirada?
Nunca elegí lo que quería. En política, habitualmente, tú haces tú trabajo pero no puedes elegir el lugar en el que vas a estar. Yo tengo desde siempre un compromiso y una lealtad con mi partido y con la defensa de los programas que en cada momento se ponen en marcha. En cada legislatura he estado donde el partido ha querido y haciendo política no solo en las instituciones, sino en el día a día. Hago política todo el rato, y voy a seguir haciendo política independientemente de dónde esté.