El Gran Wyoming (se escribe “Wyoming”, la primera con “y” griega y, por lo visto y oído, se pronuncia “guallomin” o también “guallomi”; nunca “guallomín”) es uno de los personajes que caracterizarán la época que se está viviendo en España. Y “guallominear” es lo que hacen entre algunos millones de espectadores en días de semana, fundamentalmente fuera de Euskadi y Catalunya, donde el mapa de la comunicación es otro. Esas entre dos y tres millones de personas no encuentran la información que desean en los medios de prensa tradicionales y, además, tampoco encuentran referencias en la vida pública. Tal es la desorientación y la ansiedad de tantas personas que, además, se sienten indefensas ante la política de un gobierno simplemente antidemocrático y antisocial.
Sí, lo que caracteriza este momento es esa política de la derecha española que lleva a cabo su programa, más o menos oculto, de destrucción social. Y, en la práctica, también de destrucción nacional: pues es su idea de nación la que condujo a esta situación en relación con Catalunya. Pero también caracteriza este momento esa situación de indefensión y desorientación de la ciudadanía: no hay hacia donde mirar, la sociedad no ve una alternativa política. Es como estar sometidos a un amo soberbio y tiránico y no poder imaginar una salida.
La última encuesta publicada confirma que la mayor parte de la sociedad cree que el partido que ha gobernado anteriormente no le merece actualmente confianza. Lo ve como un partido que se limita a criticar las políticas del Gobierno, una postura meramente reivindicativa, pero incapaz de generar un nuevo proyecto alternativo. Algo así como incapacidad y enroque en sueños de pasadas glorias, a la espera de que aquellas mismas aguas vuelvan a pasar (Con lo que está lloviendo y con lo que corren las condenadas aguas río abajo). No creo que nadie fuera de la actual dirección de ese partido pueda compartir esa visión de la situación; la sociedad necesita ver ya indicios de esperanza y no va a esperar por nadie.
Parece inevitable, y será bueno, que la sociedad ensaye otros caminos fuera del bipartidismo, unos caminos mejores y otros peores, pero nadie se engañe, lo de ahora no despierta ilusión y sí escepticismo. Los sentimientos dominantes hoy en gran parte de la sociedad son enfado y rabia, sentimientos que denotan la falta de esperanza.
Pero el otro elemento que crea inseguridad y desconcierto a la sociedad es el sistema de los medios de comunicación de ámbito estatal, el lector de periódico, el oyente de radio y el espectador de televisión desconfía de lo lee, oye o ve. Está perdida aquella inocencia y ahora sabe que los medios de comunicación forman parte del mismo sistema de poderes políticos y económicos que nos ha traído aquí y ya no funciona. Los medios digitales crecen imparablemente, sean de derechas o de izquierdas, rigurosos o amarillos. Sin embargo en este nuevo tiempo ya no van a conseguir la “auctoritas” sobre la vida de la ciudadanía que tenían los medios tradicionales antes de perderla.
Es así cuando periodistas y comunicadores como Jordi Évole o Wyoming ganan una dimensión mucho mayor de la que se le asigna y se transforman en portavoces de la sociedad y también en referencias políticas. Básicamente en defensores de la democracia. Los espectadores que “guallominean” lo que hacen es demandar lo que nos falta, democracia.
¿Cuánto durarán? ¿Cuánto les permitirán seguir haciendo su trabajo?
El vacío político es tan grave que igual que emergen estas figuras que, con su trabajo, básicamente reivindican y defienden el sentido común y la decencia pueden aparecer también figuras populistas o, directamente, fascistas que encandilen a masas que se sienten perdidas. El vacío político es tan grave y la falta de proyectos que reconstruyan el diálogo social es tan grande.