Nos llega el 12 de Octubre -Fiesta Nacional de España oficialmente- en un momento caldeado al máximo. La tradición de este día marca exaltar los símbolos patrios y abuchear a todo progresista que se acerque al evento. Sobre este día planean además dos grandes temas: la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco -enterrado con honores desde hace 44 años- y la sentencia del procés que enaltece con particular fervor al ultranacionalismo español. Y solo es el marco de un momento político denso y explosivo. Uno envuelto de banderas que -a veces y a algunos- impiden ver más allá.
Pedro Sánchez metió en la coctelera estos ingredientes previstos y los que se han ido añadiendo para repetir elecciones, jugando a la ruleta rusa con sus resultados de abril que le dieron mayoría relativa. La campaña se nos ha llenado de España, más España, Más país, más bandera, más derecha, más ganas de serla o parecerla, más apariencia, menos fondo. Más desvergüenza en algunos casos enjuiciando la realidad.
El monstruo crece entretanto en este caldo de cultivo. El franquismo, el fascismo por tanto, la ultraderecha, vive días de gloria en España. Con un prior atrincherado en su delirio amarrado a la tumba del dictador, saltándose las leyes que le obligan. Con líderes de una ideología antidemocrática, xenófoba, machista, irracional, torpe, paseándose por los medios y hasta haciendo gracietas y encontrando el sonrojante apoyo de los equidistantes en apariencia. Este año y con el traslado de Franco justo en medio, la fiesta de este 12 de octubre va ser especialmente sonada.
Añadamos la resurrección mediática del terrible ministro de las cloacas de Rajoy, Fernández Díaz, impune y redivivo para seguir dictando su doctrina y sus tintas de calamar. Con el jefe Mariano de charla con el jefe Felipe aconsejando pactos “incómodos”.
Y el procés, cuya sentencia está al caer. Como una losa –por lo que vienen avisando sin pudor de entresijos judiciales- sobre esta maltrecha democracia. No habrá rebelión, advierten, pero sí sedición que entrega a muchos de los líderes independentistas a una vida en la cárcel, por convocar un referéndum o declarar lo que no se llevó a cabo.
Buitres leonados buscan carroña y beneficio. Con largo gaznate para albergar todo el odio o tic: nervioso izquierda, derecha, ni rojo, ni azul. O púlpitos de campaña o tertulias o lo que sea. Extensa y laxa conciencia moral.
Nos dicen que los niños ya no quieren ser bomberos sino votantes de Vox y que algunas niñas han vuelto a desear ser princesas rubias de ojos azules. Ahora lo provocador es salir de la caverna troglodita con el “cierra España” que hasta el Santiago le sobra. Y si de paso cae algún negocio inmobiliario fraudulento, qué más dará.
La bandera que envuelve hasta tapar la vista y cualquier horizonte de sensatez es la banalidad a la que se abraza gran parte de esta sociedad. La del clic, y el titular por toda información. La que se motiva por un “lo que sabemos de tal cosa” más por curiosidad que por interés y no tiene empacho en dar audiencias millonarias a un ultra para cotillear lo que diga.
La que precisa que le adviertan que una mascarilla para el pelo con nueces de Macadamia no se puede ingerir. Porque los cretinos compran también. Y acuden a las urnas desinformados. A Trump que ha conseguido, con los votos de clase media y desahuciados del sistema, que los ricos paguen menos impuestos que ellos.
Donald Trump, sí. También llegó con Más América, mucho América, grande América, más bandera, más engaños, más irracionalidad. Y resulta que en su guerra comercial ha dispuesto aranceles a multitud de productos europeos, entre ellos algunos básicos de la economía española: aceite, vino, conservas, quesos, frutas, jamón, embutidos, mariscos, entre otros. Y, no solo eso con ser mucho, está a punto de provocar una recesión económica mundial, ralentizando el 90% de los países, que afectará a toda una generación, ha advertido la nueva titular del FMI, Kristalina Gueorguieva.
Oír a Pablo Casado, representante genuino de la ideología conservadora que ha propiciado este desastre, echar la culpa ya de la nueva crisis al gobierno de Pedro Sánchez, desborda todas las expectativas de la cordura. Entendámonos, los liberales han rechazado siempre el proteccionismo pero ahora callan ante las políticas de Trump. Dedicar horas, días, páginas y páginas a las fascistadas de políticos antediluvianos con este panorama real que tenemos encima es francamente -francamente, sí- de una irresponsabilidad cósmica. Por mucha que sea la querencia ultra de muchos divulgadores mediáticos.
La ola que votó Trump llega en tsunami a Europa y al resto del mundo. Y hay una regla de tres que, salvo los que se comen las mascarillas para el pelo, entenderán: lo de Más América y Más España a la vez casan mal. Ir cada uno a la suyo no suele funcionar. Y andamos en tiempo de involución económica que suele acarrear la ideológica. Con todos los tambores de guerras interesados que ya suenan desde el Mar Rojo a los negocios de sangre del Erdogan turco, con decenas de victimas mortales.
Lo peor del momento que vivimos es ver desactivada en la banalidad a la ciudadanía que debe afrontar problemas vitales. La cortedad de miras de esa sociedad a la que dirigen malamente quienes solo quieren usarla en su provecho. Sin ver mucho más allá tampoco.
Menos de un mes ya para las elecciones. Necesitamos menos oropeles y distracciones. Y, de enarbolar banderas, que sean de cordura, responsabilidad, criterio, verdad, valentía, conciencia.