Sociedades más justas, equilibradas e inclusivas
Hablar hoy de Economía Social es mucho más fácil que hace unos años, cuando apenas se conocía la dimensión socio económica de este modelo empresarial y sobre todo su contribución a aspectos como el medio ambiente, el bienestar de las personas y la construcción de sociedades más justas donde se reduzcan las desigualdades sociales y territoriales.
En este contexto, la Economía Social es una historia de éxito y una palanca del cambio que aporta soluciones en sectores tan claves como la vivienda, la energía, la reindustrialización, la pesca, la banca cooperativa y ética, la alimentación sostenible, la exclusión social, la pobreza, la educación y la digitalización; además de estar comprometida con un desarrollo sostenible y un crecimiento económico equilibrado que contribuya a solucionar una cuestión tan importante como es el reto demográfico.
En estos momentos, la Economía Social es una realidad empresarial incuestionable en España y en Europa y está a la vanguardia de las principales transformaciones de la Unión Europea. Estas afirmaciones las constatan desde Gobiernos europeos, a la Comisión Europea, el mismo Parlamento Europeo y el resto de instituciones de la UE hasta organizaciones internacionales como la OIT, la OCDE a la Resolución sobre Economía Social adoptada por Naciones Unidas. Todas ellas han aprobado resoluciones para potenciar este modelo empresarial en el mundo, identificándola como actor clave para el futuro de los países. Estamos viviendo un momento histórico. Un momento sin precedentes tanto a nivel estatal como internacional, culminado con la Resolución del Consejo de Ministros europeos aprobada durante la presidencia Española, con el objetivo de incrementar la presencia de las empresas de economía social en el escenario europeo.
La mayoría de los Gobiernos de la UE están comprometidos con la Economía Social. También en noviembre del pasado año y en el marco de la Conferencia Europea de Economía Social celebrada en San Sebastián se aprobó el Manifiesto de San Sebastián aprobado por 19 gobiernos. Este documento ha tenido continuidad respecto a los compromisos gubernamentales bajo la presidencia belga de la Unión Europea con la declaración de Lieja, firmada este mes de febrero de nuevo por 19 gobiernos y que fija una hoja de ruta y una apuesta por este modelo de empresa, que apuesta por reconstruir nuestras economías y sociedades pensando en las personas en primer lugar, sin dejar a nadie atrás y combatiendo desafíos existenciales para el ser humano como el cambio climático o las desigualdades sociales y territoriales cada vez más presentes.
En España, y en el marco de la CEPES, hay más de 43.000 empresas sociales que dan empleo a más de 2.5 millones de personas. Son compañías de todos los tamaños, presentes en todos los sectores y líderes en muchos de los casos, que aportan el 10% del PIB. En Europa, y en marco de Social Economy Europe –la entidad más representativa de la Economía Social europea–, hay más de 2,8 millones de empresas y entidades que facturan el 8% del PIB europeo y sus 14 millones de empleos suponen actualmente cerca del 7% de los empleos. Hablamos de cooperativas, de mutualidades, de sociedades laborales, de cofradías de pescadores, de centros especiales de empleo, de empresas de inserción, de bancos cooperativos, éticos y alternativos, de instituciones de microcréditos y de asociaciones y fundaciones, todas ellas trabajando por el bienestar de las personas.
Todas estas tipologías de empresas y entidades tienen un denominador común, “las personas priman por encima del capital” y esta “primacía” condiciona el cómo se hacen las cosas y para qué. Y en esta respuesta está la razón de ser de que en estos momentos, gobiernos de todo el mundo, instituciones europeas e internacionales hayan ubicado a la Economía Social en el epicentro de sus agendas políticas, económicas y sociales, en sus propias palabras, “la economía social está en el corazón de nuestra economía” ya que es la mejor manera de construir desde lo económico, sociedades más inclusivas y resilientes.
¿Y cómo lo hace? Con un tejido empresarial que genera empleos estables, de calidad e inclusivos, reinvirtiendo gran parte de sus beneficios o totalmente en el fin social de la empresa, creando empleos, generando mecanismos de igualdad y diversidad en las plantillas, disminuyendo las brechas salariales e integrando laboralmente a colectivos vulnerables. En la toma de decisiones prima la democracia y el bienestar de las personas, por lo que estamos ante un modelo económico que no solo es competitivo, innovador y en crecimiento, sino que permite resolver crisis sociales y territoriales, contribuyendo a redistribuir la riqueza de una forma más equitativa y construyendo sociedades más cohesionadas que fomentan la igualdad de oportunidades para todas las personas.
En el 2015, el Consejo de la UE definió la Economía Social como un motor de desarrollo en Europa y la propia Estrategia Española de Economía Social 2027 habla de “empresas resilientes, que priman la sostenibilidad frente al resultado a corto plazo y con capacidad de adaptación ante situaciones económicas adversas”. Una capacidad de adaptación que, como ha demostrado la pandemia y destaca Naciones Unidas (2023), generan “un nuevo equilibrio entre la eficiencia económica y la resiliencia social y ambiental”.
La Economía Social promueve un desarrollo industrial sostenible que favorece una transición doble, verde y digital justa. Además, tal y como dice la OCDE en su informe del 2022, acelera la innovación social y tecnológica reforzando el capital social y económico de los territorios, ayudando a revitalizar zonas rurales y despobladas. Este potencial, ha hecho que la Comisión Europea la haya identificado como uno de los 14 ecosistemas claves para la recuperación de Europa.
Especialmente importante y reconocida es la fortaleza de la Economía Social en el ámbito rural, pues ayuda a generar economía, empleo y a fijar la población, siendo a veces el único modelo empresarial en muchos lugares. El Parlamento Europeo en 2022 reconoció la importancia de este modelo de empresa “como catalizador del desarrollo de los recursos locales y para contrarrestar la despoblación”, además de prestar servicios esenciales como “la salud, los cuidados de larga duración, la educación y la formación profesional, la cultura y la promoción del patrimonio cultural, las tecnologías avanzadas, la vivienda, el ocio, la economía circular, las energías renovables y la gestión de residuos; que, debido a su arraigo local y a su carácter social e integrador, forman parte intrínseca del modelo social europeo”.
Todos estos años de historia y de evolución, han permitido demostrar que desde las empresas de la Economía Social se promueve la competitividad y, al mismo tiempo, la consecución de un crecimiento inteligente, sostenible e inclusivo siendo una oportunidad única para que una Unión Europea más social llegue a sus ciudadanos, detecte sus necesidades reales y los convierta en actores de las soluciones a muchos de los desafíos actuales como el desempleo, el trabajo precario, la exclusión social, la discriminación, el cambio climático, la crisis energética, el acceso a la salud, la educación, una vivienda asequible o la falta de cohesión social y territorial.
Creo que hay dos preguntas que debe de hacerse cualquier empresa: ¿Quiénes somos? ¿Para qué existimos? Aquellas empresas que a la hora de responder a esto tengan un compromiso con un carácter más humano, más social, más verde, más sostenible, son empresas que van un poco más allá de la cuenta de explotación, en muchos casos hacen memorias sociales y son empresas que su mirada no es cortoplacista. Son empresas que escuchan a las personas y entienden las demandas sociales. Que se preocupan por su entorno y por el planeta. Que buscan como mejorar las competencias profesionales y solucionar inquietudes. Empresas que tienen tendencia a ayudar, no solo en los buenos momentos sino también en los momentos de crisis, como en la pandemia pasada. Entonces sí, entonces esa empresa responde a la esencia de la Economía Social.
Son algunos datos que reflejan su compromiso con la sociedad. Un modelo empresarial con valores, que da prioridad a las personas, a las causas sociales y medioambientales por encima del reparto de los beneficios, además de ofrecer oportunidades de financiación y de formación. Valores que son coincidentes con los que prioriza la Unión Europea: cohesión social, cohesión territorial, economía verde, sostenibilidad, digitalización y mejora de las competencias.
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