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Aplausos para recibir a turistas, barricadas e insultos para los migrantes

Una persona con el cartel que reza: "Habéis llamado mano de obra, han llegado personas". Foto de ASNUCI en Twitter (@asnuci)

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16 de junio de 2020.

Un vuelo procedente de Düsseldorf aterriza en el aeropuerto de Palma. Quienes bajan del avión son los primeros turistas alemanes que pisan España tras el cierre decretado por la pandemia del coronavirus. De ahí un pequeño grupo se trasladó en bus al hotel, y a su llegada fueron recibidos con aplausos. Una imagen similar a la de los fans que esperan a su equipo con la esperanza de hacerse un selfie o pillar un autógrafo. Entre los requisitos para la llegada de los turistas no estaban los test, sino rellenar un formulario de salud, la medición de la temperatura corporal y que sea fácil contactar con ellos durante su estancia.

3 de julio de 2020.

La noche anterior llegaron a Los Nietos, en Cartagena, seis inmigrantes que apenas unos días antes llegaron a España en patera. Al pisar suelo español fueron recibidos por la Guardia Civil, la Cruz Roja y especialistas que les hicieron pruebas PCR para comprobar si tenían el coronavirus. Dieron negativo, y por eso se dio el traslado a Los Nietos para hacer la cuarentena preventiva. Pero la noticia de la llegada corrió como la pólvora por el pueblo y al día siguiente decenas de vecinos les increparon con insultos racistas para que se fueran. “No somos racistas, son personas como nosotros, pero son posibles COVID”, manifestó una de las vecinas.

3 de agosto de 2020.

A la localidad de Tunte, un pueblo ubicado en el principal municipio turístico de Gran Canaria, San Bartolomé de Tirajana,  estaba prevista la llegada de un grupo de personas llegadas en patera días atrás y que llevaban durmiendo desde entonces en la calle, en el muelle de Arguineguín, sin soluciones por parte de las administraciones hasta que decidieron trasladarles a Tunte. De las 71 personas que llegaron, 12 dieron positivo por coronavirus, por lo que debían pasar la cuarentena.

Ante la noticia del traslado, varios vecinos se organizaron para evitar que llegaran. “A ver si conseguimos que no se bajen ni de la guagua”, comenta un vecino en un audio de WhatsApp. Ese era el plan y así lo ejecutó durante varias horas un grupo de vecinos que levantó barricadas. Al grito de “no nos moverán”, se apostaron hasta que por la noche la Policía consiguió abrirse paso para que los migrantes pudieran alojarse en el centro.

Son tres casos de los últimos tres meses que sirven perfectamente para analizar la diferencia del trato al turismo y a la migración. Cómo a uno de le abre la puerta y se le pone alfombras mientras al otro le esperan trabas, controles y barreras. Y hay varios factores que durante la crisis del coronavirus, un momento en el que las políticas inclusivas son más importantes que nunca ya que un contagio, sea en un migrante o turista, en un local o extranjero, sigue siendo un contagio, nos ha demostrado que el racismo sigue abriéndose paso para ser un factor determinante en el trato.

La realidad es que a día de hoy las medidas sanitarias para controlar posibles casos importados de COVID-19 son más estrictas con los migrantes que con los turistas. En esta pieza explica Gabriela Sánchez todo el proceso que se realiza en las Comunidades Autónomas que reciben una mayor migración. En las últimas semanas y meses vemos constantemente noticias sobre migrantes infectados con coronavirus y casi ninguna sobre turistas. No deja de ser lógico, cuando son los únicos a los que, sí o sí, se les hacen pruebas nada más traspasar estas fronteras. ¿Qué pasaría si se les hicieran a los turistas? No lo sabemos.

En este clima, cómo no, hay quienes utilizan el racismo para rascar votos. Desde el inicio de la pandemia Vox ha intentado hacer una relación entre la migración y el coronavirus que no les salió bien, como cuando propusieron limitar el acceso a la Sanidad Pública a los migrantes. Nadie les hizo caso porque la población era consciente, aunque las instituciones no, de que solo una protección de todos nos salvaría a cada uno.

Pero al calor de la diferencia de tratamiento institucional de la migración en tiempos de pandemia cada vez coge más fuerza la idea de que quienes llegan para trabajar y buscarse la vida vienen contagiados. Lo vemos en las propuestas y lo vemos en los bulos, como uno que ruló mucho con una foto que se compartía afirmando que eran 500 pateras en Argelia a punto de zarpar rumbo a España con personas “infectadas”. La realidad es que eran imágenes de barcos de pesca que se tomaron en 2019 en Mauritania. Pero una vez más el racismo no necesita de la verdad, por lo que se difundió ampliamente y Maldita.es tuvo que desmontarlo.

El otro lado de esto, desde el Gobierno y los partidos que se dicen antirracistas, no está siendo muy ilusionante. Todo el esfuerzo que se dedica a hablar de las bondades del turismo y sus beneficios para la sociedad parece que no deja nada para defender la migración, una baza a largo plazo y constantemente desamparada por un Estado que hace suyo el racismo institucional. Nada de vías seguras y nada de protección de los temporeros (en su mayoría migrantes) pese a reconocer que viven en “condiciones deplorables” y que merecen “una respuesta”, como admitió Pedro Sánchez.

En una de las concentraciones de los temporeros de Lepe, que siguen pidiendo un lugar digno donde vivir tras los incendios que arrasaron los asentamientos chabolistas pero que aún no han recibido una respuesta clara, se vio un cartel que portaba uno de los manifestantes que decía lo siguiente: “Habéis llamado mano de obra, han venido personas”.

La frase explica mucho. Como la idea utilitarista de la migración, de la que muchas veces se habla solo como mano de obra, sin contar que hay otras dimensiones y derechos a ejercer, como pueden ser los de vivienda, sanidad o Educación. Para muchos sería ideal que los migrantes trabajaran en la temporada agrícola y luego desaparecieran. La Ley de Extranjería, con sus múltiples trabas para que se puedan ejercer los derechos más fundamentales, pone una excusa perfecta para que ni las instituciones ni los empresarios se hagan cargo. Lo vimos recientemente con el caso de Eleazar Benjamín Blandón Herrera, un hombre de origen nicaragüense, sin papeles, que trabajaba de temporero en Lorca recogiendo sandías. Sufrió un golpe de calor y, con la ropa de trabajo puesta, le llevaron al Hospital. Le arrojaron desde la furgoneta a la puerta del centro, y ahí falleció.

La impunidad y la falta de derechos es tal que se permiten estas atrocidades sin que las autoridades muevan un dedo. Las instituciones escondiéndose tras el racismo a pleno rendimiento. A ello además contribuye la deshumanización, que tiene consecuencias fatales como vimos con lo ocurrido con Eleazar. En julio, una infografía que apareció en los informativos de Antena 3 desató la indignación en las redes sociales por distinguir entre inmigrantes y personas. La cadena terminó pidiendo perdón:

El turismo y la migración son fenómenos poco comparables, pero la crisis del coronavirus ha ayudado a remarcar una diferencia en la que lo racial tiene mucho que ver: un turismo sin apenas controles y al que se dedican elogios frente a una migración, siempre desde el sur, enfrentada a multitud de trabas y estigmas. Recientemente incluso el Gobierno de Canarias decidió contratar un seguro para cubrir los gastos derivados de una incidencia por coronavirus que puedan tener los turistas: repatriación, gastos médicos y estancia en cuarentena.

Está en manos de la población hacer del antirracismo y la lucha por la migración una prioridad, en manos de los políticos transformar las instituciones y en manos de los medios de comunicación no entrar en un juego de criminalización en el que ganan unos pocos y pierden muchos. No permitir que la pandemia agrande más las brechas ya existentes está en nuestras manos.

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