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Free Assange

Stella y Julian Assange, con la abogada Jennifer Robinson, atienden a los medios tras su puesta en libertad.

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Julian Assange ha llegado a Australia, su país natal, después de un proceso judicial de casi 14 años. Una batalla legal que ya es histórica, y que ha discurrido por múltiples jurisdicciones, organismos internacionales e interacciones diplomáticas al máximo nivel. Un caso judicial que ataca nuclearmente a la libertad de prensa en el mundo, y, por lo tanto, que amenaza peligrosamente el derecho a estar informados que tenemos todos los ciudadanos del mundo.

Los que suscribimos este artículo hemos dedicado más de una década a trabajar para que finalmente Julian Assange recupere la libertad. Para que termine una causa que jamás debió haber tenido lugar. Suscribimos este artículo con la satisfacción de ver por fin a Julian Assange reunirse con su esposa, Stella Assange, y sus dos hijos, en su Australia natal.

La agencia de noticias WikiLeaks revolucionó el mundo de la comunicación. Estableció un cortafuegos informático que garantizaba el anonimato de los whistleblowers o informantes. Nadie, ni siquiera la propia organización WikiLeaks, podría conocer la identidad de la persona que filtraba la información. Como consecuencia de esta innovación la agencia comenzó a publicar información muy relevante sobre corrupción en Islandia, escándalos bancarios en Suiza, ejecuciones extrajudiciales en Kenia o delitos medioambientales en Costa de Marfil. Sin embargo, sólo una jurisdicción reaccionó contra esta agencia periodística, Estados Unidos, desatando una causa penal sin precedentes en la que se trataba de establecer que el legítimo ejercicio del periodismo podía ser considerado como espionaje.

En 2010 se constituyó un Grand Jury en EEUU. Todo secreto, todo reservado, todo armado y debidamente engrasado para que se cumpliera el objetivo final. La captura de Julian Assange, catalogado como enemigo número uno de la administración norteamericana.

 

Asilo en la embajada

Julian Assange se refugió el 19 de junio de 2012 en la Embajada de Ecuador en Londres al ser inminente su entrega a Suecia como consecuencia de una Orden Europea de Detención y Entrega. No existía ninguna causa judicial en Suecia, sino una mera investigación preliminar de la Fiscalía del mismo. De hecho, ya había declarado en 2010 y esa pesquisa fiscal se había cerrado. Su entrega a Suecia se iba a producir sin garantías de no reextradición a Estados Unidos, donde ya se sabía, como consecuencia de órdenes de incautación de material de WikiLeaks cursadas a Google, que existía una causa sealed o secreta en territorio norteamericano.

El presidente de Ecuador de la época, Rafael Correa, en un ejercicio de valentía y cumplimiento de las obligaciones internacionales, concedió asilo a Julian Assange el 16 de agosto de 2012, tras acreditar que el periodista enfrentaba una persecución política. De hecho, quien se alega era su fuente, Chelsea Maning, había sido detenida y sometida a trato cruel, inhumano y degradante, como había denunciado el Relator de la ONU contra la Tortura, Juan Mendez.

Desde que se confirió el asilo a Julian Assange se estableció un equipo de trabajo con juristas de la más alta cualificación. Baltasar Garzón coordinó la defensa desde el comienzo y poco después, Aitor Martínez, abogado de su despacho, se sumó a la misma y en union de otros abogados de diferentes países, formamos un equipo de trabajo proporcionado al minucioso trabajo de defensa que se exigía. La abogada australiana Jennifer Robinson mantenía activa la interlocución con los organismos de Naciones Unidas. Gareth Peirce, la reconocida abogada británica, célebre por ser caracterizada por Emma Thompson en la película “En el nombre del padre”, comandaba la representación ante las autoridades británicas. Los suecos Per Samuelson y Thomas Olsson se encargaban de la jurisdicción sueca. Barry Pollack hacía lo propio en Estados Unidos. Stella Moris (hoy Stella Assange), que manejaba la lengua sueca, inglesa y española, era la abogada perfecta para pivotar entre jurisdicciones. Otras figuras relevantes como Melinda Taylor, Renata Ávila, Juan Branco, Candela Estevez, Christophe Merchand, entre otros, participaron igualmente en el equipo a lo largo de estos años.

Durante casi siete años trabajamos en forma incansable dentro de ese minúsculo piso en el centro de Londres, en condiciones muy duras, sin acceso a la luz solar y al aire fresco, rodeados por policías británicos, y con la certeza de que éramos objetivo de la inteligencia norteamericana. Sin duda, trabajábamos dentro de la embajada más monitoreada y controlada del mundo.

Los viajes eran constantes. Días y días, sábados y domingos, reuniones interminables. El trabajo era multijurisdiccional, litigábamos en Ecuador, Estados Unidos, Suecia, Reino Unido, entre otros países, y elevamos causas a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, Corte Interamericana, Organismos de Derechos Humanos de la ONU.

 La situación en la embajada se hizo muy dura. El deterioro de salud de Julian Assange era evidente y palpable. Las condiciones de vida que enfrentaba eran durísimas, sin acceso a la luz solar o al aire fresco. Suecia, en clara coordinación con Reino Unido, no permitía que Assange declarara por videoconferencia, ni aceptaba desplazarse a la embajada, ni permitía que Assange fuera al país escandinavo con un compromiso de no reextradición a Estados Unidos. Evidentemente, su entrega a Suecia era el paso previo para su reenvío a Estados Unidos.

 

Instancias internacionales

Pero acudimos al Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, y ganamos, con una contundente resolución de 4 de diciembre de 2015, tras un proceso contradictorio con Suecia y Reino Unido que determinó que Assange se encontraba “detenido arbitrariamente”, por lo que debía ser puesto en libertad e indemnizado. Sin embargo, como era previsible, Reino Unido y Suecia (pivotando tras ellos Estados Unidos) no cumplieron la resolución.

Sin embargo, esa resolución forzó a las autoridades de Suecia a desplazarse a la Embajada de Ecuador en Londres para tomar declaración a Assange y desbloquear la situación. La declaración la preparamos minuciosamente y Aitor Martínez, junto al abogado ecuatoriano, Carlos Poveda, defendieron a Julian Assange en ese interrogatorio. Tras aquella declaración, la Fiscalía sueca, como era previsible, cerró aquella investigación preliminar, por no existir evidencias de cargo. Una investigación que jamás fue causa judicial penal formal.

 Pero el impasse en la embajada continuó. Si bien la causa sueca estaba cerrada, era evidente que en Estados Unidos existía una causa sealed (secreta) que se activaría en cuanto dejara la embajada. Muchos creían que esto no era más que una paranoia de Assange y su defensa, pero las evidencias de la existencia de esta causa subrepticia eran múltiples, incluyendo una filtración de la Fiscalía norteamericana en la que se aseveraba que había que mantener la causa secreta para no justificar el asilo, y de esa forma, cuando dejara la embajada, detenerle.

 Diseñamos todo tipo de alternativas para una salida garantista de Assange de la embajada. Incluso desde este despacho profesional se acordó con la diplomacia ecuatoriana que Assange, que había vivido bajo la jurisdicción ecuatoriana más de cinco años, accediera a la nacionalidad ecuatoriana. De esa forma, podría ser nombrado agente diplomático en un tercer Estado. Y de acuerdo a la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 196, el agente diplomático en tránsito disfruta de las inmunidades y la inviolabilidad por los países por los que transita, lo que permitía su salida en condiciones de seguridad. Sin embargo, sorpresivamente, el mismo día que en forma muy reservada y confidencial, los dos abogados firmantes de este artículo, viajamos a Londres para cerrar esta salida, incluso con un pasaporte diplomático expedido que se entregó a Julian Assange, personas enmascaradas asaltaron el despacho profesional en Madrid el día que entregábamos esa documentación a Julian Assange en la embajada. Buscaban el servidor y documentación, pero no encontraron lo que querían. A día de hoy, jamás se ha investigado debidamente ese asalto a nuestro despacho.

 La situación continuó en el aire, pero ya con la nueva administración ecuatoriana de Lenin Moreno, la cual coqueteaba abiertamente con las autoridades norteamericanas. El presidente ecuatoriano incluso recibía a Mike Pence. De hecho, era público y notorio que el país necesitaba un crédito del FMI por su delicada situación económica. Ante la inminencia de la expulsión de Assange, presentamos una medida cautelar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) el 28 de diciembre de 2018 que frenó la entrega a Reino Unido. Esta medida obligó a Ecuador a informar a la CIDH que no tenía intención de entregar al asilado, por lo que la medida se cerró el 12 de marzo de 2019. Sin embargo, menos de un mes después, Lenin Moreno permitió el arresto de Assange dentro de la misión diplomática, en lo que será siempre recordado como una de las mayores agresiones a la figura del asilo que después hemos visto reproducida y agravada en el propio Ecuador, bajo la actual presidencia de Daniel Noboa, con el exvicepresidente Jorge Glas sacado a la fuerza de la sede diplomática de México donde había recibido asilo político. Ante aquel atropello interpusimos una denuncia en la CIDH que sigue su curso.

 

Detención y extradición

A partir de ese momento Estados Unidos mostró sus cartas. Una solicitud de extradición por un cargo que posteriormente se amplió a 17 cargos más bajo la temida Ley de Espionaje de 1917. Una norma anacrónica que se dispuso en la Primera Guerra Mundial para perseguir espías, no periodistas que simplemente habían revelado la comisión de crímenes de guerra y de corrupción.

Durante la extradición estalló un nuevo escándalo, se abrió una causa penal en la Audiencia Nacional, impulsada por este despacho, contra la empresa española de seguridad al cargo de la Embajada de Ecuador en Londres. Se practicaron entradas y registros en la sede de la empresa y el domicilio de su dueño, que fue detenido. Actualmente la investigación continúa, centrada en que, presuntamente, esta empresa habría estado facilitando información de Assange sobre sus visitas, diplomáticos ecuatorianos, así como su defensa, incluyendo a los que suscriben, supuesta y presuntamente a la inteligencia norteamericana. Es más, investigaciones periodísticas en Estados Unidos llegaron a afirmar que la CIA proyectó, bajo la dirección de Mike Pompeo, asesinar a Julian Assange dentro de la misión diplomática.

El proceso de extradición ha sido largo, duro y complejo. La labor de la defensa británica, alimentada con el trabajo que todos los demás facilitábamos, fue encomiable. Ed Fitzgerald y Mark Summers, con el trabajo de la inagotable solicitor, Gareth Peirce, pelearon con uñas y dientes. El proceso de extradición británico es largo y complejo, y pasamos por múltiples instancias.

Nos encontrábamos por último ante la High Court, encarando la que sería una de las últimas vistas, centrada en si Assange estaría asistido o no por la Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos, que reconoce la libertad de prensa. Una vista determinante.

Free Assange

Sin embargo, llegó este acuerdo. Sin duda fruto de la presión internacional. No hay una esquina del mundo en que no se haya creado un movimiento “Free Assange”. A lo que se une que la práctica totalidad de los organismos de protección de derechos humanos de la ONU se venían pronunciando contra la extradición. Organizaciones como Amnistía Internacional o Reporteros sin Fronteras igualmente se habían posicionado en forma contundente. Mandatarios de la comunidad internacional reclamaban la libertad de Assange en forma reiterada, como Andrés Manuel López Obrador o Lula da Silva. La presión para Estados Unidos era ya insostenible.

Hoy vemos con satisfacción a Julian Assange llegar a su país natal, Australia, y abrazar por primera vez como un hombre libre a su mujer e hijos. Pero seguiremos avanzando en los diferentes frentes. La verdad debe resplandecer y, aparte del acuerdo firmado, si algo queda claro es que Julian Assange ha luchado hasta el final y la libertad de prensa, amenazada por razones de seguridad nacional, es un poco más fuerte y ha conseguido demostrar que todo tiene sus límites y que aquella debe estar al servicio de los ciudadanos y no de intereses ocultos y espurios de unos pocos.

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