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La urgencia de actuar contra el calor extremo y adaptarse al cambio climático en 2023

Una de las manifestaciones contra la tala de árboles en Arganzuela este verano.

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Sobran las señales y las evidencias de que estamos en una crisis climática como nunca antes había sucedido. Junio y julio han mostrado records de temperaturas en el mundo, mostrando algunos días record absolutos, las temperaturas en el océano están marcando límites inusuales, la desaparición de hielo en el ártico está llegando a valores umbrales y ya se esta poniendo fecha a su desaparicón en verano, olas de calor afectan a todo Estados Unidos, de este a oeste, en Canadá arden 10 millones de hectareas, los fenoménos meteorológicos extremos se están sucediendo por todo el mundo, ya muchos científicos hablan de que se podría estar llegando a los famosos puntos umbrales donde podemos llegar a terrenos desconocidos. Las advertencias de los servicios climatológicos de la UE como Copernicus o de la Organización Meteorológica Mundial no dejan a lugar dudas. El secretario general de Naciones Unidas dice que “es el momento de la era de la ebullición global” y que la situación es comparable a “un coche sin conductor a 160 kmh”.

En España todavía hay más evidencias, el año 2022 murieron más de 11.000 personas por el calor extremo y este año 2023 se acumulan olas de calor, valores extremos de temperatura en el aire y en el mar, con docenas de noches cálidas, tórridas y algunas infernales, además de una dura sequia con importantes y cuantiosos efectos en la agricultura y ganadería y agua para beber en cientos de municipios por todo el país, sobre todo en Andalucía y Cataluña y que no tiene pinta de remitir. La imagen de playas vacias en Benidorm por las elevadas temperaturas también tiene mucho que decir sobre uno de los sectores claves de nuestra economía. Los incendios forestales si bien no han llegado a las 300 mil hectáreas del año pasado demuestran que la estación de peligro ya ocupa todo el año, en mayo ya había quemadas 50 mil hectáreas, y queda todavía mucho año.

Sin embargo en la reciente campaña electoral, a pesar de celebrarse en plena ola de calor y temperaturas máximas, el diagnostico ha sido prácticamente nulo y las propuestas y soluciones de los cuatro principales partidos muy lejanas al reto vital y mayúsculo que supone la crisis climática. Si bien la emergencia climática, no es de derechas ni de izquierdas, si parece que las políticas lo son. Así, un partido negacionista como Vox parecía que imponer al Partido Popular incluso a negar el cambio climático. El propio Partido Popular proponía derogar todas las políticas del bloque progresista incluso las balbuceantes del área climática. Pero en algunos municipios y comunidades autónomas se comprueba que las amenazas han sido reales como el caso de los arboles de Madrid, los carriles bicis de Elche, Valladolid, Gijon o Palma o la reducción de las zonas de bajas emisiones pero también en temas con trasfondo territorial como la legalización de los regadíos de Doñana contestado por Bruselas y más de 1.000 científicos, o el calamitoso estado del Mar Menor donde todavía no hay una hoja de ruta clara para salvar este humedal y esta comarca. A escala estatal nos encontramos que los nuevos planes de cuenca aprobados en 2023(¡) siguen fomentando nuevos regadíos en numerosas cuencas, a pesar de que no hay agua, según ha denunciado Greenpeace, las evaluaciones de impacto ambiental sobre nuevas instalaciones de renovables siguen dejando mucho que desear como denuncia Aliente, las cooperativas energéticas y el autoconsumo colectivo no existen, y el autoconsumo aumenta de una manera indolente sin apenas apoyo y con múltiples retrasos por todas partes. Las tecnologías de almacenamiento de renovables, tanto bombeo como termosolar, y especialmente esta última no son apoyadas, por lo que obliga a tirar de ciclos combinados, gas y carbón. La descarbonización en el transporte no es más que un bonito nombre, en el sector residencial a pesar de las declaraciones tampoco se realiza al ritmo adecuado. Y las emisiones de CO2 aumentaron un 6% en 2021 y un 3% en 2022 (¡). Otros temas relevantes como la descarbonización en la administración ni siquiera se nombran. Respecto a la adaptación al cambio climático, vemos que ni las ciudades, ni los bosques, ni las costas, ni los sectores económicos, están adaptados. La pobreza energética, esta vez en verano, aumenta con las olas de calor, la falta de aislamiento de los edificios y el elevado precio de la energía.

El propio vicepresidente de la Comisión Europea ha asegurado que se trata de políticas que “no deben de ser de izquierdas o derechas” y efectivamente, la calidad del aire, la salud, la biodiversidad, el autoconsumo, la descarbonización de todos los sectores, la adaptación al cambio climático basadas en adecuadas participación y asambleas ciudadanas deberían de ser políticas urgentes e imprescindibles a cualquier política del siglo XXI. Estos meses España detenta la presidencia del Consejo Europeo y le corresponde organizar la agenda y las reuniones del consejo. Podría ser un buen momento para hacer que Europa diera un paso adelante en la lucha contra la crisis climática y asumiera el reto que le corresponde a escala global. España declaró solemnemente la emergencia climática en enero de 2020 pero sus realizaciones han sido muy parcas.. parecía que el terrible verano de 2022, con sus 42 olas de calor según la AEMET, haría que las cosas se tomaran mucho más en serio, pero no ha sido así. El verano de 2023 ha marcado records a nivel mundial de temperaturas y fenómenos meteorológicos extremos y señalado ese territorio “ desconocido”. Es hora de que el próximo gobierno, que nombre el parlamento, integre en todas y cada una de sus políticas e inversiones las actuaciones contra el cambio climático con acciones radicales y urgentes. Hay que dar un paso al frente y encararse de una forma decidida al sector de los combustibles fósiles y adaptar todos los sectores al cambio climático. Nos jugamos el futuro.

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