La pandemia ha abierto las puertas de ese inmenso territorio de 350.000 kms cuadrados que llaman la España vaciada. De pronto, tienen valor el aire puro, el paisaje, la paz, la soledad, pasear y escuchar el sonido de las hojas secas de los chopos al caer sobre el agua del río, como dijo el poeta.
Hay jóvenes dispuestos a explorar un estilo de vida alternativo a la gran ciudad, pero ni pueden ni deben hacerlo en condiciones humillantes. En la gran ciudad esos jóvenes acceden al servicio de fibra óptica de 600 Mbps, mientras que en un pueblo perdido de esa inmensa España vaciada, la velocidad ofrecida puede ser de 0 Mbps.
El presidente Pedro Sánchez presentó hace unos días el llamado “Plan España Digital 2025”, un programa que promete la movilización de 70.000 millones de euros en inversión pública y privada durante el periodo 2020-2022. Se trata de un programa ciertamente ambicioso y necesario para dar un impulso definitivo de modernidad digital al país, más con el curso intensivo en las artes de la digitalización masiva y el teletrabajo, que ha supuesto la obligatoria restricción de movilidad derivada del estado de alerta.
En ese programa, y como primer punto de la agenda, se estipula el objetivo de “garantizar una conectividad digital adecuada para el 100% de la población, promoviendo la desaparición de la brecha digital entre zonas rurales y urbanas (meta 2025: 100% de la población con cobertura 100 Mbps).” El gobierno precisa objetivos y fecha, que no es poco.
Eso quiere decir que en 2025, cuando llegue al pueblo de Soria y ponga a funcionar mi tablet o lo que sea, no me anunciará que no pilla ninguna red, como es el caso actual, sino que me conectará al mundo desde ese maravilloso entorno castellano. Se trata de un pueblo que, como otros muchos, ha ido perdiendo población. Pasó de tener 225 habitantes en 1910, a 43 habitantes en 2010.
Actualmente el servicio de internet en esta población va a pedales, y como otros miles de pueblos de esa inmensidad que es la llamada España vaciada, conforman un verdadero páramo digital. La señal wifi del ayuntamiento llega desde el nodo de Telefónica, allá donde esté, en todo caso muy lejos, y es tan precaria que sólo funciona en el propio ayuntamiento, y las señales de telefonía móvil se pierden, sean de Telefónica, de Vodafone, de Orange,… Es decir, las autopistas de la información no son ni siquiera calzadas romanas.
Los operadores, como es lógico en cualquier empresa privada, van a lo suyo. Y lo suyo es obtener beneficios para poder repartirlos entre los accionistas. Lo de la España vaciada, lo del entorno rural, lo del desierto demográfico en que se ha convertido buena parte de la península, no va con ellos, o si va es para olvidarse y dedicarse a nuevos desarrollos, incluido el 5G, pero allí donde se mueve el dinero.
Es decir, la solución para todos esos miles de pueblos va a venir de la iniciativa pública o de la conciencia de salvar un entorno rural que tiene posibilidades de futuro pero que pasa, indefectiblemente, por crear y mantener una conexión online robusta y duradera. Lo demás es marear la perdiz.
Hay jóvenes dispuestos a vivir en un entorno rural, más con la pandemia que nos azota, pero para ello es conditio sine qua non tener un sistema wifi actualizado en buenas condiciones. No van a ir a un pueblo casi deshabitado que esté desconectado del mundo de hoy. Necesitan, como agua de mayo, un instrumento que se ha convertido en esencial para poder desarrollar su vida, su trabajo, su cultura, en un entorno rural.
Hay hasta un mandato constitucional: “Los poderes públicos promoverán las condiciones para la participación libre y eficaz de la juventud en el desarrollo político, social, económico y cultural”. (Art. 48 de la Constitución Española). A ello, como es obvio, habrá que añadir las adecuadas políticas de educación o sanidad, pero si no hay acceso a la banda ancha, el edificio se desmorona.
Así que, bienvenido el plan España Digital 2025, lo malo es que llueve sobre mojado, y que previamente ya hubo promesas y buenas palabras sobre el desarrollo de una conexión a internet con fundamento por parte de anteriores gobiernos que quedaron en agua de borrajas.
Incluso la Comisión Europea puso el año 2020 como límite para crear espacios públicos con wifi gratis. Estas fueron las palabras del anterior presidente, Jean Claude Juncker: “Para que todo el mundo pueda beneficiarse de la conectividad no debe importar ni dónde vives ni cuánto ganas. Así pues, hoy proponemos dotar a cada pueblo y cada ciudad de Europa de acceso inalámbrico gratuito a internet en torno a los principales centros de la vida pública de aquí a 2020”.
En la lista facilitada por la Comisión Europea de pueblos españoles que podían solicitar esta ayuda estaba, precisamente aquel que visito regularmente en Soria. Así que me puse en contacto con el señor alcalde, que me dio una noticia inesperada. Para acceder a la subvención era preciso tener previamente alta velocidad de internet por fibra, más de 30Mbps. Como, ya digo, el internet del pueblo va a pedales, por lo tanto no hubo subvención. Y ahora vete a quejarte a Juncker, que vete tú a saber dónde está.
Así que, el alcalde está muy mosqueado. Yo le he dicho que el Gobierno va poner 100Mbps a todo quisqui, por muy rural que sea, en 2025.
-Y, ¿eso va a ser así?, me preguntó con la duda marcada en su amplia faz.
-Lo ha dicho el Gobierno, le contesté yo como si eso fuera palabra de ley.
-Es que lo del wifi en condiciones , ya nos lo prometieron antes.
Llevan tanto tiempo esperando, que están desesperados. Ese es el gran problema, que ha afectado a ese pueblo y a otros miles de los inmensos territorios con tendencia a la despoblación de la propia Soria, de Teruel, de Cuenca,…
Pero, estamos salvados. No sólo el presidente Pedro Sánchez nos anuncia que en 2025 todo el territorio será 100% digital, sino que el presidente ejecutivo de Telefónica, José María Álvarez Pallete asegura: “En 2025 Telefónica habrá cubierto de fibra óptica el 100% de España y ejercerá el liderazgo internacional en implantación de la tecnología 5G”.
Estoy por comentarle a Álvarez Pallete un hecho curioso que me ocurrió hace unos años. Telefónica nos pidió autorización para pasar por una pared de la casa familiar del pueblo soriano su fibra óptica. ¿Nos darán a cambio acceso a la fibra?, preguntamos. Por supuesto, fue la respuesta. Nosotros, ingenuos hasta la infantilidad, nos las prometíamos muy felices. Vamos a tener internet como una bala, como en la ciudad, pensamos.
Pocos meses después, con la fibra óptica pasando adosada a un lateral de la casa, puse la tablet en posición de batalla dispuesta a cazar la potente señal de internet. Allí no había nada. Ni wifi, ni a través de ethernet, ni móvil. Seguía el mismo páramo digital de siempre.
Al salir a coger el coche para acercarme hasta la carretera nacional y buscar, como un poseso, enlace mediante móvil y poder enviar unos cuantos correos electrónicos que se me habían acumulado, me topé con el alcalde que me dirigió una mirada con sorna.
-¿Qué? ¿Qué tal la fibra óptica?
Me sentí como Pepe Isbert en la película de García Berlanga, Bienvenido Mr Marshall, que ve cómo llega y se aleja, sin detenerse en el pueblo, la comisión Marshall.
La fibra óptica estaba en allí, pegada en nuestra casa, pero inaccesible porque el nodo está vaya usted a saber dónde y no había posibilidad de acceso.
Habrá que esperar a 2025.