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Algunas consideraciones para negociar con Rusia

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El pasado 31 de marzo, el presidente Putin aprobó por decreto el “Concepto de la política exterior de la Federación de Rusia”, que consta de 76 puntos y abarca el tipo de relaciones que quisiera tener con el mundo, sus países y regiones. Redactado al calor de la guerra de Ucrania, este documento tiene varios puntos muy significativos en cuanto a la justificación y contextualización de la guerra, además de señalar algunos aspectos de cara al futuro que vale la pena tener presente por su un día se pueden abrir negociaciones. Partiendo de este reciente texto oficial, lo que pretendo en este artículo es señalar algunos temas que tendrán que ir en la agenda o que tendrán que tenerse en consideración, pues es también a partir de la visión del propio Gobierno ruso que habrá que buscar vías de salida.

Rusia se considera un Estado-civilización autóctono, dentro de la comunidad cultural y civilizatoria del “Mundo Ruso”, por lo que se cree en la obligación de garantizar la protección de sus intereses y de la identidad cultural y lingüista panrusa. Para Rusia, la “patria histórica” es un hecho que perdura en el presente y ayuda a comprender su comportamiento. Además, y aunque no lo sea, se califica como uno de los centros soberanos de desarrollo mundial, en un sistema internacional multipolar. Por tanto, no se puede tratar a Rusia con desprecio ni buscar su humillación. Es más, Rusia pretende fortalecer la posición de la lengua rusa en el mundo, y contrarrestar la campaña de rusofobia llevada a cabo por Estados extranjeros hostiles y sus asociaciones.

Como gran potencia, se considera con el deber de contribuir a mantener la paz y la seguridad en los planos mundial y regional, y lo quiere hacer mediante la defensa del derecho internacional, que para Rusia son las únicas normas aceptables en una era de cambios que considera revolucionarios, vindicando que las reglas han de estar elaboradas por todos los países, y no por un pequeño grupo Estados. Además, entiende que un sistema multipolar ha de basarse en el principio de la igualdad soberana de los Estados, y el derecho a elegir modelos de desarrollo y de gobernanza social, política y económica, tal como sostiene igualmente China. De la misma forma, Rusia también pone el acento en la cooperación basada en intereses mutuos, el rechazo a las políticas de doble rasero y la defensa de la defensa ha de ser indivisible, tanto a escala mundial como regional, la versión chino-rusa de la seguridad compartida.

Evidentemente, se trata de una lectura muy discutible y con cierta dosis de vaguedad, por lo que en una fase preliminar habrá que entrar a definir lo que cada cual considera son las reglas del juego, sin que el debate coarte y impida avanzar en cosas concretas. Rusia se apoya en un discurso anticolonialista que le produce grandes beneficios, frente a lo que considera los Estados que están habituados a pensar en términos de dominación global.

Rusia es muy intransigente con lo que considera la intromisión en los asuntos internos de los países, empezando por el suyo. Es una argumentación bastante obsesiva, pues se siente amenazada por todos los lados y de diferentes maneras, incluida la espiritual. De ahí que critique la imposición de actitudes ideológicas neoliberales destructivas que van en contra de sus valores espirituales y morales tradicionales. Utilizando su lenguaje, Rusia quiere “neutralizar los intentos de imponer directrices pseudohumanistas y otras directrices ideológicas neoliberales, que resultan de la pérdida de las referencias espirituales y morales tradicionales y de los principios morales de la humanidad”. De ahí su lectura de la “ideología de género” y su lucha contra todo lo referente a la comunidad LGTBI. Quizá no sea un tema de agenda, pero no habrá avances sin clarificar esta percepción tan sesgada.

Respecto a lo que concierne al derecho internacional y a la interpretación de la misma Carta fundacional de Naciones Unidas, en especial su artículo 51 sobre la legítima defensa, que lo considera como un fundamente político adecuado y no sujeto a revisión, es otro tema de fondo esencial para iniciar una negociación, pues se trata concretamente de la regulación del uso de la fuerza militar. El Concepto prevé la posibilidad de tomar medidas simétricas y asimétricas en respuesta a acciones hostiles contra Rusia. Rusia se justifica diciendo que se trata de autodefensa, y por ello apela a su interpretación de la Carta de Naciones Unidas. Habla de la existencia de una actitud inamistosa de occidente, que incluso atenta a su existencia y libre desarrollo, por lo que tiene la intención de defenderse por todos los medios disponibles. En el documento de referencia se habla de que Estados Unidos y sus satélites tienen una actitud antirrusa que ha provocado una guerra híbrida en Ucrania, con el objetivo de debilitar plenamente a Rusia, incluso para minar su papel civilizatorio constructivo, su poder y sus capacidades económicas y tecnológicas, limitar su soberanía en política exterior e interior y quebrantar su integridad territorial. Es por ello que hace permanentes alusiones al pasado, sobre su papel heroico en el Segunda Guerra Mundial y la lucha contra los nazis, que, en su opinión, ahora se pretende borrar de la Historia y falsificarla, incitando al odio contra Rusia a través del nacionalismo agresivo. No es de extrañar, por ello, que el documento a que me estoy refiriendo, y utilizando sus textos, sea explícito en contrarrestar la distorsión de acontecimientos significativos de la historia mundial que afectan a los intereses rusos, incluido el silenciamiento, rehabilitación y glorificación de los crímenes de los nazis alemanes, los militaristas japoneses y sus colaboradores.

Aunque suene a cinismo, el documento aprobado es favorable al uso de medios pacíficos, especialmente de la diplomacia, la negociación, la consulta y los buenos oficios, para resolver disputas y conflictos internacionales, resolviéndolos sobre la base del respeto mutuo, el compromiso y el equilibrio de intereses legítimos. Habrá que tomarle la palabra y hacer que cumpla este punto a cabalidad. Al mismo tiempo, sin embargo, habrá que tener muy presente su interés en la adopción de medidas políticas y diplomáticas para prevenir la aparición de amenazas procedentes de los Estados vecinos, lo que implica la no entrada de Ucrania en la OTAN y la no instalación de bases militares de terceros países (Estados Unidos principalmente) en los Estados fronterizos con Rusia. Este sí que es un tema de agenda.

En cuanto a los derechos humanos, que considera un instrumento manipulado por Occidente, que lo utiliza como instrumente de presión externa y como una injerencia en los asuntos internos de los Estados, predica la eliminación de la política de doble rasero en la cooperación internacional de los derechos humanos, haciéndola no politizada, equitativa y  mutuamente respetuosa. En cuanto a los aspectos regionales, prioriza la prevención de “revoluciones de colores” y otros intentos de interferir en los asuntos internos de los aliados y los socios de Rusia.

Finalmente, y pensando en la región europea, Rusia considera que la mayoría de los Estados europeos aplican una política agresiva hacia ella, encaminada a amenazar su seguridad y soberanía, socavar su estabilidad política interna y los valores tradicionales espirituales y morales de Rusia. Una guerra en todos los frentes. Ante ello, propone formar un nuevo modelo de coexistencia con los Estados europeos, para garantizar el desarrollo seguro, soberano y progresivo de Rusia. Es un guiño que debe tenerse en cuenta. Para Rusia, el principal factor que complica la normalización de la relación con Europa es la orientación estratégica de Estados Unidos, el verdadero adversario, que, según Putin, intenta socavar la competitividad de la economía de Rusia, pero también de Europa, limitando su soberanía. Y a Estados Unidos le lanza un mensaje: la coexistencia pacífica depende de hasta qué punto esté dispuesto a abandonar su política de dominación por la fuerza y a revisar su rumbo antirruso, a favor de una interacción con Rusia basada en los principios de igualdad soberana, beneficio mutuo y respeto de los intereses de la otra parte.

Estos son, entre otros, aspectos de contexto que habrán de tenerse en cuenta antes de iniciar cualquier negociación para lograr un acuerdo de paz. La experiencia nos demuestra que solo conociendo a conciencia los deseos y preocupaciones de los demás, su cultura profunda y sus argumentos, un proceso de paz puede tener futuro, por difícil que sea empezarlo.

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