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El mito del plan del Estado para utilizar la heroína para desmovilizar a la juventud vasca

Detenido uno de los principales distribuidores de heroína a gran escala en España

Eduardo Azumendi

En el imaginario colectivo de Euskadi se ha instalado una idea recurrente convertida en mito: la de que las fuerzas de seguridad ayudaron a propagar la heroína en los años 80 por motivos políticos, como una forma de desmovilizar a la juventud vasca. Se trata de una idea alentada, sobre todo, por la izquierda abertzale. Pero los expertos no se ponen de acuerdo. Se han escrito libros en un sentido y en el otro. Ahora, el historiador Pablo Varela está últimando su tesis doctoral sobreel mundo de la droga en el País Vasco durante los años 80 y sus relaciones con ETA y su entorno.

Es la primera tesis doctoral escrita por un historiador sobre esta cuestión. Y la conclusión a la que llega es clara: no hay ni una sola evidencia que pruebe la existencia de un plan del Estado para utilizar la heroína para desmovilizar a la juventud vasca.

La margen izquierda del Nervión, todos los pueblos que van desde Bilbao a Santurce, sufrieron de una manera especial la irrupción de la heroína. La generación nacida a mediados de los 60 fue la principal damnificada. Según algunos expertos, la droga fue una especie de acto de rebeldía de la juventud, que no veía un futuro debido al paro y a las consecuencias de la desindustrialización. El caso es que ese acto de rebeldía o no diezmó a esa generación.

Pablo Varela (cuya tesis doctoral está tutelada por el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco, Antonio Rivera), sostiene en su trabajo que el terrorismo de ETA impedía una lucha efectiva contra el narcotráfico en la región. La vigilancia de zonas de consumo, práctica rutinaria de la brigada de estupefacientes, y el seguimiento de posibles traficantes de drogas entrañaban un gran riesgo para la seguridad de los agentes. “Analizando fríamente la cuestión, es lógico llegar a la siguiente conclusión: la necesidad de autoprotección disminuyó de forma proporcional a la capacidad de lucha contra el narcotráfico”.

Según Varela, la crisis de la heroína fue la suma de muchos factores, que explican porque el País Vasco fue una de las comunidades autónomas más afectadas. La lista es la siguiente: un mayor porcentaje de población juvenil, la cuadrilla y el 'poteo', cárceles masificadas, una tasa elevada de consumo de alcohol, un sistema judicial ineficaz y garantista, la contracultura, el terrorismo y la incapacidad para actuar con normalidad de las fuerzas de seguridad del Estado, la corrupción policial vinculada a la lucha antiterrorista, violencia y delincuencia juvenil, desorganización comunitaria, discurso contra las drogas polarizado, Estado en transición, sectores laborales de riesgo y fácil disponibilidad de drogas al ser zona fronteriza.

En otras comunidades autónomas como Cataluña, Madrid, Andalucía, Galicia o Asturias la situación era igual o peor, según Varela. “¿Cómo es posible que en Andalucía o Galicia nadie defienda la conspiración de la heroína? La respuesta es simple: ETA. La politización violenta de la crisis de la heroína magnificó el fenómeno y polarizó el debate. A nadie le importaba exagerar cifras para conseguir más recursos para luchar contra el consumo de drogas, aunque diese validez a las tesis de la organización terrorista”.

La 'mafia de la droga'

Durante la década de los años 80, ETA atentó contra personas a quienes los terroristas acusaron de estar implicados en la 'Mafia de la droga'. En total, asesinó a 43 personas y dejó a cinco heridos.

El informe sobre el narcotráfico en Gipuzkoa, conocido como 'el informe Navajas' porque fue elaborado por el fiscal jefe de San Sebastián, Luis Navajas, puso el foco de la sospecha sobre una larga relación de mandos de la Guardia Civil. Y, especialmente por su relevancia, sobre el jefe de la 513ª Comandancia y hombre clave de la lucha contra ETA, el coronel Enrique Rodríguez Galindo, que entonces dirigía el cuartel de Intxaurrondo, en San Sebastián. Según Varela, sus únicos objetivos con el narcotráfico fueron “lucrarse económicamente y conseguir confidentes para la lucha antiterrorista. No fue el único cuerpo policial que participó en el mercado negro de confidentes, al igual que ETA, que también tenía confidentes a su servicio de dudosa moral”.

La teoría-mito de que fue el estado quien provocó la crisis de la heroína también es refutada por otro historiador, Juan Carlos Usó. En uno de sus libros demuestra que en el caso del País Vasco la heroína fue arma arrojadiza entre los dos bandos: se acusó a ETA de tráfico para comprar armas y a la policía de fomentar el consumo para dirigir a la juventud hacia paraísos artificiales ajenos a la militancia. En una entrevista con El Confidencial recalca que “durante años en Euskadi se vivió un conflicto político y social muy acusado, que algunos autores han llegado a calificar de guerra de baja intensidad. En todas las guerras modernas, una de las batallas más enconadas suele ser la de la propaganda. De tal manera, los dos bandos enfrentados hicieron todo lo posible e imposible por instrumentalizar el fenómeno en su beneficio. No hubo marcha atrás. En cuanto se decretó el alto el fuego, se acabó la propaganda y los intentos por instrumentalizar el consumo y tráfico de heroína”.

Justo Arriola Etxaniz, quién hace tres años publicó el libro 'A los pies del caballo. Narcotráfico, heroína y contrainsurgencia en Euskal Herria', lo ve de otra manera. En el reportaje que la Televisión vasca emitió hace unos días 'Narcos y Guerra Sucia', Arriola asegura que siempre ha tenido claro que la heroína ha sido un arma política utilizada por el estado Español para desactivar movimientos politicos en Euskal Herria. “Fue un método de contrainsurgencia vasco como fue la guerra sucia y la tortura. ¿Qué conseguían con que la heroína se esparciera por el pueblo? Querían desactivar el movimiento súper fuerte político que había aquí”.

Varela considera que la sociedad cree de una manera ilusa que el pasado ya está cerrado. Por esta razón, aboga por una “investigación seria y rigurosa” sobre la crisis de la heroína y el mundo de la droga en el País Vasco. “Probablemente”, apunta, “desmontará muchos mitos y creencias falsas. Todo parece indicar que no se trató de un problema exclusivamente vasco y que no hubo ningún plan del Estado para introducir heroína en la región”.

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