Buitres y lentejas
“Estimados señorías, éste es nuestro decreto de prórroga del estado de alarma, no hemos querido negociar prácticamente con ustedes y el Estado se ha quedado competencias que deberían gestionar los territorios pero, ya lo saben, si no quieren que el apocalipsis llegue a cada pueblo y ciudad del Estado español, cómanselo. Aquí tienen nuestra propuesta, si quieren la votan y si no, el caos”. Este fue, en esencia, el ofrecimiento de la semana pasada de los chefs Sánchez e Iglesias a las fuerzas de izquierdas y territoriales que mantenemos su Gobierno. Tampoco habría un trato mejor para los gobiernos autonómicos unos días más tarde. El Gobierno volvería a dejar claro que ellos cocinan solos, decidiendo sin explicaciones claras y razonadas los cambios o no de fase de los diferentes territorios.
En la votación del estado de alarma el chantaje fue real, teníamos que decidir si nos comíamos su plato de lentejas mal cocinadas o nos cargábamos todo lo que habíamos conseguido hasta ahora. Ha habido muchísimas víctimas y, aunque no me gusta la coerción servida en plato de legumbres, el sentido de la responsabilidad me impide tirar por la borda todo lo que han logrado los sanitarios jugándose la vida, los trabajadores que han mantenido en marcha el país y los ciudadanos, que hace casi dos meses suspendieron sus vidas por el bien de todos.
La mayoría de ciudadanos han arrimado el hombro y han mostrado su mejor versión. Sin embargo, la derecha política y mediática no ha sabido estar a la altura de la gente. Tenemos una oposición carroñera, enferma de odio, a la que le asusta la responsabilidad y que propicia un caos que ni ellos mismos saben resolver. Los buitres han dejado claro que quieren aprovechar esta dramática situación para posar elegantes frente a los decorados de incertidumbre y de angustia.
Para guiar la nube de carroñeros, los buitres más hambrientos se contonean ante los focos de un desfile organizado por las instituciones madrileñas, sacan pecho, y fotos, en un macroescenario sanitario también montado por la Comunidad de Madrid, acarician un par de borregos en una granja a las afueras y terminan el día posando dramáticos en portadas claroscuras o frente a un espejo. Buitres de estado.
Existe, afortunadamente, una oposición constructiva y responsable, que cuando no le gusta el menú, propone mejoras y no le importa ponerse a cocinar. Aunque los dos partidos del Gobierno rechacen religiosamente cada una de las propuestas de Compromís, muchas de ellas, unos días más tarde, se convierten en ley en el BOE o en un anuncio en rueda de prensa. Celebramos que se limiten los precios del material sanitario para salvarlo de la especulación, que se quiera impulsar el blindaje de la sanidad en la Constitución, que las administraciones puedan licitar obra pública telemáticamente, que haya un plan para rescatar al mundo de la cultura y que los Centros de Internamiento de Extranjeros se hayan vaciado.
Arremanguémonos y pongámonos a cocinar juntos para tratar con confianza a los gobiernos autonómicos y que el proceso de desescalada no vaya marinado con chantajes e intereses partidistas. También, para que los ayuntamientos puedan gastar el dinero que han estado ahorrando en hacer frente a la crisis derivada del coronavirus en su municipio y para que la financiación por habitante sea igual independientemente del territorio donde se viva.
En un par de semanas volveremos a estar votando la prórroga del estado de alarma, el Gobierno tiene 15 días para corregir sus recetas y ser transparente con los territorios o seremos nosotros los que tendremos que rechazar sus legumbres mal cocinadas. La oposición también tiene 15 días para abandonar la carroña y que se ponga a cocinar con fundamento.
Nos falta cocina y nos sobran buitres y lentejas.
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