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Legados incómodos

Dos participantes del tour 'Uncomfortable Oxford' frente a la estatua de Cecil Rhodes en Oriel College, Oxford.

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En una transitada plaza enfrente del principal centro comercial de Oxford se encuentra un monolito de piedra agrietada. Apenas se distinguen las letras grabadas en este monumento a cuyos pies se cruzan borrachos, turistas y músicos ambulantes. Es el primer monumento que se construyó en la ciudad dedicado a los veteranos de guerra. Pero una que casi nadie recuerda o quiere recordar. 

El obelisco del Tirah se erigió en 1900 en honor a un batallón local que había luchado para reprimir las revueltas en lo que hoy es la frontera entre India y Pakistán, el valle de Tirah, y que entonces estaba bajo el dominio del imperio británico. El monumento sigue ahí, pero no se llena de coronas y amapolas como pasa con los que recuerdan a los caídos en la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Después de años pasando por delante, descubrí qué significaba esa piedra desgastada gracias al tour del Oxford incómodo, un proyecto de dos jóvenes historiadoras que cuenta la historia de la Universidad y la ciudad de manera más completa. Su última parada suele ser este lugar como recordatorio de que las partes más embarazosas de la historia de un país no se borran o se reescriben, sino que simplemente se olvidan. 

Afrontar el legado imperial es un proceso que ya ha empezado en Reino Unido y que a menudo llega rodeado de polémicas y reproches por supuestos intentos de cambiar o eliminar la historia bajo el juicio de los ojos del presente. En realidad, se trata de saber más del pasado, de contarlo y de afrontarlo con más preguntas que respuestas. Interrogar el pasado no significa borrarlo, sino entender mejor qué pasó y cómo lo que pasó marca lo que somos. 

A veces, también significa abrir conversaciones incómodas con otros países dominados, colonizados o explotados.

Esta semana, el primer ministro conservador Rishi Sunak ha creado controversia al retirar una invitación en Londres al primer ministro griego como represalia por decir que las esculturas del Partenón en poder del Museo Británico tienen que volver a Grecia. Esta polémica es algo artificial, forzada por Sunak, y dedicada a movilizar a los tabloides británicos mientras los conservadores están hundidos en todas las encuestas de intención de voto y satisfacción con la gestión del país.

Pero, más allá de esta rabieta, en el Reino Unido el proceso oficial de mirar críticamente al pasado y al patrimonio lleva muchos años de ventaja respecto a España. Museos, universidades y otras instituciones se esfuerzan para explicar mejor lo que tienen y en algunos casos devolverlo a sus comunidades de origen.

En 2021, el Gobierno de Boris Johnson creó una comisión para afrontar quejas y debates sobre estatuas, monumentos y patrimonios públicos. El principio básico es “retain and explain” (“quédatelo y explícalo”), si bien también hay procesos claros para devolver y recolocar bienes. El Museo Pitt Rivers de Oxford, un museo etno-antropológico victoriano, es un ejemplo de cómo modernizarse y explicarse, pero muchos otros, especialmente el Museo Británico, son más reticentes. También hay procesos que se han parado o se han quedado en un limbo burocrático incluso cuando las decisiones estaban tomadas. Y, como muestra el monumento abandonado de Oxford, todavía es probable que el legado incómodo sea olvidado y no explicado. 

Pero al menos el proceso ha empezado con matices y debates públicos. En su examen del pasado, el Reino Unido está todavía muy por detrás de países como Estados Unidos, pero muy por delante de otros como España. La historia, cuando se mira a fondo con sus luces y sus sombras, es siempre más interesante que la caricatura para mal o la idealización para bien. Saber más siempre es avanzar.

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