El sitio de Bayona: los anticapitalistas se enfrentan a los gendarmes en una ciudad fantasma por el G7
Esta crónica está escrita en una zona de Bayona llena de bellos edificios y una iglesia que recuerda poderosamente a Notre Dame de París que se llama en francés 'Petit Bayonne'. Cruzar a 'Grand Bayonne' es imposible, porque la Gendarmería bloquea con camiones de los que se despliegan grandes verjas y cientos de furgones cada uno de los puentes sobre el río Nive. Y el otro lado tampoco es una opción: aquí es la Policía Nacional francesa la que ha instalado los muros y los vigila con armas largas. Nadie entra ni sale. Este sábado por la tarde, la zona urbana más próxima a Biarritz, bloqueada desde hace días por el arranque del G7, ha sido escenario de una auténtica batalla campal entre radicales anticapitalistas y antidisturbios.
Por los antecedentes de otras cumbres y por las alertas realizadas, todo el mundo daba por sentado que algo así se iba a producir mientras en la cercana Biarritz Donald Trump, Emmanuel Macron, Angela Merkel y los demás estrenan el G7 con una cena de gala. Llegar a Bayona o Biarritz desde la frontera con España supone superar numerosos controles de carretera. A la abundante seguridad se le unen un gran volumen de coches con apariencia de normalidad que en realidad son también patrullas. Sobre el cielo siempre hay dos helicópteros vigilantes que parecen tener combustible infinito.
Todo el casco urbano de Bayona ha sido blindado por las fuerzas del orden. Y así será también este domingo. Para entrar a ese primer anillo hay que mostrar el DNI y superar una revisión de bolsos, mochilas y otros bultos. Dentro del perímetro, Bayona parece una ciudad fantasma. No hay gente por la calle y los que hay parecen buscar refugio. El tráfico es mínimo y casi exclusivo policial. Casi todo está cerrado. Incluso tapiado en previsión de disturbios. “Mi novio me ha dicho que vaya a casa”, comenta una de las pocas jóvenes paseantes, que asegura que el G7 y la contracumbre han arruinado la temporada turística en una zona muy visitada. En 'Grand Bayonne' sólo hay una panadería abierta. “Estamos un poco locas”, concede una de las dos trabajadoras, que asegura que el resto ha cerrado “por miedo”.
Los altercados se han iniciado a las 18.00 horas, aproximadamente, después de que por la mañana más de 10.000 personas hayan protestado de manera festiva y pacífica contra el G7 en una marcha internacional que ha partido de Hendaya y ha acabado al otro lado de la frontera, en Irún. Aquí, en una plaza de 'Petit Bayonne', un reducido pero activo grupo de jóvenes, muchos de ellos de negro, con las caras tapadas y mochilas, han recibido la orden y se han acercado a las barreras policiales para tratar de derribarlas a la fuerza.
Una cosa ha llevado a la otra y, en un momento, antidisturbios y manifestantes han cruzado bengalas y botes de gas. Los colectivos anticapitalistas han tirado adoquines y botellas de vidrio a los agentes. Alguien desde los edificios ha ayudado a los radicales y ha envuelto en humo a los antidisturbios. Molesta tanto al respirar y a la vista esa mezcla que la prensa local iba preparada con casco y mascarillas. Un médico voluntario ha indicado sobre las 20.00 horas que ha tenido que atender a dos personas con problemas respiratorios.
La Gendarmería, apoyada por la Policía Nacional, ha realizado varios movimientos para controlar a la masa. Además de tener cortados todos los puentes, en un momento se ha visto a binomios de guardias subidos a motocicletas para, a gran velocidad, sofocar con porras posibles altercados. También se ha utilizado un cañón de agua. Al cierre de esta crónica, dos horas después de la refriega, la Policía mantenía el bloqueo. “I'm sorry”, se excusaba un gendarme en inglés al preguntarle si se podía salir de la ciudad.
A su lado, el dueño de un carrusel lamentaba los cuatro días de falta de trabajo a cuenta del G7. Otra mujer, señalando a los helicópteros, se preguntaba también por el coste de todo el despliegue. Ella también se ha quedado encerrada en 'Petit Bayonne' sin poder regresar a casa, al otro del río. Menos molesta se mostraba su amiga, una señora que le recordaba la importancia de la visita de Trump y lo necesario de garantizar su seguridad.