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Cómo sorprender a un español

Barbijaputa

La noticia de la detención del expresidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, ha sido una de las protagonistas esta semana. El ex-jefe de los empresarios españoles podría haber ocultado dinero, bienes y propiedades, entre ellos yates y apartamentos de lujo, para no pagar a sus acreedores.

Me ha sido muy difícil encontrar a gente sorprendida por la noticia. Normal. Los españoles podemos estar orgullosos, ya nos han estafado tanto y desde tantos cargos e instituciones que estamos definitivamente curados de espanto. Tenemos callo.

No sólo no nos hemos sorprendido, sino que por ejemplo, Tuiter, incapaz como siempre de hacer leña del árbol caído, se ha volcado y ha dado su apoyo incondicional a Díaz Ferrán. Porque ¿qué menos le debemos a uno de los que se sentaban a negociar con el Gobierno la reforma laboral?

Ni siquiera nos sorprende que a gente como Díaz Ferrán se le haya premiado en algún momento.

Nos provoca, eso sí, cierta curiosidad el motivo por el cual se ha pillado a Díaz Ferrán. Es decir, ¿cuántos cientos de Díaz Ferrán tiene España? Y, ¿qué diferencia su caso del resto de casos de la misma envergadura para que a él sí se le pesque y a los demás no? ¿Qué ha hecho tan rematadamente mal? ¿Y cómo se las ingeniará para salir airoso, una vez más, de una investigación?

Esta semana ha vuelto a quedar claro que para impactar a un español hay que saltarse lo obvio. Para dejarlo sin palabras no le digas que un político, un miembro de la Casa Real, un banquero o el expresidente de la patronal le ha robado. Da igual la cantidad o la forma, aquí sabemos que nos han robado siempre, que nos roban y que nos robarán.

Para conseguir realmente que todo el país entre en debates que duren semanas, tanto en redes sociales como en la calle, sobre el bien y el mal, sobre lo justo o lo injusto, sobre lo ejemplar y lo vengonzoso, dile al pueblo (en la portada de un periódico si es posible) que unos manifestantes se fueron de cañas tras una manifestación o que un diputado sacó comida de un supermercado y la intentó entregar a un banco de alimentos.

Leí un artículo en The Times sobre cómo Díaz Ferrán había pasado de ser un invitado habitual en cenas organizadas por nuestro presidente a encontrarse en esos momentos dando explicaciones a un juez sobre la ocultación de bienes y propiedades cuando él mismo se había declarado insolvente.

La prensa extranjera a veces es de un sensible... Menos mal que nosotros no.

Deberían entender que para nosotros es difícil poner el grito en el cielo sólo porque el dueño de un grupo de empresas (cuya insolvencia fue provocada por la salida de millones de euros de su tesorería a otras empresas relacionadas directamente con él mismo) tenga en su casa un kilo de oro.

(Más me sorprendió que su socio tuviera una cabeza de jirafa que el resto de la trama. Más que sorprendida diría desmoralizada. Porque ya que tenemos corruptos y que siempre los vamos a tener, ¿sería mucho pedir que tuvieran cierta clase? Es decir, ¿una cabeza disecada de una jirafa?, ¿en serio? ¿No podrían haberle encontrado una colección de incunables guardados en una biblioteca clandestina? Aunque fueran robados, da igual. Pero un poco de estilo, por favor. Ya basta de corruptos cañí, de corruptos de enroscarse la boina. Ni siquiera podemos hacer películas glamurosas como las de la mafia para mitificar un poco el asunto y consolarnos. Los corruptos españoles sólo dan para películas como Torrente).

Pero siguiendo con la guía para sorprender de verdad a un español, algo que dejaría completamente desorientado a uno de nosotros sería que la justicia condenara a Díaz Ferrán y el Gobierno no lo indultara. De fácil que es, parece resultar imposible. Lamentablemente tenemos hemerotecas que nos recuerdan que condenar y no indultar son dos sencillos pasos que sólo nos parecen fáciles de dar a los que no debemos ni favores ni dinero a los acusados.

Por eso, es difícil encontrar a gente optimista sobre cuál será el final de esta operación.

España entera, aun así, ha comentado efusivamente la noticia. Me refiero, claro, a la parte de España que sería víctima directa del detenido. Luego están la CEOE o el Partido Popular (que lo calificó como el ‘típico’ empresario de España agobiado por la crisis) que no creen que deban decir nada al respecto. Ni que se conocieran de algo.

Por su parte, Esperanza Aguirre, colega de Díaz Ferrán, no ha querido dar apoyo (públicamente) al detenido. No esta vez, se entiende.

Muy fea esta indiferencia. No debería pasársele a nuestra condesa exlideresa que ella fue una de las mayores benefactoras del patrimonio de Díaz Ferrán, ya que, recordemos, el Partido Popular invirtió 246.000 euros donados por él mismo en la campaña de Aguirre.

Y eso que Esperanza no suelta Tuiter más que para ejercer sus funciones en su nuevo puesto en Turespaña (cuando quiera que sea que empiece a trabajar allí). Esta misma semana ha tuiteado, por ejemplo, sobre temas tan coloridos como la liberación de Cuba (¿¡!?) o cómo salvar la sanidad pública (esto recuerda mucho al pirómano que se ofrece para ayudar a apagar el fuego que él provocó).

A pesar del silencio sospechoso de Aguirre, nunca le faltarán en la calle o en Tuiter comentarios e ideas a sus propuestas por parte del populacho, porque al fin y al cabo lo que todos queremos es que la cosas se arreglen y salgamos adelante, que es lo verdaderamente importante.

Lo más triste del asunto, no es que nos hayamos vuelto insensibles ante la corrupción, los desfalcos y los robos a manos llenas directamente de nuestros bolsillos. Lo verdaderamente triste es que los gobiernos siempre son conscientes de nuestra previsibilidad. Saben dónde señalar para que todos miremos, mientras ellos hacen su particular Díazferrán en otro lugar. Un Diazferrán aún peor, porque ni siquiera es ilegal.

Corrección: una versión inicial del artículo decía que Tomás Gómez había afirmado que Díaz Ferrán era un empresario modélico. Lo que dijo Gómez fue que lo consideraba el empresario modelo del PP.

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