Cuando las barbas de tu vecino veas afeitar… Ahora que aquí en España, en lontananza, se escuchan tímidos impulsos de desestabilización y ruptura; ahora, que algunos se empeñan en poner palos en las ruedas y ahora que otros se mueven sólo por el viento que sopla en las encuestas, llega Portugal y trae un aviso a navegantes. O dos. O tres. Incluso cuatro.
Primero: la sacrosanta demoscopia no siempre acierta. Segundo: la inestabilidad, la división y la irresponsabilidad restan. Tercero: lo viejo vuelve a imponerse a lo nuevo. Y cuarto: la socialdemocracia ha vuelto.
Portugal no es España, cierto, y Pedro Sánchez tampoco es António Costa, aunque el portugués llegase igualmente al poder después de una moción de censura con una alianza parlamentaria entre las izquierdas que echó del gobierno a la derecha. Pero la política, a veces, como los electores tiene comportamientos que, en un mismo contexto, se pueden repetir en Lisboa, Berlín o Roma.
El caso es que los socialdemócratas están de enhorabuena en Europa. Primero por la victoria de Olaf Scholz en Alemania y ahora, por la del primer ministro luso. Contra todo pronóstico, el Partido Socialista ha ganado las elecciones por mayoría absoluta y podrá gobernar sin la jerigonza. Los electores han premiado la gestión de la crisis sanitaria y económica del socialista Costa y han castigado a los dos partidos a su izquierda que tumbaron en el Parlamento los presupuestos y abocaron con ello al país a un anticipo electoral.
No pasará, porque en este caso no se trata tanto de que haya o no votos suficientes –que todo indica que los habrá–, pero si pasara que en España decayera, por ejemplo, el decreto de la reforma laboral y Sánchez se viera obligado a anticipar elecciones, Portugal ha emitido señales inequívocas de por dónde podría discurrir el sentir de los electores y de quién podría salir reforzado y quién, severamente castigado, más allá de lo que día sí y día también auguran unas encuestas que, en Portugal se han equivocado estrepitosamente y en España tratan de condicionar el voto y crear un permanente clima electoral.
Los votantes han apostado por la estabilidad, penalizado la división de la izquierda y castigado severamente a aquellos que condujeron a la ruptura del gobierno y el anticipo electoral, un mensaje del que algunos en España deberían tomar nota para no cometer los errores de sus partidos iguales o semejantes.
En España, de momento, el Gobierno avanza, pero si algún día alguien tuviera tentaciones de ruptura “saldría penalizado”. Así lo creen en el cuartel general del PSOE, donde defienden que la lección de fondo de las elecciones portuguesas ha puesto de manifiesto el retorno de la socialdemocracia que, hace diez años, tuvo un desgaste notable como consecuencia de la crisis del 2010 y en favor de las tesis neoliberales.
La clave, para los socialistas españoles, hoy hay que buscarla en el Estado, en los servicios públicos y en la respuesta social que UE y los estados miembros han dado a la crisis sociosanitaria. Los electores, ante cualquier crisis, quieren políticos que aporten soluciones a sus problemas y no recortes. Y en esta ocasión, solemniza un veterano socialista, han visto cómo ante la pandemia, en España, pero también en Portugal, “se han protegido sus puestos de trabajo, subido el salario mínimo, revalorizado las pensiones y ayudado a la supervivencia de las empresas con una lluvia de millones de los fondos europeos”. Y en este contexto, añade el mismo interlocutor, se entiende también el retroceso hoy de partidos que nacieron al albur de la crisis financiera y política de 2008 como consecuencia de las políticas de austeridad.
En La Moncloa defienden que ahora estamos ante un escenario de firme giro socialdemócrata en el mundo occidental gracias a la recuperación de las políticas keynesianas y de intervención estatal que han supuesto un notable consenso en la aceptación de lo público como forma de combatir los desastres socioeconómicos provocados por la pandemia.
Y lo cierto es que, lejos de aprovechar las disonancias de la izquierda gobernante, el coste de la gestión por la pandemia o un hipotético desgaste de Costa, como el que en España declaran los sondeos sobre Sánchez, en Portugal el líder del PSD, Rui Rio, se ha quedado más o menos como estaba. El gran varapalo se lo han llevado el Bloque de Izquierda –la versión portuguesa de Unidas Podemos–, que ha perdido la mitad de sus apoyos y cedido la tercera posición del tablero a la ultraderecha, y los comunistas, que formaban coalición con los socialistas.
Al PSOE le resulta inevitable hoy mirarse en el espejo portugués. Por la cercanía, por la inapelable victoria socialista, por el fracaso de las encuestas, porque a Costa no le ha penalizado la gestión de la pandemia sino que le ha reforzado y porque es un serio aviso a quienes puedan tener tentaciones de veleidad en el seno de la coalición.