El desdén del alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, con el medioambiente es conocido desde que llegó al cargo y revitalizó el centro con más coches anulando las multas de Madrid Central. Su compañera de partido Isabel Díaz Ayuso incluso había mostrado su nostalgia por los atascos a las tres de la madrugada. Tuvo que venir un juez y la Unión Europea a decir a los dirigentes de la capital que la salud pública estaba antes que la comodidad de aparcar en la puerta.
Los niños del colegio al que acudió Almeida para un programa de Telemadrid no estaban al tanto de las ideas verde oscuro casi negro del alcalde. Porque no tienen tuiter o porque tienen mejores y más divertidas cosas que hacer que estar siguiendo lo que dicen nuestros políticos, que para eso ya está el sacrosanto oficio del periodismo. Una niña le preguntó dónde invertiría dinero si solo pudiera hacerlo en un proyecto: la catedral de Notre-Dame o la replantación del Amazonas.
Estaban sentaditos en sus sillas medianas esperando la respuesta evidente y un discursito posterior sobre la naturaleza, el respeto y el cambio climático parecido al que les había soltado su profesora de naturales. Pero el alcalde eligió la catedral francesa -ya en reconstrucción y en la que se han volcado los ricos de París, el Estado francés, las empresas petroleras, firmas cosméticas y de lujo- y la profesora de naturales cayó de la silla mientras veía rodar por el suelo su trabajo de un curso escolar. La clase colapsó más que si les hubieran desvelado quiénes son los reyes. ¡¡¿Qué?!! ¡¡¿Por qué?!! ¡¡Pero es el pulmón verde del mundo!! Una de las niñas levantó tanto la mano durante tanto rato que casi se descoyunta.
El alcalde, satisfecho de su patriotismo, en este caso para con Francia, les dio la razón en todos sus argumentos. Todo eso era cierto, pero importaba poco. “Es un símbolo de Europa y nosotros vivimos en Europa” -no es ese sitio del tercer mundo donde no tienen valores europeos ni bellas catedrales como Notre-Dame, pensó, aunque tuvo la deferencia de no añadirlo-.
La lección de Almeida hizo trizas el temario de Primaria, los Fridays for Future, trituró a Greta y tiró por el desagüe la campaña ecologista de Matilda. Después de eso, Almeida estiró de la cadena y asintió asertivamente sobre sus argumentos irrefutables con sus brazos cruzados: tenían delante de ellos a un hombre con principios, antes muerto y deforestado que apático con el eurocentrismo. Esos niños empáticos y ecologistas maduraron de golpe y de repente revalorizaron a sus profesores, incluso ir al colegio podía ser divertido. Todo menos llegar a ese mundo de adultos donde, para encajar la ideología, se puede llegar a decir que los símbolos y las catedrales son más importantes que la supervivencia y el oxígeno.