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'La internacional ultra y la boxeadora monstruo', por Antonio Maestre

La internacional ultra y la boxeadora monstruo

El árbitro da la victoria a la boxeadora argelina Imane Khelif tras la retirada de su rival italiana en los Juegos de París.

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Lo monstruoso es el significante perfecto de lo degenerado. La modernidad es degeneración y la tradición la voluntad de dios, lo correcto, lo ordenado, la vía natural. La boxeadora argelina Imane Khelif no lo sabe pero ella solo es un significante que el fascismo usa para asentar en la sociedad su visión de mundo y hacer hegemónico su ideario contra la diversidad. La necesidad de identificar el paradigma del monstruo en una boxeadora argelina, falsamente identificada como trans, provoca el miedo en la sociedad y funciona de un modo perfecto para la ofensiva ultrarreaccionaria al transmitir su discurso de odio a través de una guerra cultural que sirva para engrasar su ideología entre los todavía no convencidos.

La polémica sobre el combate entre la boxeadora italiana Angela Carini y la argelina Imane Khelif ha sido una muestra de la capacidad de la extrema derecha global para marcar el paso de la opinión pública a través del odio, la mentira y la desinformación. El bulo sobre la transexualidad de la boxeadora nació de un canal de telegram ruso y fue posteriormente difundido por una agencia de noticias rusa y sirvió a la fascista Giorgia Meloni para usar el caso en su país e instrumentalizarlo políticamente al enfrentarse a una boxeadora italiana. Después de que el agitprop putinista lo lanzara y Meloni lo usara, el resto vino en cascada. Javier Milei, Isabel Díaz Ayuso, los ultras europeos y el feminismo tránsfobo hispano hizo el resto. Golpear a una boxeadora se convirtió en viral para hacer un favor al plan ultraconservador del fascismo global para acabar con la diversidad en las sociedades europeas.

Lo que separa Ucrania lo une el odio al progresismo. Giorgia Meloni y Vladimir Putin tienen la misma visión sobre la diversidad en la sociedad. La visión ultraconservadora que ambos tienen de lo que debe ser la familia, la sexualidad, el género y la multiculturalidad confluye en los bulos, la mentira y el odio vertidos a una boxeadora argelina. Es muy posible que muchos de los que difundieron el último bulo tránsfobo sobre la identidad de la boxeadora argelina no tuvieran ni idea que estaban formando parte de manera involuntaria de una red de difusión del ideario putinista ultrarreaccionario. Pero que no lo supieran no significa que no sea así y que ejercieron como proxis del plan maestro de Vladimir Putin para desestabilizar las democracias liberales a través del descrédito de los valores de respeto, libertad y pluralidad que pretendemos defender.

En un discurso que Vladimir Putin realizó el día antes de su reunión anual ante la Duma expresó cuál era el enemigo principal al que Rusia se enfrentaba, y no, no era la OTAN, sino la ideología de género y la diversidad: “Como principal objetivo eligen por supuesto a la gente joven y a nuestra generación más joven, Y también mienten constantemente. Dan la vuelta a los hechos históricos. No cesan los ataques a la cultura rusa. A la iglesia ortodoxa y a otras organizaciones religiosas de nuestro país. Mirad lo que están haciendo con su pueblo. Destruyen la noción de familia. Destruyen la identidad cultural y nacional. Los abusos a niños, incluso la pedofilia. Son vistos como algo normal. Me gustaría decirles, miren la sagradas escrituras, de otros libros sagrados. Todo queda dicho ahí, incluyendo el hecho de que la familia es la unión de un hombre y una mujer. Pero incluso esos textos sagrados están siendo revisados. La iglesia anglicana quiere incluir la visión de un dios de género neutro. Qué puedo decirles, que dios los perdone.”

Ese discurso es la base fundamental de la ideología reaccionaria hasta el punto que fue defendido en España por Disenso, el órgano de propaganda de Vox, creando un pequeño cisma en aquel momento en el partido de ultraderecha porque en aquel momento les interesaba primar su visión interesada atlantista. Eso ya no pasa, ahora no, que tras unirse al grupo de Patriotas Europeos de Viktor Orban no tienen ningún problema en defender sin tapujos que su visión ideológica es la misma que la de Vladimir Putin.

La ofensiva ultra hacia “lo trans” como elemento simbólico de la degeneración de occidente es seguida por los tontos útiles que dentro del progresismo han hecho de su vida un ejercicio constante de activismo y odio al colectivo trans. Su prioridad no es establecer un debate ético y filosófico sobre el género, sino focalizar su frustración en un discurso de odio ante el colectivo trans por la pérdida de poder y la incertidumbre ante un futuro donde sus ideas no son tenidas en cuenta ni aceptadas como una ley universal. Puede que hubiera un tiempo donde el debate sobre el género fuera un honesto ejercicio intelectual sobre la deriva del feminismo, pero aquel tiempo ya pasó, la internacional reaccionaria que querría ver a toda mujer convertida en una tradwife que se dedicara únicamente a cocinar y dar hijos y placer a los hombres está usando el odio al colectivo trans y los mensajes de ese feminismo tránsfobo como correa de transmisión de una visión ultraconservadora del mundo. Es tiempo de cavar una trinchera entre aquellos que solo entienden el mundo como los dioses, católicos u ortodoxos, y quienes entienden la sociedad como un lugar donde cabe la pluralidad, la diversidad y el respeto estricto de los derechos humanos. Defender a una boxeadora argelina del odio es una manera de cavar esa trinchera. 

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