“El inmigrante es una oportunidad, no una amenaza”
Todos los estudios sobre análisis de mercado laboral o de movilidad apuntan a la necesidad de incorporar a los inmigrantes. Sin embargo, la gran paradoja es como crece el resentimiento hacia ellos en toda la Unión Europea. Gorka Moreno, director del Observatorio Vasco de la Inmigración-Ikuspegi, recalca que está muy bien aspirar a inmigrantes muy cualificados como “los ingenieros indios”, pero la realidad es que la mayoría de inmigrantes vienen a ocupar puestos de trabajo liberados por una población autóctona que gracias a ello ha podido ascender dentro del mercado laboral. La crisis ha podido hacer variar esta percepción ligeramente, pero Moreno insiste en que los inmigrantes “son una oportunidad, no una amenaza”. Ante la llegada de 18 refugiados a Euskadi, Moreno cree que la crisis de los refugiados no ha hecho más que visibilizar de forma mucho más dramática los dilemas de la construcción europea y “los grandes e inquietantes retos a los que se enfrenta. De forma nada disimulada cada país ha optado por la estrategia del sálvese quien pueda y de intentar pasar el problema al país de al lado”.
La percepción hacia los inmigrantes mejora, pero los vascos siguen apostando más por el modelo de asimilación.
Así es. Cuando se pensaba que el impacto de la crisis sobre las actitudes de los vascos hacia la inmigración podía ser muy fuerte no lo hay realmente. Parece que los estereotipos están muy afianzados y no cambian con la coyuntura económica. Pero sí se han descubierto algunos cambios: de una visión más multicultural se ha pasado a posiciones más asimilacionistas. Habría que ver si es consecuencia del impacto de la crisis económica o de otro tipo de situaciones, como los atentados del Ejército Islámico. Pero está claro, que los vascos necesitan el resguardo de su cultura y que sean los inmigrantes los que se adapten.
Usted lleva varios años analizando la evolución de las actitudes de los vascos hacia los extranjeros. ¿Hay algo que le haya sorprendido?
Si comparamos con otros estudios, no hay grandes sorpresas. Pero sí llama la atención la estabilidad de las actitudes y que no se encuentran tan vinculadas al impacto de la crisis. Afecta, pero hay otros elementos que influyen. El peor año en cuanto a percepciones ha sido 2012, un año malo de la crisis y sin que se viera la luz al final del túnel.
Parece que no hay nada que haga cambiar la persistencia de los estereotipos negativos hacia la inmigración.
No podemos pensar que con una campaña antirumores van a cambiar de manera radical las percepciones. Se pueden hacer 10 campañas y de repente un alcalde hace declaraciones contra los inmigrantes y echa por tierra todo el esfuerzo. Los prejuicios tienen una composición emocional que sale de las tripas y es muy difícil de cambiar. Hay ciertos estereotipos y prejuicios que se van a mantener en el tiempo.
Si hay prejuicios para rato, ¿solo cabe actuar como han hecho en Vitoria los partidos ‘aislando’ al PP y su líder Javier Maroto?
Pues hay que utilizar cortafuegos. Es como el cáncer, se puede utilizar la quimioterapia y arrasar con todo, o buscar estrategias que vayan a la célula cancerígena. No valen estrategias de convivencia estilo quimioterapia porque no vas a llegar a los escépticos, pero hay que conseguir que los más ambivalentes no se conviertan en reacios.
Un nuevo alcalde en Vitoria de otro partido diferente al PP parece que ha ayudado a calmar las aguas.
Así es. Vitoria ha sido una lección de manual en términos de actitudes hacia la inmigración. El discurso de un político azuza la impunidad y puede que anime a algunos ciudadanos a pasar la acción xenófoba. En Vitoria hubo tensión social, con dos plataformas encontradas. El gran riesgo era que el resto de partidos hubieran jugado al ritmo del PP, de asumir su discurso. En parte es lo que ha pasado en Francia. El Frente Nacional ha conseguido contaminar y marcar el debate tanto al partido de centroderecha como al Partido Socialista. El PNV y el PSE podían haber intentado seguir la estela de Maroto, pero no lo hicieron. Al revés, establecieron un cordón sanitario. El caso es que Maroto ha ganado votos, pero ha perdido la alcaldía.
De seguir Maroto de alcalde, ¿cree que se hubiera consolidado un movimiento de corte populista xenófobo similar al que hay en otros países europeos?
Si el PNV no acepta en el último momento el ofrecimiento de EH Bildu y sigue Maroto el mensaje es claro: caída generalizada del PP vasco en toda Euskadi, menos en Vitoria, que es donde ha utilizado un mensaje contra la inmigración. Yo pensé en su momento que era un experimento piloto del PP a nivel nacional de cara a las generales. Podía ser tentador sacar este as de la manga en una coyuntura de recortes, pero no lo ha hecho. El mensaje que se dio gracias a los partidos de la oposición es que el PP gana votos, para perder la alcaldía. Lo ocurrido en Vitoria nos va a evitar cuatro o cinco ‘marotos’ y nos proporciona cuatro años de tranquilidad. Hemos sacado el foco de la RGI, porque Maroto estaba deslegitimando esta ayuda y eso era peligrosísimo en términos de cohesión social del país.
¿Las ayudas sociales tienen efecto llamada?
La RGI no. Otro debate es la Ayuda de Garantía de Ingresos (AGI) que se da solo en Gipuzkoa y que sí requiere un replanteamiento teniendo en cuenta los objetivos con los que nació. Ahí no se midieron las cosas y EH Bildu se pasó de frenada cuando la puso en marcha la legislatura pasada. La AGI nace con buena voluntad para suplir el endurecimiento en las condiciones de empadronamiento de la RGI, pero no ha cumplido su función. Al calor de esta ayuda han llegado colectivos de casi imposible empleabilidad.
La crisis de los refugiados demuestra el fracaso de la Unión Europea. A Euskadi acaban de recalar 18 cuando en su momento el Gobierno vasco anunció que Euskadi estaba preparada para recibir hasta 1.000.
Tenemos un gran dilema: Europa necesita inmigrantes, pero los amenaza. Es la gran paradoja del momento actual. La UE sabe que necesita inmigrantes, es una oportunidad para aquilatar el mercado laboral. Pero los políticos viven de los votos y hay una opinión pública en Europa que siente al inmigrante como amenaza. Y así, Europa deja a Turquía el papel de gendarme, como en su día ya ocurrió con Marruecos. Dicho de otro modo, que el que aparezca dando los golpes sea Turquía y no la UE. Dependiendo de la coyuntura y la negociación con la UE, Turquía abrirá un poco la puerta o la mantendrá cerrada. Es lo que hace Marruecos. Cuando tiene que negociar acuerdos de pesca, abre la puerta para que pasen los inmigrantes hacia Europa para meter un poco de miedo. Aquí pasará algo parecido: otra vía de acceso a la UE, con la diferencia de que el número de refugiados es mayor.
¿Y cómo quitar la idea a la opinión pública de que el inmigrante no es una amenaza?
Yo tengo claro que el inmigrante no es una amenaza, es una necesidad. La Unión Europea tiene un problema demográfico grave y el estado de bienestar solo se sustenta con una población activa muy grande. En el momento actual hay desempleo, pero al inmigrante lo vamos a necesitar. El problema es que los europeos ven a la inmigración como una amenaza.
En sus estudios ya refleja que los inmigrantes aportan más en impuestos de lo que perciben en ayudas sociales.
El perfil perfecto para las arcas públicas es el de un trabajador joven, que está cotizando y que no requiere de ayudas sanitarias ni a la dependencia. Desde el discurso empresarial se exige inmigrantes cualificados, pero por cada informático indio necesitas a dos inmigrantes no cualificados para cuidar de los mayores. El inmigrante, en términos económicos, es una insensatez que esté sin papeles, en un limbo.