Gaza: ¿A quién perjudica? ¿A quién beneficia?
Cui nocet? Cui bono? ¿Quién o qué está siendo más perjudicado en la guerra de Gaza, y quién más beneficiado?
Empecemos por lo primero. Cui nocet?
Más allá de las bajas israelíes tras el terrorífico ataque de Hamás del 7 de octubre y de los muertos civiles en la desmedida respuesta de Israel, la primera que sale perdiendo es la Humanidad. Ambos contendientes están conculcando las reglas internacionales que existen para limitar y humanizar los conflictos bélicos, conflictos que parecen consustanciales al ser humano, aunque se hayan reducido con el tiempo, como analizó Steven Pinker. También esa legalidad se está violando en la guerra de Ucrania. Karim Kahn, fiscal principal de la Corte Penal Internacional, habla de una “epidemia de inhumanidad”.
El mundo se ha vuelto un poco más salvaje en Gaza, pequeña franja de tierra con repercusiones mundiales. La masacre y la toma de rehenes por parte de Hamás lo ha sido. Pero Israel ha perdido buena parte de la razón o justificación que le amparaba con su desproporcionada e indiscriminada reacción. Es inquietante que el ministro de Defensa Galant haya hablado de “animales humanos” para referirse a los de Hamás. Estudiosos del genocidio, como Nick Ashlam, consideran que este tipo de vocabulario suele ser un paso preparatorio en el camino hacia la matanza masiva o incluso hacia el genocidio. Por su parte, el primer ministro Netanyahu y otros responsables israelíes lanzaron la consigna de “No mercy” (“sin piedad”), es decir, liquidar a los enemigos de manera expeditiva aunque quieran rendirse, un tipo de orden expresamente prohibido por el Derecho internacional humanitario. El mero hecho de darla es considerado como un crimen de guerra.
En segundo lugar, siguiendo en la Humanidad, por primera vez desde la crisis de los misiles de Cuba en 1962, y antes, en 1945, en Hiroshima y Nagasaki, se vuelve a hablar de usar armas nucleares. Primero, por parte de Putin y otros responsables rusos, en el contexto de la guerra de Ucrania. Y ahora en la de Gaza, si derivara en un conflicto regional y pusiera en peligro la existencia misma de Israel, que las tiene. Irán supuestamente no, pero podría desarrollarlas en un par de años. Y todo cuando se ha desmontado el andamiaje de acuerdos de control de armamento nuclear entre Estados Unidos y Rusia.
Israel pierde también. Pues el ataque del 7 de octubre ha puesto de relieve graves fallos en sus afamados servicios de inteligencia, fallos en su seguridad, lo que acarreará exigencias de responsabilidades de Netanyahu. Hay un factor psicológico mucho mayor. Los ciudadanos israelíes tenían una fe ciega en estos servicios y en su ejército, para poder vivir con cierta tranquilidad. Ya no. Militarmente, es previsible que Israel derrote a Hamás en esta guerra, en Gaza (y, en el norte, contra Hezbolá), pero saldrá de este conflicto con un sentido crecido de inseguridad, que es el que permea en una población sin embargo unida. Todo ello cuando había empezado una histórica reconciliación con varios países árabes –Emiratos Árabes, Baréin, Sudán y Marruecos– a través de los llamados Acuerdos de Abraham, siendo la guinda el que se estaba fraguando con Arabia Saudí. Se han ido –¿momentáneamente?– a pique. Aunque los saudíes quieren aprovechar la situación para convertirse en la voz de los países árabes para el día después, con un discurso mucho más antioccidental.
Perdedores son los propios palestinos, cuya suerte había caído en el olvido; aunque los saudíes exigían una solución a cambio del reconocimiento de Israel, lo tienen difícil. La Autoridad Nacional Palestina, con el octogenario Abbas al frente, es un nido de corrupción. Todo el mundo habla ahora de volver a la solución en dos Estados, pero esta es mucho más difícil de conseguir que 30 años antes cuando los Acuerdos de Oslo, porque la situación sobre el terreno ha cambiado. De hecho, colonos israelíes están haciéndose ilegalmente aun con más tierras en territorio ocupado en Cisjordania cuando el mundo está mirando sobre todo a Gaza, una tierra cuyo destino aún se ignora. Mas el siempre pendiente tema del regreso de los millones de refugiados.
El antisemitismo, que sería mejor llamar antijudaísmo (los semitas son también árabes), estaba ya antes en crecimiento, y se está viendo impulsado en todo el mundo, Europa incluida. Inquietante. También la islamofobia. No menos inquietante. Un mero ejemplo han sido las acusaciones del ministro francés del Interior contra el futbolista francés Karim Benzema por su supuesta relación con los Hermanos Musulmanes.
Estados Unidos se ha visto obligado a regresar, política y militarmente, a una región de la que había empezado a desentenderse, equivocadamente para sus intereses y la estabilidad regional. Interviniendo, por ejemplo, contra depósitos de armas, supuestamente, de Hezbolá, en Siria. Sin sus suministros militares, Israel no resistiría ni podría haber llevado a cabo las operaciones en las que está embarcado. Como tampoco Ucrania. EEUU se está viendo involucrado en dos guerras cuando su prioridad era China, la única potencia capaz de desbancar su estatus de número uno en el mundo. Con su apoyo casi total, aunque intente frenarlo, a Israel, y las consecuencias de la injustificada invasión de Irak en 2003, y otros hechos, EEUU ha perdido esa capacidad de honest broker, de intermediario honesto, que tuvo en un tiempo para impulsar una cierta paz en la región. Podría recuperar influencia con la liberación de rehenes a cambio de prisioneros y si impusiera una solución a Israel. Pero, para empezar, tendría que encontrarse tal solución.
¿Y Europa? No se han olvidado en la región las responsabilidades de las antiguas potencias coloniales. La Unión Europea, que carece de política exterior (la hacen los Estados miembros, para desesperación de Borrell, el alto representante que quiere al menos tener un papel cada vez más moral), está condenada a pagar, una vez más, la reconstrucción de Gaza (y de Ucrania). Francia, con Macron, se ha vuelto claramente pro-israelí, perdiendo capacidad de interlocución. Alemania lleva el fardo de su historia.
¡Ay, la ONU! Había quedado olvidada en esta lista. Pues eso.
Pasemos ahora a la segunda pregunta: Cui bono?
El mayor beneficiario de todo este embrollo es Irán, que, además, en cierto modo controla a Hezbolá, milicia chií, y arma y financia a Hamás. Pero Hamás siempre ha demostrado tener autonomía. Irán dice no buscar un conflicto regional. Está aprovechando la situación para un acercamiento con Arabia Saudí, con la que ha habido contactos presenciales impensables hace unos años, o incluso unos meses. Y habla con Estados Unidos.
Qatar, ante el que Riad fracasó en su intento de convertirlo en un paria, acoge desde hace más de una década la oficina política de Hamás. ¿Seguirá haciéndolo? Ha invertido cientos de millones de dólares de ayuda en Gaza y mantiene buenas relaciones a la vez con Estados Unidos e Irán. Los occidentales se volvieron hacia Qatar para negociar la salida de los suyos de Gaza por el paso de Rafah, en la frontera con Egipto, y liberar algunos rehenes. Y tiene, no se olvide, a Al Jazeera, la cadena de televisión más influyente entre los árabes.
En cuanto al propio Hamás, es difícil pensar que habría lanzado tal ataque sin prever un duro contrataque en el que poco parecen importarle sus muertos. Será derrotado militarmente, pero hacerlo políticamente resultará mucho más difícil. Su ideología se mantendrá, así como parte de su organización y de atractivo entre palestinos. Sus capacidades seguirán dependiendo de Irán.
El yihadismo global en sus diversas formaciones se ve reforzado no sólo por la audacia de Hamás en su ataque, sino, sobre todo, por los excesos israelíes en su respuesta. Los yihadistas tratarán de capitalizar el sentimiento de agravio e ira entre la población palestina y la comunidad musulmana general para movilizar a sus propios partidarios contra objetivos judíos y occidentales, esencialmente en la región y en Europa, señalan Carola García Calvo y Alvaro Vicente en un excelente análisis. Sigue habiendo, además, una situación no resuelta en el norte de Siria y de Irak, donde ISIS (Daesh) y Al Qaeda aún cuentan con un último refugio o santuario.
Rusia es otra clara ganadora. Putin debe estar frotándose las manos al ver que la atención occidental, ya cansada, se aparta algo de Ucrania y gira hacia Oriente Medio. En esa región Rusia está fuerte, desde luego en Siria. El régimen sirio no mueve un dedo sin el permiso de Rusia, que, además, ha visto crecer su capacidad de interlocución en la zona. Aunque no en términos militares como Rusia, China también.
No sólo es una cuestión moral, que también, sino una cuestión política que puede servir para otear las salidas futuras y las responsabilidades y protagonismos pasados y presentes. Si deriva en una guerra regional, habrá que revisar estas conclusiones coyunturales.
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