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El día que esquivamos a los patriotas

Simpatizanes del PSOE siguen la jornada electoral de los comicios generales frente a la sede del Partido Socialista en la calle Ferraz

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Ya lo dijo Woody Allen: las palabras más bonitas en cualquier idioma no son “te quiero” sino “es benigno”. En este julio de sandalias, tinto de verano, sombrillas azules, pantalones cortos, votos y colegios electorales, la frase “Vox ha perdido 19 escaños” tiene la musicalidad y potencia de ese “es benigno”, y transmite una de las sensaciones más gratificantes que existen: el alivio. El alivio consiste en disminuir o mitigar las enfermedades, las fatigas del cuerpo o las aflicciones del ánimo. Evitar o atemperar el sufrimiento, el nuestro o el de otros. Puede parecer que el alivio no es heroico, pero el deseo de evitar daños para sí o para sus conciudadanos ha motivado el voto de muchos españoles en este verano tórrido. Una pretensión rara, hasta poco ambiciosa, que nos ha llevado a las urnas.

En el otro lado había un adversario que a ratos era uno y a ratos dos, porque no sabíamos si PP y Vox eran pareja a pesar de estar asistiendo a su boda. Vox escondía el fascismo bajo la aparente neutralidad de un Alberto Núñez Feijóo pétreo y carente de Google. Ante tal espectáculo ya intuíamos que hay actos en apariencia neutros y banales que tienen consecuencias catastróficas y efectos destructivos. Normalizar a la ultraderecha es un ejemplo repetido pero perfecto. Una vez abierta la caja de Pandora, ya no puede volver a cerrarse.

Estaba anunciado. El 23J era el día de los patriotas, en palabras de Giorgia Meloni en un acto, ya muy lejano, de Vox en Valencia. Hoy, un gobierno del PP con Vox tiene escasas posibilidades de convertirse en real y España esquiva la bala que ya ha alcanzado a Italia, Hungría, Polonia, Suecia o Finlandia. Aún retumba la vox de Santiago Abascal: “¡Sí a la inocencia de los niños, no a la corrupción de menores! ¡Sí a los barrios de siempre, no a los guetos multiculturales! ¡Sí a la civilización de la cruz y no a la violencia islamista!”. La dialéctica del sí y el no, los gobiernos de toreros y maltratadores, la censura y la campaña del Partido Popular, reduciéndoles a un mero instrumento electoral, acabo de demediarlos. No habrá, al fin, un Gobierno de coalición con un socio fascista y euroescéptico que no cree en el cambio climático aunque el sapo que ha tenido que tragarse Alberto Núñez Feijóo esta campaña lo huelan hasta sus socios del PP europeo.

Los que esperaban que España se volviera ultra tendrán que seguir esperando: Giorgia Meloni, Mateusz Morawiecki o Viktor Orbán han apoyado públicamente la campaña de Vox en estas elecciones en las que, finalmente, los ciudadanos han sido un muro contra la ultraderecha. Está por aclarar si no queremos a Vox porque rechazamos sus postulados o no lo queremos porque estos postulados forman parte de la agenda de la derecha española de toda la vida, esa que ha perdido el centro centrado. De momento, somos uno de los pocos tropiezos del ascenso de la extrema derecha en Europa. Y con eso, solo con eso, se puede construir un proyecto común.

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