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Yo estaba en el kibutz Kfar Aza. El bombardeo indiscriminado de Gaza no es la solución

Soldados israelíes trasladan los cuerpos de las personas asesinadas en Kfar Aza.

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Yo estaba allí. Estaba visitando a mi querida familia en el kibutz Kfar Aza, donde nací y crecí, donde vive mi gente, mi familia, mis compañeros de clase y amigos, amigos de mis padres, miembros del kibutz, una comunidad muy unida.

Estaba en la habitación segura cuando empezamos a darnos cuenta de lo que pasaba a nuestro alrededor, y aún no entendíamos nada. Cuando mi cuñada no contestaba los mensajes de preocupación, cuando el ruido de disparos y cohetes rodeaba aquella pequeña habitación. Cuando llegó mi sobrina con su novio, quien recibió un disparo y resultó herido mientras mantenía cerrada la puerta de la habitación segura de su apartamento. Cruzaron el kibutz con valentía y llegaron heridos y conmocionados a la casa de sus padres (mi hermana).

Estábamos allí, aterrorizados por nuestras vidas, mi hermana, mi cuñado, su hija menor, su hija mediana, su novio y el perro. En la habitación segura abarrotada, con el herido tirado en la alfombra, lo atendimos con los pocos recursos que teníamos, y durante horas nadie vino a salvarnos. Sentados en la oscuridad tratando de guardar silencio (tanto como era posible con un joven que sufría un dolor terrible por dos disparos en las palmas de las manos y dos brazos rotos), para que los terroristas pensaran que no había nadie en casa. Indefensión absoluta. Miedo mortal.

Estuve allí, y el olor del campo de batalla que llenaba el césped y las aceras de mi infancia aún permanece en mis fosas nasales. El miedo todavía se apodera de mis músculos y fluye por mis venas. Después de largas horas fuimos rescatados. Una liberación sin garantías y en peligro para nuestras vidas. De nuevo. Terror.

No tengo idea de cómo esto influirá en el resto de mi vida. Si algún día podré no temer cada pequeño ruido, no imaginar disparos en lo más profundo de la noche. Pero hay una cosa que siento con más fuerza que nunca: debemos detener este ciclo de muerte. Debemos invertir todo nuestro poder y energía en el objetivo final: cómo construir un futuro pacífico y seguro para todos los que viven en este lugar.

No terminará con palabras como “disuasión”, “un golpe final”, “decisivo”. La tranquilidad sólo llegará por medios políticos.

No necesito venganza, nada devolverá a los que se han ido: mi cuñada Mira; Tal de mi clase (el grupo 'Sacudido'); Bilha, la mejor amiga de la infancia de mi madre, su nieto y su yerno; Livnat y Aviv, cuyos padres fueron nuestros vecinos por siempre, y sus hijos; Michal, quien fue mi consejera cuando era adolescente y su hijo; Smadar, la hermana de Lirón, y su marido; Eli, el padre de Avner; y cientos más.

Los bombardeos indiscriminados en Gaza y la matanza de civiles ajenos a estos horribles crímenes no son una solución. Más bien, es la forma más segura de prolongar la violencia, el terror, el dolor y el duelo.

Necesito saber que hay quienes piensan y se preocupan incluso ahora por el futuro de los que quedan, el futuro de Kfar Aza y su perímetro, el futuro de todos los seres humanos que viven aquí, israelíes y palestinos.

No soy ingenua, sé lo largo y difícil que será esto. Pero como lo demuestran los últimos veinte años, y aun más los acontecimientos de este horrible shabat, todo el poder militar de la tierra no proporcionará defensa y seguridad. Una solución política es lo único pragmático posible; estamos obligados a intentarlo y debemos comenzar este trabajo hoy.

©Haaretz

https://www.haaretz.com/opinion/2023-10-17/ty-article-opinion/.premium/i-was-there-in-kfar-azza-indiscriminate-bombing-of-gaza-is-not-the-solution/0000018b-3990-d0ac-a39f-b9921c5a0000

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