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España fetiche

Imagen de archivo del desfile militar del 12 de octubre

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Como una profecía, Marie Curie advertía en su momento que dejamos de temer aquello que aprendemos a entender. En este país se ha temido a todo: a la reivindicación de derechos laborales, a las feministas, a la defensa pacífica de otras formas de organizar el estado, a quienes hablan en otro idioma o a quienes han nacido, casualmente, en un lugar diferente. El discurso rancio de tener miedo a todo nos lleva al precipicio del absurdo y, al final, vamos a vivir en un país miedoso. Lograremos convertirnos en una sociedad inconsistente, mortecina, que siente su identidad amenazada por muchas cosas, por muchas personas, por muchas ideas, por muchas situaciones.

Para llegar a eso se está esforzando mucho la derecha, que presenta a España como un señor ofendido delirando con que todo pensamiento distinto al suyo es un peligro y un enemigo de este país. Ahora que Unidas Podemos ha sacado el debate de la república, el temor retuerce a la derecha. En su esfuerzo de pudrir el debate democrático, nos insultan y rescatan la idea franquista de que la mitad de este país está en peligro por la otra mitad. No estarán para apoyar el blindaje del estado del bienestar pero sí los veremos dividiendo fuerzas entre compatriotas, vendiendo España como fetiche, un souvenir, una baratija frágil.

Hace poco leí a Luisa Carnés. En su libro “Tea Rooms, mujeres obreras”, narra la España de los años 30: precariedad laboral, prostitución como salida de la miseria, aborto a escondidas... Los poderosos por un lado, la sociedad precaria por otro y, en medio, los escuderos, que siendo la mayoría precarios, también son esclavos del poder. Sociedad dividida desde entonces hasta ahora. Me pareció deprimente que sigamos casi igual y casi por las mismas causas.

En la era democrática te han colado que el carnet de español lo expide Ciudadanos, Vox y el Partido Popular. Un poco más arriba, en deuda con la derecha por mantenernos entretenidas en la pelea y la división congénita, sigue manejando el país una cúspide muy poderosa. Gente que será atendida en una clínica privada sin listas de espera, que estudiará hasta el final en universidades carísimas de otros países y es posible que hasta les regalen un máster. Es probable que incluso, desde sus reinos de Taifas, desvíen impuestos a paraísos fiscales. Y tú, que cada vez pagas más por el alquiler, podrías caer en la trampa y hacer de escudero de los que te miran desde arriba y nunca han dado la cara por ti. Ni lo harán. 

Celebrando el Día de la Hispanidad, no van a estar todas las personas que sienten aprecio y orgullo por este país. Sin embargo, para la derecha, será un desfile militar, una familia real y un alzamiento de banderas lo que determine si estás con España o contra ella. Se nos va a demonizar por echar de menos en el desfile a profesores, profesoras, personal de supermercado, transportistas, personal sanitario, y también, por qué no, a personas de otras nacionalidades que se sientan acogidas en este país. Se nos tachará de antipatriotas por considerar que el músculo de la patria debería ser la unión y la felicidad de quienes la habitan.

Nos acusarán de poner en peligro su idea de país vigoroso y bravo al que describen, sin embargo, en peligro diario de ahogarse. A mí me parece más sano, más empoderado, más de este tiempo, pensar que España será fuerte cuando no se sienta amenazada por peticiones de igualdad de derechos entre seres humanos, cuando no esté siempre a punto de romperse por acoger diversidad, cuando alcancemos la conciencia de que lo que hay que defender es tener un mejor sueldo a fin de mes, un sistema sanitario y educativo público ejemplar y un territorio diverso. Así entonces podríamos mirar con determinación al futuro.

Lo malo es que mientras la derecha gaste su tiempo señalando por traición a todo lo que desconoce, la sociedad seguirá dividida y confundida. España seguirá siendo ese “señor mayor asustado” por los nuevos tiempos. Y en todo ese desfile, a esos que tienen más poder que cualquier diputado del Congreso, como dijo Pablo Iglesias, no se les va a mover ni un pelo.

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