La legislatura de los 20 kilómetros para compartir energía renovable
El autoconsumo solar está cayendo en picado, especialmente el de los tejados de los hogares españoles. Hay quien habla de un 50% y quien eleva a un 80% la reducción de ventas del solar doméstico del 2023 respecto del 2022, que fue el mejor año de la Historia, gracias a las subvenciones, las bonificaciones de IBI, el dinero barato y los precios disparados de la energía. Ahora, con precios de la luz cada vez más baratos (aunque aún demasiado caros), especialmente en las horas de sol, los números del autoconsumo ya no son tan favorables como hace un año. Sin embargo, aumentar la potencia renovable instalada llenando los tejados de paneles solares continúa siendo extremadamente necesario, pues el cambio climático sigue avanzando, necesitamos reducir emisiones y la gran mayoría de los tejados están aún sin cubrir, con el enorme desperdicio de energía que ello supone.
El declive actual del autoconsumo contrasta con el discurso de investidura del presidente Pedro Sánchez, quien manifestó su intención de que España triplique la potencia instalada de autoconsumo. Teniendo en cuenta que actualmente superamos los 5.500 MW, haría falta instalar más de 11.000 MW adicionales de autoconsumo en los próximos años. Para que eso suceda, es clave que a una inversión en autoconsumo le salgan los números.
A la hora de valorar la viabilidad económica de una instalación, comparando el coste de la instalación (que está bajando) y los ahorros o ingresos que se obtendrán. En lo que respecta a los costes, cuando más grande sea la instalación, más barato será el coste de cada kW de potencia instalada. Por tanto, hay que ocupar el 100% del tejado y tomar medidas para que el consumidor se pueda beneficiar de ello. Y en cuanto a los ingresos, uno de los factores clave es el porcentaje de energía autoconsumida. Si el consumidor absorbe la mayoría de la energía producida por su instalación, los números cuadran. Por el contrario, si la mayoría de la energía se vierte a la red, con los precios cada vez más bajos de la energía durante el día y en espera de la necesaria reforma del sistema marginalista, la inversión es menos viable. Esto es así porque si autoconsumo un MWh de la instalación, me ahorro el precio final de la energía, mientras que, si lo vendo al mercado, sólo me pagan el precio de coste. Acudiendo al tradicional y siempre resultón símil de la electricidad y los tomates, cada tomate que me como de mi huerto es uno que no compro en el súper, y por tanto me ahorro el precio de venta del tomate, mientras que cada tomate que produzco y no consumo, lo venderé al precio que le pagan al agricultor, que es muy inferior. Si la mayoría de tomates de mi huerto van a precio de agricultor, no cubriré costes. Por el contrario, si consumo yo los tomates, me ahorro el precio final, y el beneficio será mucho mayor.
Las baterías (equivalente a cámaras frigoríficas para guardar los tomates) pueden ser una opción, pero su precio aún no las hace competitivas sin subvenciones en el sector doméstico. Por tanto, la clave radica en cuánto autoconsumo instantáneo se puede realizar de cada instalación, ya sea por parte del ocupante del edificio en cuyo tejado está la instalación, o de otros consumidores cercanos. O, dicho de otra forma, con cuánta gente puedo compartir los tomates de mi huerto, de forma que esas personas también se ahorren el tomate a precio de venta del supermercado, en lugar de tener que ir al mercado mayorista a vender mis tomates.
Es aquí donde entra en juego la distancia máxima que se establezca para que los consumidores puedan beneficiarse de la energía de los tejados. Cuanto mayor sea la distancia, mayores serán las posibilidades de aumentar el porcentaje de energía autoconsumida, y, por tanto, la viabilidad económica de la instalación solar. Actualmente en España está establecida una distancia máxima para compartir energía de 500 metros si la instalación se ubica sobre terreno y de 2 kilómetros para instalaciones solares ubicadas en tejados o suelos industriales. Esta distancia, ya ampliada en el mes de diciembre de 2022 tras intensos debates, y que hace un año podía parecer suficiente, en las nuevas circunstancias de fuerte caída del mercado claramente no lo es.
Por supuesto, no pretendo atribuir a los 500/2000 metros la culpa del bajón del autoconsumo, pero sí que considero que la ampliación de esas distancias podría ayudar a mitigar la caída, haciendo más instalaciones de autoconsumo viables económicamente. A ello habría que unir otras medidas como la aprobación de los coeficientes de reparto dinámico para el autoconsumo compartido, la posibilidad de tener facturas con saldo favorable al cliente (como recientemente ha recomendado el Defensor del Pueblo), que esos ingresos puedan tributar por IRPF en lugar de por IVA, variabilizar más los peajes y cargos, o acelerar sustancialmente los trámites del autoconsumo colectivo por parte de las distribuidoras. Algunas de ellas podrían ser técnicamente más complejas o lentas, pero ampliar la distancia es una sencilla contribución a viabilizar instalaciones que de otra manera no serían realizables.
¿Y cuánto habría que ampliar esa distancia? Miremos a Europa. Hay países, como Austria o Italia, que permiten el autoconsumo colectivo mientras que se trate de instalaciones y consumidores conectados a la misma red de baja o media tensión, con independencia de la distancia a la que se encuentren. Otros, como nuestros vecinos portugueses y franceses, establecen distancias que llegan hasta los 20 kilómetros para zonas rurales (Francia) o conexiones a muy alta tensión (Portugal).
Si se pretende, como ha dicho el presidente, triplicar la potencia de autoconsumo, España debería situarse al menos en niveles similares a los países más avanzados de Europa. Seguramente el miedo del Gobierno sea que, si se amplía mucho la distancia del autoconsumo colectivo, baje la recaudación de los ingresos del sistema. Es decir, cuanta más gente tenga huerto, el coste de la logística de llevar los tomates al supermercado se repartirá entre menos gente, que, por tanto, tendrán que pagar más. Sin embargo, más autoconsumo también supondrá energía más barata para todo el mundo, pues el precio de mercado bajará ante la menor demanda de energía de la red, pudiendo a su vez provocar un efecto de aumento del consumo eléctrico, gracias a la atracción que los precios baratos generan para nuevos consumidores (vehículos eléctricos, aerotermia, centros de datos…). Y, además, gracias a aumentar el autoconsumo, reduciremos una parte de la necesidad de nuevas redes eléctricas (y nuevos costes), con lo que el coste logístico se reducirá, de nuevo, para todos.
En ese cambio legislativo, habrá que hilar fino para evitar que grandes instalaciones se disfracen de autoconsumidoras para saltarse los costes de la logística del electrón. Para ello, pueden establecerse ciertos límites, como una potencia máxima para compartir energía renovable a partir de ciertas distancias, el criterio del mismo nivel de tensión o que exista un mínimo de participación de ciertos sujetos en la instalación para que pueda beneficiarse del autoconsumo colectivo. También pueden establecerse distancias superiores para comunidades energéticas o para zonas rurales. De lo que no hay duda es que 500 metros para instalaciones en terreno y 2 kilómetros para tejados es una distancia insuficiente en el contexto actual y a la vista de los objetivos pretendidos. Es la hora de tener la valentía necesaria para que esta sea la legislatura en la que se pueda compartir energía renovable de autoconsumo a 20 kilómetros de distancia.
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