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Qué tienen en común Arabia Saudí, el Gobierno de Irak y Hillary Clinton

Qué tienen en común el Gobierno de Irak, la monarquía absolutista de Arabia Saudí y la candidata demócrata Hillary Clinton: los tres comparten el mismo asesor de relaciones públicas y comunicación estratégica, la firma Podesta.

El Grupo estadounidense Podesta, fundado por los hermanos John y Anthony, ha estado siempre vinculado a las campañas del Partido Demócrata. De hecho John Podesta preside actualmente la campaña de Hillary Clinton para hacerse con la presidencia de EEUU. Y Anthony ha sido un importante recaudador de fondos para los demócratas.

A su vez la firma Podesta trabajó en el pasado para la dictadura de Hosni Mubarak en Egipto y en la actualidad lo hace para Arabia Saudí o para el gobierno de Irak. Desde Podesta han querido aclarar que sus clientes son diversos y no tiene por qué haber relación entre ellos: “Nunca he tenido una conversación con Hillary Clinton ni con nadie de la campaña sobre el trabajo de la compañía”, decía Tony Podesta recientemente.

Podesta es solo una de las muchas firmas dedicadas a la asesoría, las relaciones públicas y la imagen. El Egipto actual, que reprime sistemáticamente a opositores y manifestantes, ha preferido sustituir a Podesta por la firma 'lobista' Glover Park Group, fundada por cuatro demócratas que trabajaron para Bill Clinton y Al Gore.

Egipto también recibe asesoría del 'lobby' sionista AIPAC y de la embajada saudí en Washington, que prefiere al presidente Al Sisi -quien llegó al poder a través de un golpe de Estado- que a los Hermanos Musulmanes.

Podesta también ha sido contratada por Arabia Saudí para conseguir un trato favorable en medios de comunicación occidentales. Cuando recientemente el régimen saudí ejecutó a 47 personas, la firma Podesta facilitó al diario The New York Times un “comentarista” que se centró en tildar de terrorista al jeque chií Nimr, uno de los decapitados.

Podesta no es la única firma estadounidense que está al servicio de Arabia Saudí. La monarquía de Riad dedica millones de dólares a comprar los servicios de asesorías, como las firmas de abogados DLA Piper y Pillsbury Winthrop Shaw, la empresa de relaciones públicas Qorvis/MSLGroup o Edelman, la mayor del mundo en su sector.

Qorvis/MSLGroup ha creado la cuenta de Twitter de un alto oficial saudí o la web “Operación Restaurar la Esperanza”, una página de propaganda en favor de la operación militar de los saudíes y sus aliados en Yemen, donde un gran número de civiles han muerto bajo sus bombas. También lleva, por encargo de la embajada saudí, la cuenta de Twitter @SyrCoalition, que se define como “la cuenta oficial de la oposición siria”.

A través de Aramco, su compañía pública de petróleo, Arabia Saudí también aporta dinero a varios grupos estadounidenses con influencia política, como el Instituto Americano del Petróleo. Además Riad entrega fondos a 'think tanks' y universidades estadounidenses y ha aportado contribuciones económicas a importantes organizaciones sin ánimo de lucro, entre ellas a la Fundación Clinton.

Para tapar matanzas y sectarismo...

El exsenador republicano Norm Coleman también trabaja para Arabia Saudí a través de Hogan Lovells, que se centró sin éxito en intentar bloquear un acuerdo con Irán. Arabia Saudí hizo todo lo posible por evitar ese acuerdo de Washington con Irán, país rival con el que se disputa hegemonía regional.

Arabía Saudí está bombardeando civiles en Yemen con apoyo y armamento estadounidense -y muy probablemente español, tras la mayor venta de armas españolas a los saudíes-, pero sin embargo sus acciones pasan bastante desapercibidas. En una huida hacia delante el régimen saudí apuesta por seguir gastando millones en empresas de relaciones públicas para intentar limpiar el relato sobre sus últimas atrocidades cometidas en suelo propio o ajeno.

Desde territorio saudí se azuza un sectarismo contra los chiíes al que se han sumado otros dirigientes en la zona. A través de diversas empresas estadounidenses de relaciones públicas, Arabia Saudí pretende amplificar sus mensajes.

Represión, venta de armas y buena imagen

El régimen saudí también actuó contra civiles en Bahrein, donde asesinó a activistas y manifestantes. Aquella intervención de tropas saudíes en suelo bahreiní en 2011 obtuvo luz verde de EEUU y sus atrocidades no recibieron apenas condena verbal.

La monarquía de Bahrein, aliada de los saudíes, ha contado también con su propia firma de relaciones públicas. Así, cuando en 2011 estallaron las revueltas en suelo de Bahrein, la monarquía del país contrató a Sanitas International para “consejos en comunicaciones estratégicas y relaciones con los medios de comunicación”.

En un artículo escrito en noviembre de 2011 Charles W. Moore, director ejecutivo de la empresa de armas Lockheed Martin para Oriente Medio, describió al rey de Bahrein como “auténtico amigo de EEUU y sus aliados” y afirmó que EEUU necesita “a Bahrein ahora más que nunca”.

Ese artículo, redactado en plena represión brutal por parte del Gobierno de Bahrein contra manifestantes, opositores, escritores o médicos, fue publicado en The Washington Times en un espacio patrocinado precisamente por Sanitas International, contratada por Bahrein. En la última década Lockheed Martin ha obtenido millones de dólares por la venta de armamento a Bahrein y a otros países de la zona.

Las conexiones aquí descritas son solo la punta del iceberg. Las relaciones entre gobiernos y consultoras, empresas de comunicación estratégica e imagen son múltiples y numerosas. Existen puertas giratorias entre ellos y sus dinámicas explican por qué en la prensa se habla mucho de unos asuntos y tan poco de otros.

Una parte de la política se está privatizando a través de empresas que operan activamente tratando de crear discurso, opinión y hegemonía a favor de los gobiernos y candidatos que las contratan. Representan un actor relevante de la política actual y a veces obtienen resultados muy satisfactorios para sus clientes.

Las empresas de armas y las empresas de relaciones públicas encargadas de convencer a los legisladores estadounidenses forman parte de la nueva escenografía de la política de este siglo XXI.