COVID como acelerador: un mayor impulso a la automatización
Estamos ante otro “efecto acelerador” de la COVID: el de la automatización de tareas, cuando no empleos. Una tendencia que viene de lejos -sobre todo en algún tipo de industria o servicios-, que ha cobrado más vigor con la 4ª Revolución Industrial, la de la digitalización y la Inteligencia artificial (IA), entre otras, y que puede estar ganando un nuevo impulso son la pandemia. ¿Estamos preparados? Seguimos sin estarlo. Y ello se puede sumar al impacto social de la crisis en la que estamos, a escala global, con peor efecto para los países en vías de desarrollo.
Si la pandemia perturbó los mercados laborales en 2020, dice un reciente informe de McKinsey sobre El Futuro del Trabajo tras la COVID-19 , “puede impulsar una adopción más rápida de la automatización y la IA, especialmente en ámbitos de trabajo con alta proximidad física”. Es una afirmación que sale de una encuesta global a 800 ejecutivos, dos terceras parte de los cuales señalaron que estaban incrementando algo o significativamente sus inversiones en automatización o IA. De hecho, la producción de robots en China -el primer productor- ya sobrepasó los niveles previos a la pandemia en junio pasado.
Desde el mundo académico también han llegado investigaciones interesantes. Anton Korinek y Joseph E. Stiglitz argumentan y documentan que el progreso en inteligencia artificial y formas conexas de tecnologías de automatización amenaza con revertir los avances que los países en desarrollo y los mercados emergentes han experimentado al integrarse en la economía mundial en el último medio siglo, agravando la pobreza y la desigualdad. Las nuevas tecnologías, dicen, tiende a ahorrar mano de obra, recursos y a dar lugar a dinámicas en las que “el ganador se lo lleva todo” que aprovechan a los países desarrollados. Alertan también de que las que más pueden verse afectadas en estas economías son las mujeres. Es decir, que estamos ante un problema global. Los economistas David Autor y Elisabeth Reynolds argumentan que la disminución de las perspectivas de empleo que actualmente enfrentan los trabajadores de bajos salarios puede persistir después de que termine la pandemia. Señalan que el uso continuado de las tecnologías de teletrabajo puede disminuir permanentemente la demanda de muchas ocupaciones de servicios de bajos salarios. También recogen que las restricciones de la COVID-19 han obligado a la automatización en muchas industrias y servicios y que muchas empresas no volverán a su proceso de producción anterior incluso después de que los centros de trabajo sean seguros para volver a ellos.
Ya en octubre pasado, el Foro Económico Mundial, (WEF) advertía que “la automatización, junto con la recesión de la COVID-19, está creando un escenario de 'doble disrupción'” (más desigualdad entre buenos y malos empleos o paro y más cambios de empleos) para los trabajadores“, salvo que los desplazados aprendan nuevas competencias para poder asumir nuevas tareas o empleos. Según el WEF, entre 2020 y 2025, en los 26 países estudiados, pueden desaparecer 85 millones de empleos por estas causas, aunque se crearán 97 millones nuevos. Hay un problema de transición -los que pierden su antiguo empleo no están formados para los nuevos-, agravado por la crisis provocada por la COVID (aunque está impulsando empleos como en la construcción, en los almacenes desde los que salen las ventas -aunque se van robotizando-, y en el delivery). En España, según el estudio de McKinsey, por esta y otras razones, un 7,8% de los trabajadores tendrían que transicionar para 2030 a nuevos empleos. El efecto de la COVID suma medio punto más.
En el contexto anterior ya la tenía, pero en este, la cuestión de las competencias digitales -básicas y en su caso profesionales- de la población, cobra aún mayor importancia. La digitalización sin gente formada para manejarla y sacar provecho personal y profesional de ella de poco serviría, en República Centroafricana y aquí. Por eso, de la retahíla de estrategias y planes que han salido de la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, el más importante e imprescindible es el Plan Nacional de Competencias Digitales. Sobre todo, para un país en el, según los datos recogidos, casi la mitad de la población española (43%) carece de competencias digitales básicas, un 8% jamás ha utilizado internet, la proporción de personas graduadas en TIC solo representa un 4% del total de graduados, los especialistas en este sector en el empleo total son solo un 3,2%., y la participación de mujeres especialistas en TIC permanece estancada durante los últimos cuatro años en torno al 1% del empleo femenino total. El Gobierno se propone dedicar 3.750 millones de euros para el periodo 2021- 2023. Es urgente.
Para ello, los fondos de reconstrucción europea y otros ayudarán. Federico Steinberg y yo propusimos que estos planes de skilling y re-skilling, de habilitación y rehabilitación de las personas a todos los niveles, se financiaran en parte con estos fondos (y también con aportaciones privadas). Conscientes de que el progreso tecnológico no se puede ni se debe frenar, pero sí gestionar, proponíamos, como paliativo, que empresas, patronales y sindicatos en los países más afectados llegaran a un acuerdo para una pausa temporal -durante la actual crisis- en la automatización que destruye empleos, no la que permite llegar a donde antes no llegábamos.
Lo verde, el green deal, es absolutamente necesario. Pero en términos de empleos no está para nada garantizado que sirva para compensar con nuevos empleos los que se pierden con la automatización. No hay estudios prospectivos fidedignos. La propia Comisión Europea, en su Previsión Estratégica, consciente de este problema, estima que una economía más verde podría crear 24 millones de nuevos empleos, insuficientes, aunque con efectos indudables en la recuperación de la crisis de la COVID-19.
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