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Todos fumados

Lucía Lijtmaer

Primero: Cada uno tiene sus referentes cuando hay una noticia, es inevitable. A mí, cónclave papal me recuerda a El Padrino III. Es oír la palabra y ahí están los Corleone, la International Immobiliare, el cardenal Lamberto y el moribundo Papa Pablo VI.

Ah, pero que nadie se lo tome como un sacrilegio. A The Guardian le recuerda a Gran Hermano, con sus pequeñas rencillas, sus luchas por el poder y sus posibles spin offs. Cada uno con lo suyo.

Segundo: Sí, hablemos de medios internacionales. Si uno da una vuelta por las portadas puede darse cuenta de a qué tradición pertenece, o, más bien, cuál es el sentido de la información en cada ámbito. El New York Times incluye en todas las informaciones una mención al escándalo de abusos sexuales a menores por parte del cardenal Roger Mahoney, además de dar una larga pieza por separado relacionada con el caso. El ya citado The Guardian abre, directamente, con los abusos, relegando en importancia el cónclave hasta que se resuelva, finalmente, con un nombre. Cada medio elige, cuidadosamente, la información que considera más relevante.

Tercero: Aquí, en España, miramos al cielo. Llevamos tres días pendientes de las nubes. ¿Y a qué huelen las nubes, sumo pontífice? A incuestionable catolicismo. La información se centra, esencialmente, en que si fumata blanca o fumata negra. Hay infográficos para apostar por un candidato u otro, el recorrido de la votación, y los horarios. Cuando no es, directamente, la única portada posible.

El tratamiento de la información debería obsesionarnos. Solamente así obtenemos pistas de en qué país vivimos. Porque, según los datos: en España hay menos católicos que hace diez años (el 73% en la actualidad frente al 82% de 2001) y solamente el 14% va a misa. Así, hay menos católicos, pero parecen estar más convencidos que nunca.

Por tanto ¿qué explica tanta cobertura mediática y tan poco crítica?

Permitanme una digresión, más allá de don Corleone. En una época en la que fui periodista en Buenos Aires, recuerdo mi inicial estupefacción ante el tratamiento que daban los medios de la expulsión de palestinos de sus propias casas, en Cisjordania. Todos los canales de televisión argentinos -sin excepción- se centraban en dar voz a los colonos y en su derecho a permanecer en los asentamientos. Al comentar lo sesgado de la información con un periodista argentino que había vivido en España me dijo: “Sí, aquí esto funciona así, la comunidad judía es muy importante en Argentina. Jamás daríamos la información como la dais en España”. La comunidad judía argentina ronda el 1%. Hay que recalcar, pese a todo, que el Estado reconoce un carácter preeminente a la Iglesia Católica.

Cuarto: Reitero: Qué contamos y cómo lo contamos debería ser de suma (ja!) importancia.

¿Se acuerdan cuando había detractores sobre la sobreexposición del fútbol en los medios? ¿El nuevo opio del pueblo? Yo sí. Pero no nos distraigamos: sigamos hablando de humo, por favor.

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