Amarse a sí mismo

El diseñador de moda Tom Ford dirigió la película El hombre soltero (A single man) con una clara huella de Antonioni pero con la impronta lógica de un gran diseñador. Ford consigue un tempo preciso construido con el uso del silencio y la sencillez cromática sujetada por líneas de estilo clásico próximo a las imágenes de Vértigo y Con la muerte en los talones de Hitchcock, para contar la historia de George Falconer, un profesor inglés homosexual que da clases de literatura en Estados Unidos.

Falconer ha perdido en un accidente a su compañero sentimental después de más de tres lustros de vida en común y, creyendo que no puede superarlo, piensa acabar con su propia vida. La película se plantea, entonces, como el viaje a ese fin premeditado. Basada en la novela homónima del escritor Christopher Isherwood publicada en 1964, y considerada entonces como un manifiesto para los movimientos defensores de los derechos de los homosexuales, la película de Ford, sin embargo, sin apartarse de las intenciones de Isherwood, ofrece una mirada a la luz de nuestro tiempo mucho más amplia y nos habla, más que del mapa emocional que puede afectar a una opción sexual, de la condición del amor.

El profesor Falconer en un momento de la película dice: «Lo único que ha hecho que algo valga la pena son esas pocas veces en que he podido realmente conectar con otro ser humano». Falconer ha sido capaz de experimentar un amor real y su pérdida, y la incapacidad manifiesta de volver a sentirlo con otra persona le lleva a renunciar a todo y ceder ante la pulsión de la muerte. El otro personaje de la película, Charlotte o Charley, es una inglesa que mantuvo una breve relación juvenil con Falconer en Londres. Ahora, muchos años después, ella se ha divorciado, tiene un hijo que ya se ha ido de casa y vive en una soledad alcohólica desde la que proyecta la fantasía de restaurar la relación amorosa con el profesor gay. En una escena, después de compartir una cena e infinitas copas, Charley pone un disco, Stormy Weather, y comienzan a bailar. Ella se aferra a él manifestando vivamente el deseo que ese hombre aún le despierta. Él la abraza buscando refugio a su soledad en un gesto de despedida, ya que después de ese encuentro piensa quitarse la vida. La voz de Etta James envuelve la escena: Stormy weather / since my man and I ain't together / keeps raining all the time… (Tiempo tormentoso / desde que mi hombre y yo no estamos juntos / llueve todo el tiempo sin parar…). Él la suelta y ella reacciona poniendo otra canción, Green Onions, un divertido soul que dispara los pies de ambos hasta caer, entre risas, sobre la moqueta. No hay acercamiento posible entre esas dos personas solitarias; hay tanteo, confusión y finalmente distancia. La música, eterna cómplice de confabulaciones sentimentales, en este caso sirve para separar y no para acercar. Poco importa que él sea gay y ella heterosexual, lo que la película de Tom Ford enseña es el miedo del hombre incapaz de rehacer su destino y el de esa mujer que en su soledad ve pasar la vida sin siquiera «haber conectado con otro ser humano».

En una entrevista Tom Ford afirma que comenzó a realizar películas porque el negocio de la moda le resulta demasiado efímero. Dice Ford que «cuando un hombre o una mujer entran en una sala vestidos a la última, provocan en los demás sensaciones muy potentes. Seis meses después, esos zapatos ya no son lo más (aunque siguen siendo bonitos) y vuelve otra vez la necesidad de diseñar algo rompedor. Es un círculo sin fin que puede resultar agotador». Podríamos reescribir la frase de Ford y sustituir vestidos por personas: cuando un ser humano conoce a alguien, ambos se provocan a sí mismos sensaciones muy potentes, pero seis meses después esas personas ya no son lo que eran y aparece la necesitad de conocer a alguien que vuelva a resultar rompedor en sus vidas. El hombre soltero, la mujer soltera, los singles que no buscan al otro sino a su propio yo en el cuerpo de otro. Amarse a sí mismo, una suerte de onanismo que reemplaza a la cópula social, donde el otro no está, solo hay aire como en la famosa canción Love is in the air. Vicente Verdú, cuando se estrenó la película de Ford, escribió que «el éxito del ‘hombre soltero’, en cuanto arquetipo social, es el éxito de un modelo contemporáneo que impera en el ámbito del amor, del sexo, la política, la especulación o el dinero. Sería fácil decir que ‘nadie se casa hoy con nadie’, pero así es. No hay pactos políticos, ni conciertos, ni cooperaciones contra el cambio climático, ni vida conyugal».