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¿Y si aparece la oportunidad?

Irene Montero

Secretaría de Coordinación de Áreas de Podemos y candidata en la lista de Pablo Iglesias a las primarias de la organización para las generales —

Se preguntaba Roque Dalton en un magnífico poema qué pasaría si apareciese “la oportunidad” para los más. En el poema, ante esta “pregunta voladora”, se abría un murmullo desordenado, una “algarabía confusa” en la que nadie sabía qué responder, cómo actuar.

Por primera vez en 40 años, el régimen se agrieta y se abre una ventana de oportunidad para que las mayorías sociales recuperen lo que es suyo y construyan un proyecto de país en el que sus vidas cuenten. Si esta vez ganamos, nuestro margen de acción será estrecho, pero tan cierto como esto es que esa ventana no estará abierta mucho tiempo más –mucho saben las élites de nuestro país de sellar grietas para mantener sus privilegios–. Por eso decimos que el momento es ahora, y que no hay tiempo para el coro que murmura en el poema de Dalton, que no cabe resignarse a otra derrota.

Si se trata de ganar, los más tenemos que conseguir organizarnos para plantar cara a un adversario poderoso. La unidad popular es ese camino que recorren las mayorías sociales para recuperar las instituciones y espacios de poder que organizan nuestras vidas, para construir una nueva institucionalidad. Es un camino y también una forma de hacer que permite convertir los cientos en miles y los miles en millones, pues sólo así podemos ganar. Lo que articula la unidad popular no es el hecho de que las fuerzas políticas transformadoras lleguen a un consenso sobre cómo construirla –por más que esto formara parte de nuestros deseos–, sino el hecho de que millones de hombres y mujeres se comprometan con el proceso de cambio de forma que tengamos posibilidades reales de enfrentar al adversario.

Por eso sorprende que en las últimas semanas el debate sobre la unidad popular se comprima en la pregunta de si para las próximas elecciones generales podrá existir o no una candidatura que agrupe a las fuerzas políticas que se reivindican transformadoras. Ésta es una pregunta legítima, pero no es la pregunta en la que nosotros estamos. No tiene que ver con una suerte de arrogancia o un intento de ignorar a otros actores políticos: somos simplemente honestos respecto a los análisis que hacemos y que nos llevan a proponer un camino. En lo que a estrategia electoral se refiere, el objetivo es ganar. Para ello necesitamos ser millones, y entendemos –desde Vistalegre, y también ahora– que Podemos es la fuerza más identificada con las posibilidades de cambio para un mayor número de ciudadanos, y que por ello tiene que concurrir a las elecciones con este nombre. No quiere decir esto que el proceso de cambio se agote en el proceso electoral, ni siquiera en la capacidad transformadora de la política institucional; tampoco quiere decir que la unidad popular no requiera para fortalecerse de una multiplicidad de actores políticos. Simplemente, si hablamos de elecciones –que no es sinónimo de unidad popular–, ponemos encima de la mesa, con sinceridad, la estrategia que consideramos mejor para ser millones y para ganar.

Por supuesto, necesitamos ser millones no sólo en las elecciones sino también en el proceso de organización popular del cambio. Salta a la vista que las posibilidades de cambio democrático abiertas hoy no serían tal cosa sin los esfuerzos de cientos de compañeros y compañeras durante todos estos años de crisis –y antes de ella– por construir espacios de movilización y autoorganización popular, sin la experiencia acumulada de formación de cuadros en diferentes organizaciones políticas y movimientos populares en todos estos años. Sin ello, la “hipótesis Podemos” no se hubiera podido desarrollar. De hecho, es gracias a que buena parte de los impulsores de Podemos habían aprendido de estas experiencias y habían formado parte de ellas que a la hora de construir Podemos tuvieron las herramientas y la capacidad necesaria para hacerlo. Pero igual que es importante no olvidar esto, lo es también reconocer que fueron Pablo Iglesias y su equipo, y no otros, los que supieron aportar la audacia suficiente para transformar esas experiencias en la construcción de una fuerza política con posibilidades de patear el tablero en nuestro país.

Esa patada que Podemos dio al tablero en mayo de 2014 dejaba no sólo un mensaje claro para las élites, sino también una reflexión para los sectores organizados del movimiento popular. Por una parte, mostraba cómo la política institucional puede funcionar como un elemento dinamizador en la construcción de una nueva voluntad de cambio y de la organización popular. Por otra parte, apuntaba a que la agenda de lucha social necesita ser traducida a un programa basado en la defensa de los derechos sociales y la recuperación de la soberanía para que la mayoría social haga su juego también en el tablero político. Por último, ponía al descubierto cómo los procesos de organización popular, si bien no se agotan en una fuerza política, se apoyan para su construcción en fuerzas dinamizadoras, y que los liderazgos, en tanto condensan las aspiraciones de cambio de la mayoría, son un motor insustituible. Creo que estos elementos ayudan infinitamente más a comprender el éxito electoral de las candidaturas municipalistas de unidad popular que la composición de fuerzas políticas presentes en su construcción.

Con estas reflexiones presentes, en Podemos llevamos un año y medio trabajando duro para ser una fuerza política capaz a la vez de competir con las maquinarias electorales del régimen y de ser una herramienta para la organización popular. No queremos agotar en nosotros mismos los espacios de construcción del cambio, pero sí creemos que somos útiles como palanca al servicio de ese proceso. Actualmente no existe otra fuerza política en nuestro país que haya sido capaz de incorporar en su construcción a miles de personas para las que ésta es su primera experiencia de participación política, y que haya convertido en hegemónicos los campos de discusión en los cuales los más tenemos posibilidades reales de plantar cara a los privilegiados. No existe tampoco una fuerza política en la que se encuentren y trabajen con un mismo objetivo buena parte de los cuadros más valiosos de los movimientos populares –provenientes de muy diversas trayectorias militantes–, y a la vez un potente núcleo de intelectuales progresistas de nuestro país. Todo esto no convierte a Podemos en una herramienta perfecta, y por eso el debate y la crítica entre compañeros es una constante que en no pocas ocasiones acaba empapando al conjunto de la población. Como dice Carlos Fernández Liria, hacemos muchas cosas mal. Pero asumir errores y querer seguir mejorando no implica dejar de reconocer que Podemos es, con todo, una herramienta privilegiada para la construcción de la unidad popular en nuestro país. Y este “privilegio” no tiene que ver con el deseo por parte de Podemos de que así sea, sino con el uso que de hecho están dando a Podemos los sectores populares de nuestro país como herramienta para recuperar las instituciones.

La historia no espera, y la ventana de oportunidad no estará mucho más tiempo abierta. Para un pueblo ahogado por la crisis, que se construye sobre el dolor de no poder dar lo mejor a su gente y de saber su presente y su futuro en manos de un puñado de privilegiados, lo que determinará su apuesta y compromiso con el cambio es que demostremos ser útiles para ganar a los poderosos y recuperar lo que nos ha sido robado. Que no nos cambien las preguntas.  

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