La política de Instagram
La generación milenial ha aportado una nueva forma de hacer política desde el activismo. Habitualmente desencantados e incomprendidos, su voto siempre ha sido siempre impredecible. La misma generación que revolucionó la política en España, podría ser la del voto perdido.
El futuro no es muy esperanzador porque según los datos del último CIS, al 40% de la juventud no le interesa nada la política. Esto preocupa primero porque evidencia que las viejas formas de hacer política no llegan, no responden y no convencen a la juventud y segundo porque hay miles de representantes haciendo política, manejando dinero público y legislando para un futuro sin la aprobación ni vigilancia de un 40% de la gente joven.
Ante esta crisis de interés y confianza, se abre paso la Generación Z con otras formas de entender la vida. La política va a tener que reinventarse más pronto que tarde o de lo contrario, esas nuevas generaciones encontrarán una forma de poder alternativo, lejos de los parlamentos donde nadie los comprende, ni se habla en su idioma. O mucho peor: que la extrema derecha aproveche ese desencanto.
Cuando nació Podemos supo recoger el pensamiento milenial y planteó una forma de llegar a la gente genuina e inexplorada hasta ese momento y a la que después se sumaron el resto de partidos con más o menos éxito. En adelante, ganarán el relato quienes asuman que ya no sólo se hace política desde un atril o un despacho, sino que también con un tuit, una storie o con un vídeo lanzado a las redes.
La batalla por llegar a la gente joven sigue en disputa pero en esta sociedad con un reconocido déficit de atención, lo que pueda contarse de manera rápida y cercana siempre tendrá más acogida que otras fórmulas tradicionales. Con una juventud que ya no se considera eurocentrista sino global, las fórmulas políticas de recogimiento patriótico solo encontrarán cabida si no sabemos conectar con ella. Ante una realidad donde los jóvenes muestran su día a día en las redes sociales, el viejo estereotipo del político lejano, inalcanzable y misterioso ya no va a funcionar. Frivolizar la cultura milenial o la Z es estar en otro planeta, lejos de cómo piensa y siente la gente del 2020 y por tanto, dudo que quienes critiquen las nuevas formas de hacer política, puedan hacer buena política.
Pero no confundan, porque aunque en todos los partidos hay jóvenes que manejan las redes sociales y por año de nacimiento son milenials, no lo son en cuanto a que no comparten preocupaciones ecosociales, el inconformismo, la precariedad laboral, las graves dificultades para acceder a una vivienda o una visión global del mundo. En cambio en partidos como Unidas Podemos, se dispara nuestra presencia.
Tendrán que seguir llegando políticos y políticas que comprendan que en una reunión de amigas se habla del Satisfayer, que engrosen el currículum con experiencias de viajes por el mundo, que hayan crecido ayudando a limpiar montes y playas de plásticos, que encarnen los nuevos modelos de familia o relaciones alejadas de la monogamia heterosexual, que sepan de Instagram, de Tic Toc y del poder las influencers para bien y para mal.
Los Boomers y los X trajeron unas formas e ideas un tanto rígidas del saber y del estar, con demasiadas limitaciones, con un sentido de la propiedad como pilar básico, con el beneficio económico en el centro de sus prioridades y pensando en un modelo único de familia.
Durante una parte de la Historia, fueron ellos (y en menor medidas ellas) quienes asumieron el control del mundo. Algún día, ya muy pronto, seremos los y las milenials quienes tomemos las decisiones y lo haremos diferente porque comprendemos la vida desde otro prisma. Y después vendrá la Z y nos adelantará. Y eso estará bien, porque avanzar siempre será una buena idea.
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