Siempre he pensado que en España debería existir un Tribunal de lo Hortera que juzgue adicionalmente, con agravantes tipificados en el Código Penal, los casos de corrupción. Porque el buen corrupto español rehúye la sutileza y el buen gusto. El buen corrupto español busca siempre el placer más casposo, el exhibicionismo más bravucón y la voracidad más hiperbólica. El corrupto español es una epopeya estridente y torrentiniana. No hay ejemplo más claro que el de Koldo García, exasesor de José Luis Ábalos. Su modus operandi era tan burdo que únicamente le faltó presentarse en la Fiscalía Anticorrupción con champán y bogavante: “Sé que me estáis siguiendo, así que no paséis hambre. No os preocupéis que estáis invitados, cracks. Esto corre por mi cuenta”.
Su centro base de operaciones era una marisquería de Madrid. Hay que tener cuidado con la corrupción porque te sube la cuenta corriente, pero también el ácido úrico. Puedes empezar lucrándote en lo peor de la pandemia y terminar con gota en el hospital. En la marisquería La Chalana se reunía Koldo con otros investigados y personas relacionadas con la trama. Dice el auto que allí solía pagar con billetes de 500 euros, otro punto clave del manual del corrupto sigiloso.
Los recelos de los investigadores se multiplicaron a medida que observaron este tipo de conductas indiscretas y un importantísimo incremento patrimonial familiar desde el 2020, el año del pelotazo de la presunta trama con las mascarillas. Según el informe de la UCO pagaron a tocateja varias viviendas en Benidorm. Adicionalmente adquirieron varios coches de alta gama o una motocicleta Harley Davidson. Casas en primera línea de playa en Benidorm, cochazos, motos de alta gama, comilonas de bocado desbordante: a la trama solo le faltan chimpancés patinando y un tigre vivo dando paseos por una mansión, como en la finca de Juan Antonio Roca. La trama tiene de todo, menos buen gusto.
Hay un momento en la película ‘El Reino’ en la que Manuel, el personaje interpretado por Antonio de la Torre, observa cómo un chico paga la cuenta en un bar y el camarero, distraído por otra conversación, le devuelve más dinero del que debería. El chico duda entonces de si advertirle del error o quedarse con el dinero de más. Qué duda cabe. Dudando no llega uno a millonario en este país.
Lo que quieren ser los presuntos corruptos como Koldo García es ricos, específica y únicamente ricos, pero hasta para ser rico hay que valer. Las interminables exhibiciones de los corruptos horteras, ese vouyerismo impúdico, apuntan más al delito que el propio delito en sí. En este sentido, lo hortera puede considerarse una patología casi previa a la delincuencia. A veces el dinero (concretamente el nuestro) no es tan ofensivo como la forma en que se usa.