La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Barack Obama: el legado de un presidente

En Estados Unidos se suele decir que el presidente trabaja durante su primer mandado para lograr la reelección y durante el segundo para entrar en la historia. Los ex presidentes son en aquel país figuras respetadísimas, a pesar de que no suelen conservar ningún papel activo en el día a día y tampoco influyen de forma considerable en el destino de su partido. Algo muy diferente a lo que ocurre en España, donde el papel de los exjefes de Gobierno sigue sin estar resuelto. Con razón, Felipe González los calificó en su día de ‘jarrones chinos’; ‘objetos’ muy valiosos pero con los que nadie sabía qué hacer. Y así hemos visto como, en los últimos años, José María Aznar ha criticado con dureza a Mariano Rajoy, líder del partido que él refundó en 1990. De igual modo, Felipe González ha tenido en las últimas semanas un papel muy activo en la decisión del PSOE de facilitar la abstención y permitir al PP seguir en el Gobierno.

Esta continua injerencia de quienes fueron, pero ya no son, sería insólita en los Estados Unidos. Allí los expresidentes suelen aparecer poco. Una excepción es Bill Clinton, justificada porque su esposa aspira a convertirse en la nueva presidenta. Está por ver si Barack Obama mantiene ese papel discreto al que nos referimos. De momento, su balance presidencial tras ocho años en el cargo está repleto, como suele ser normal, de luces y sombras.

Logros relevantes; el primero, la economía

El aún presidente no solo consiguió evitar la catástrofe tras la crisis de 2008, sino que supo poner en marcha las iniciativas necesarias para reforzar el crecimiento de forma considerable y contagiar positivamente al resto del mundo. Hoy, ocho años después, las grandes empresas norteamericanas arrasan en Wall Street, sobre todo las tecnológicas como Apple, Google y Microsoft. Los servicios financieros y la comercialización están siendo liderados con fuerza también por empresas estadounidenses. Ebay y Amazon siguen creciendo de forma imparable. Todos estos grandes conglomerados empresariales se han beneficiado de la globalización, dominando el mundo a nivel comercial y resistiendo al tsunami chino. Otra buena noticia para los estadounidenses es el aumento de sus ingresos familiares medios. Estos crecieron en un 5,2% en 2015 en relación al año anterior; el incremento anual más importante registrado desde 1967 y que se ha traducido en más de 3.5 millones de personas dejaron, técnicamente, de ser pobres. Un dato extraordinario que deja el índice de población en el umbral de la pobreza en un 8%, una cifra todavía demasiado alta para un país que quiere seguir siendo un referente entre las democracias más desarrolladas del mundo.

La cruz de estos datos es que el sector de población más pobre ha visto estancados, en términos reales, sus ingresos en los últimos 30 años, con salarios inferiores a los que percibían hace cuatro décadas. Entre 2001 y 2014, la renta per cápita creció en un 11% y los salarios en un 2%.

Otro borrón en la herencia económica de Obama es que, la situación de los blancos que no han terminado sus estudios de educación secundaria es similar… ¡a la de los afroamericanos en los años ochenta! Esto ha derivado en un crecimiento exponencial en el consumo de drogas en estados del centro del país, un aumento de la delincuencia y también más familias monoparentales. Por no hablar del crecimiento de la conflictividad social por las muertes de ciudadanos de color a manos de la policía, lo que ha “incendiado” en los últimos dos años algunas ciudades norteamericanas. Una situación dramática de la que Trump se ha aprovechado y sobre la que ha construido parte de su estrategia electoral. Con los sondeos en la mano, los republicanos ganan en casi todos los estados entre los hombres y mujeres blancas y los ciudadanos sin educación superior.

A todo esto hay que añadir que la muerte del juez de la Corte Antonin Scalia ha dejado congelada la reforma de inmigración, otro de los grandes retos de Obama que buscaba dar un permiso temporal de residencia y trabajo a casi la mitad de los indocumentados que residen ilegalmente en el país. Interpuesta una demanda en su contra, aún se está a la espera de la sentencia definitiva.

La globalización comienza a ser fuertemente criticada en el seno de la sociedad estadounidense. La mayoría de los americanos quieren un cambio en las reglas del juego y a menudo no diferencian entre republicanos y demócratas, buscando terceras vías. Trump jamás hubiera podido ser candidato a la presidencia si el descontento no fuera enorme entre la clase media.

Sistema de salud

Un segundo gran acierto de la administración Obama fue iniciar la reforma del sistema de salud, un proyecto que llegó a costar a los demócratas la derrota en las elecciones de 1995. Este se ha convertido, veinte años después, en un gran triunfo; la extensión de la protección de la salud de los más vulnerables en un país que, de entre los desarrollados, era el que más gastaba en este concepto pero el que tenía una menor cantidad de ciudadanos cubiertos. Hoy, menos del 10% de los estadounidenses no goza de algún tipo de cobertura médica. Un cambio radical en relación al pasado.

Cambio climático

Un tercer punto a favor, por su trascendencia mundial, ha sido la reciente ratificación, junto con China, en la reunión del G-20, del acuerdo climático que alcanzado en París a finales de 2015. Estos países son responsables de casi el 40% de la emisión de gases de efecto invernadero.

Sombras; política exterior

En esta materia, las críticas a Obama han sido casi unánimes. Y ello a pesar de eliminar a Bin Laden y otros líderes históricos del terrorismo, de que haya firmado un acuerdo con Irán para controlar sus ambiciones nucleares y de que haya reanudado relaciones con Cuba para acabar con el embargo. Logros que no convencen a muchos al considerarlos ingenuos, ineficaces y peligrosos.

A estos éxitos relativos hay que añadir varios fracasos: en Afganistán los talibanes siguen firmes y violentos después de 14 años de guerra. En Siria, Obama tardó en intervenir y permitió que Rusia volviera a entrar en Oriente Medio después de dos décadas. En Iraq y en Libia retiró sus tropas creyendo que podría controlar la situación desde fuera. Y en Europa, fracasó clamorosamente también cuando permitió que Putin se apoderara de parte de Ucrania. Obama ‘pinchó’, por lo demás, en su lucha contra el ISIS y otras organizaciones terroristas que, a pesar de sus enérgicas advertencias, se expandieron por todo el Medio Oriente, Europa, África y los mismísimos Estados Unidos. Obama ha descuidado a sus aliados tradicionales en la zona, básicamente Israel, y los países sunitas -Arabia Saudita, emiratos del Golfo y Egipto- para “complacer” a Irán. Su política exterior ha sido, eso sí, menos cínica que la de sus predecesores y ha estado guiada por la voluntad de hacer el mundo más justo y menos violento. Pero el resultado no ha convencido a casi nadie.

Después de Obama, ¿qué?

El legado de Obama es incierto. Llegó a la presidencia con el reto más importante: unir al pueblo estadounidense, muy dividido por la gestión de Bush. Sin embargo, la sensación clara es que lo deja más atomizado. La feroz campaña entre Trump y Clinton es la muestra más clara. Nunca el electorado americano ha estado más roto.

Hillary, si se convierte finalmente en presidenta, heredará los retos de Obama: la lucha contra el ISIS, la consolidación de la recuperación económica y la inmigración,entre otros. Ella sería, de esta forma, la herencia de Obama aunque su presidencia deberá ser, necesariamente, distinta.